Terapia de choque
Terapia de choque (Henares al día, 04.11.2013).
Jordi Galcerán es un autor teatral que, partiendo del humor descacharrante, aborda historias con un mensaje complejo y sesudo. Su virtud principal radica en que lo consigue con un léxico austero y una sencillez pasmosa. Sus palabras son trallazos en forma de una risa detesnillante con un retrogusto ácido, a veces corrosivo, casi siempre pedagógico. Conversaciones con mamá, que ahora está sobre las tablas del teatro Bellas Artes de Madrid, certifica el talento de Galcerán para explicar nuestras miserias con una sonrisa en la cara. Las penas, con pan, son menos penas.
Juan Echanove y María Galiana se reparten mano a mano la hora y media larga en la que se extiende la obra. Los dos dan una lección de solidez en sendas interpretaciones brillantes, cómicas, con una riqueza de matices que actúa de imán para el público. Echanove es Jaime, un ciencuentón recientemente despedido por su empresa, con un matrimonio que hace agua, dos hijos con los que no se entiende y un chalé a las afueras cuya hipoteca no puede pagar. Galiana es su madre, de 82 años, que vive feliz en su modesto pisito, rodeada de pucheros y con un novio argentino que encontró en la calle.
El choque de ambas filosofía sitúa el eje de la trama. La voracidad inicial de Jaime, que pretende vender el piso de su madre para solucionar sus agobios económicos, deja paso a la asunción del estilo que trata de imprimir el personaje interpretado por Galiana. La falsedad de la vida material frente a la sencillez de la feliz rutina. La artificiosidad del progreso que ofrece un crédito bancario frente a la tranquilidad del disfrute cotidiano. El engaño de querer aparentar lo que no se es frente la honestidad de aceptar la realidad.
El texto original en el que se basa el montaje es del argentino Santiago Carlos Oves. La adaptación de Galcerán, muy adecuada para los tiempos que atraviesa España, destila un humor negro que busca la senda del mejor Azcona. La fórmula es infalible si se practica con talento. En Conversaciones con mamá el espectador asiste atónico a una representación humorística del fracaso colectivo de nuestra sociedad. El autor no solo discute que la felicidad sea más accesible cuanto menos cueste llegar a fin de mes, sino que sugiere la necesidad de no aspirar a plantearse este axioma. La transformación que experimenta Jaime ilustra la frustración contemporánea. El padre de familia cuya máxima aspiración es ir los sábados con su hijos al centro comercial y pagarles el colegio privado deja paso a un tipo dubitativo y errante que se divorcia de su mujer. Para ser feliz con los demás lo primero es serlo con uno mismo.
El pulso interpretativo entre Echanove y Galiana es un acontecimiento de primera para todos los que gusten del buen teatro. Sus actuaciones son pura energía. El texto incluye una dosis justa de crítica hacia los excesos del capitalismo, sin caer en el sectarismo y desde un punto de vista reflexivo, cabal. La obra sirve, además, como terapia de choque frente al panorama dantesco que nos rodea. Que un hijo tenga que volver a casa de sus padres después de fracasar en solitario es ya algo frecuente en este país. Que ese hijo haga las maletas de vuelta dando carpetazo a su propia vida, haciendo examen de conciencia y propósito de enmienda, ya no es tan frecuente.
En este contexto, la obra acaba siendo una sacudida que sitúa al ciudadano frente al espejo retrovisor de todo aquello que nos ha traído hasta aquí. La codicia, el egoísmo, la falta de autoestima, la familia de cartón y piedra, la mala educación y la falta de sensibilidad con nuestros padres. La ironía descarada de Galiana y la intensa amargura de Echanove son un torbellino de sentimientos impactante. Algo con lo que uno disfruta, pero al mismo tiempo sufre. O sea, como todas las cosas que merecen la pena en la vida.