Y ahora se ponen duros con Barreda
El PSOE de Castilla-La Mancha ha celebrado este fin de semana su congreso regional y ha elegido a Emiliano García-Page como nuevo secretario general. Según las crónicas, Page quiso enterrar tanto al barredismo como al bonismo y se negó a aceptar a Barreda como presidente regional del partido. A cambio transigió con situar en ese puesto a Matilde Valentín, que no es precisamente una recién llegada a la política, y dio entrada en la ejecutiva a personas que estaban completamente retiradas de la circulación. En lo que afecta a Guadalajara, además de la confirmación del peso (presente y futuro) de Pablo Bellido, el caso más llamativo ha sido la rentrée de Juan Pablo Herranz, un dirigente joven y prometedor de la provincia que apunta maneras en sus primeros pinitos en esto de la política… Qué bonita es la renovación.
Durante el Congreso, el líder saliente presentó su informe de gestión, que necesariamente no puede ser calificada como buena tras el descalabro electoral. Barreda acusó a Zapatero de dejarle solo frente a Cospedal, que en todo momento estuvo arropada por su partido. Quizá Barreda haya sufrido un ataque de desmemoria porque fue él quien se empeñó en lidiar la campaña en solitario. El de Ciudad Real decidió arremangarse sin la compañía de nadie de peso de la dirección socialista de entonces y se enfrentó a Cospedal en plan “A mí Sabino que los arrollo”. La dirección federal del PSOE aceptó sus exigencias y ninguno de sus miembros, o casi, pisó Castilla-La Mancha. Barreda no evitó ser arrollado.
Sostienen algunos colegas y también los adversarios del PSOE en CLM que Barreda deja su partido igual que la región: arruinados. No es cierto. La situación del partido es muy diferente a la de la autonomía. El PSOE perdió el Gobierno regional por un solo diputado (una distancia salvable en cuatro años si recupera algo el pulso en la ciudad de Guadalajara y no se hunde en el resto), y fue barrido en capitales como Guadalajara, Albacete y Ciudad Real, y en otros municipios como Talavera, Alcázar, Hellín, Sigüenza y Tarancón. En cambio, conservó la alcaldía de Toledo, la Diputación de Ciudad Real y ciudades importantes como Puertollano o Azuqueca, y recuperó la alcaldía de Cuenca. Por tanto: tocados sí, y mucho, pero ni arruinados ni hundidos. Autocrítica, sí. Flagelación, no.
Tiene nísperos que sea yo, que tantas veces me las tuve tiesas con el Gobierno Barreda cuando trabajé en Guadalajara, quien escriba estas líneas. Pero, quizá por ello, ahora puedo expresar sin rubor la sorpresa que me provoca el grado de escarnio al que está siendo sometida la figura del ex presidente por parte de tirios y troyanos. No sorprende la saña mostrada por aquellos que llevan grabados a fuego tantos años de oposición. Lo que sí sorprende es la dureza de quienes hasta hace cuatro días le andaban sobando el hombro.
Por decirlo sin ataduras: me refiero tanto a compañeros de su partido (lo de compañeros es un eufemismo) y también a algunos periodistas que nunca osaron criticar al PSOE cuando esta formación parecía eterna en Castilla-La Mancha. Hasta un minuto antes de conocerse el resultado de las últimas elecciones, todo o casi todo eran alabanzas a Barreda y su equipo por parte de algunos de estos sujetos, todo eran parabienes y besamanos en los actos institucionales y todo eran conciertos de violín ante quien tenía la llave del poder y, por tanto, del dinero público.
Ahora todo eso ha quebrado. La victoria del PP abrió la espita del rencor. Y no solo entre las huestes de ese partido, algunos de cuyos prebostes andan incluso pidiendo cárcel para Barreda, sino entre compañeros de esta profesión mía que a veces puede llegar a resultar tan triste, por no decir mezquina. Son aquellos que nunca denunciaron el derroche de gasto que ahora vocean a troche y moche. Son aquellos que nunca alzaron la voz contra el supuesto despilfarro de una Administración con aires de grandeza. Son aquellos que siempre tienen claro a quien tutear, ya sea Pepe Bono, José María o ahora María Dolores y Emiliano. Me admira la capacidad que tienen algunos compañeros para guarecerse siempre a la sombra del mejor árbol y, sobre todo, su habilidad para convertir los árboles que pasan de moda en míseros matorrales.
Comprendo que hay que ganarse el pan cada día, pero no entiendo que aquellos que llevan ya la panadería incorporada de serie anden mendigando la gracia del poder entrante.
Todos tenemos defectos y el que esté libre de pecado… Pero, ¿es necesario ser tan incoherente para ser político o periodista? Si es así, desde luego que es como para plantearse la agricultura ecológica. Aunque en mi pueblo no haya cultivo que resista el frío.