Diputación descubre que la inacción reduce la deuda
El pasado 15 de marzo, la presidenta de la Diputación de Guadalajara, Ana Guarinos, convocó una rueda de prensa para presentar el balance de cuentas del año pasado. Guarinos comunicó que la Diputación cerró 2011 con un remanente de tesorería de 19 millones de euros, lo que equivale a reducir el endeudamiento en 30 puntos en apenas seis meses de gestión. La deuda habría pasado, siempre según datos oficiales, del 166% al 133,57%. El porcentaje aún está lejos del 75%, que es el límite permitido por el Ministerio de Economía para que la Institución provincial pueda embarcarse en créditos a largo plazo.
La deuda y el déficit están satanizados en la política de nuestros días. Ese es un triunfo político del centro-derecha o la derecha de nuestro país, que ya en tiempos de Aznar impuso el déficit cero. Keynes defendió que una intervención pública directa en materia de gasto público permite cubrir la brecha o déficit de la demanda agregada. Otro economista, Galbraith, demostró que, para que una administración sirva de palanca de desarrollo para el territorio que administra, puede y debe incurrir en déficit. Un ejemplo concreto: si un gobierno aprueba la construcción de una autovía, la diferencia entre el coste total de la obra y lo que paga cada año hasta su finalización computa como déficit porque se produce un desfase entre lo que ingresa y lo que gasta. Existe una formidable teoría al respecto, pero esta es la razón básica por la que una Administración no debe gobernarse como una familia, al contrario de lo que machaconamente repiten los dirigentes del Partido Popular. Si todos los gobiernos llevaran a extremos la teoría del ahorro, nos quedamos sin progreso. Y sin progreso, las sociedades no avanzan. Incurrir en déficit no es sinónimo de despilfarro, pero decir esto en la España de la quiebra resulta subversivo.
Volviendo a Guadalajara, con su comparecencia del otro día, Guarinos transmitió un mensaje explícito (la tesorería empieza a estar llena) y otro implícito (los anteriores gestores de la Casa Palacio eran unos manirrotos que gastaban a manta el dinero de los contribuyentes de esta provincia). La presidenta nos descubrió algo asombroso: que la inactividad ahorra. La Diputación lleva más de medio año paralizada, a la espera de que el Gobierno central apruebe los Presupuestos del Estado y sin presupuestos propios para 2012. Los alcaldes esperan ayudas, y no necesariamente económicas, y no reciben señales. Es evidente que la inacción provoca ahorro, pero es curioso que se presente como gestión brillante lo que no deja de ser una obviedad. Basta recaudar y no gastar para rebajar la deuda.
Siempre es bueno recortar gastos superfluos y mantener la deuda de una institución en niveles, digamos, controlados. Que se disparen los números rojos nunca es una buena noticia. Ni para una administración pública ni para ningún colectivo. Pero la diferencia es que la primera gestiona no solo los bienes públicos, sino la prosperidad de los administrados. Por tanto, conviene que la presidenta de la Diputación, además de alardear de ahorro, ordene la elaboración de las cuentas de este año un minuto después de que el Gobierno central tenga a bien comunicarnos a todos los españoles cuál va a ser el Presupuesto de 2012. Lo contrario supone infundir un temor a la sociedad que ahonda aún más en el miedo y la parálisis que provoca la crisis en el tejido productivo. Ni gasto compulsivo ni ajuste severo. ¿No es posible el equilibrio?
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