Darse a Madrid
La vida es darse. Darse a Madrid en una primavera fresca que no es primavera, ni invierno, ni verano, sino una secuencia infinita de gramíneas. Los días de libranza sueltos, como gotas derramadas del calendario, son la excusa idónea para invertir en uno mismo. Mañana tranquila desde primera hora, o sea, a eso de las diez. Pla, en el maravilloso dietario de 1921 que ha reeditado Libros del KO, escribió que «Madrid, ciudad esencialmente burocrática, saca los malos humos a esa hora», esto, es, de diez a doce. Justo cuando los funcionarios y los burócratas del Reino enfilan sus aposentos. Ahora lo hacen mucho antes, pero tanto da. Las mañanas de libranza tienen otro aire, y otro olor, y otro contenido. El sol de mediodía; el infierno de coches en una calle cualquiera, el paseo hasta el Retiro, lleno de libros y de hojas de colores sedantes. Pasear Madrid es vivir Madrid. Leer, escribir, beber vino y tuitear. Antes a los periodistas nos preocupaba rellenar el folio nuestro de cada día, el puto folio, que decía Umbral. Ahora nos preocupan los retuits y los «me gusta». Los viernes sin trabajo después de varias semanas de penitencia estallan, paradójicamente, en la tranquilidad de lo anodino. Es la rutina anhelada. La intrascendencia convertida en solaz. Una mañana portentosa de lectura en el parque o en el sofá alcarchofado de casa. Una comida sencilla con sabores catalanes. Un café entreverado con el tenis de Nadal. Y una tarde de biruji caldeada con páginas de Muñoz Molina y varias copas de Portia. La felicidad son raticos. Lo importante es cogerlos al vuelo.
Hacer del rollito Starbucks (sofás y música de jazz) solo el principio, avanzar a partir de ahí hacia algo maravilloso y que podemos disfrutar en Madrid cualquier mañana que nos apetezca: desayunar rico en un sitio bonito. Suena bien, ¿no? Ahí van mis 5 recomendaciones:1. Petit Appetit : Aún no se desató con este sitio la pasión que hay hacia otros y merece la pena conocerlo. Decoración muy bonita y buenas tostadas con varios tipos de pan. De su café no tengo queja.