Cospedal se enroca en Madrid
«Presidir una comunidad autónoma de cinco provincias, cerca de 80.000 kilómetros cuadrados, más de dos millones de habitantes, un déficit público del 4,8% y una deuda de 6.612 millones de euros y, al mismo tiempo, ser secretaria general de un partido con 800.000 afiliados, 12 presidentes autonómicos y 26.499 concejales no parece lo más sensato ni lo más conveniente para cualquier mortal que aspire a hacerlo bien o muy bien en ambos puestos».
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Mientras el paro aumenta, el mercado laboral se desangra, la sanidad pierde recursos y la educación se descuajaringa, los periodistas vamos hablando de nuestras cosas. Que son, la mayoría de las veces, las que interesan a los políticos.
El PP se ha entretenido este fin de semana con un congreso a la búlgara que ha servido, al menos, para dos cosas: uno, confirmar el dominio de Rajoy sobre un partido que hace tres años quería echarle a los zorros; y dos, consagrar el poder orgánico de María Dolores de Cospedal. La presidenta de Castilla-La Mancha seguirá ejerciendo de secretaria general del PP. Solo Arenas, si por fin gana en Andalucía, le puede discutir algo el terreno en la sede de la calle Génova.
Cospedal ha recibido críticas en las últimas horas, a derecha e izquierda de la prensa, por empeñarse en compatibilizar dos cargos que son, a todas luces, inabarcables para cualquier persona humana. Presidir una comunidad autónoma de cinco provincias, cerca de 80.000 kilómetros cuadrados, más de dos millones de habitantes, un déficit público del 4,8% y una deuda de 6.612 millones de euros y, al mismo tiempo, ser secretaria general de un partido con 800.000 afiliados, 12 presidentes autonómicos y 26.499 concejales no parece lo más sensato ni lo más conveniente para cualquier mortal que aspire a hacerlo bien o muy bien en ambos puestos.
La situación es casi inédita. Cospedal alude frecuentemente al ejemplo de Marcelino Iglesias, que durante un año simultaneó la presidencia de Aragón y la secretaría de Organización del PSOE. Pero la comparación no es del todo exacta: el cargo de secretario de Organización, aun siendo relevante, no es homologable al de secretario general del PP (el equivalente socialista de ese puesto sería vicesecretario general). Por lo demás, Iglesias se batía en retirada en Aragón y su partido había elegido ya a su sucesora, mientras que Cospedal todavía está arrancando una etapa en Castilla-La Mancha que al PP le ha costado alcanzar 28 años.
Las dos razones que esgrimen con más insistencia los incondicionales de la presidenta son: Primero, Cospedal tiene capacidad suficiente para ejercer ambos cargos, una dualidad que no quebranta ninguna norma. Y segundo: Toledo está a tan solo una hora de Madrid y, por tanto, no es distancia insalvable para estar presente en el día a día de la política nacional y la regional.
El primer argumento es incontestable porque, para bien o para mal, la ley no impide que un jefe de Gobierno autonómico pueda formar parte de la dirección nacional de su partido al más alto nivel. El segundo revela el desconocimiento que tienen de Castilla-La Mancha la mayoría de los políticos y periodistas de la capital. Si creen que se puede gobernar bien esta región sin salir del despacho del Palacio de Fuensalida, van dados. Si creen que se puede gobernar esta región sin pisar los casi mil municipios que la componen, es que viven en una realidad paralela. Y si creen que se puede sacar a la región de la crisis sin intensificar la agenda de lunes a viernes y limitándose a acudir a los mítines de barbacoa de fin de semana, es que no acaban de cogerle el aire a esto de la cosa autonómica en esta tierra.
El PP venció sin paliativos en las últimas elecciones en Castilla-La Mancha, pero solo ganó por un diputado de diferencia (25-24). El vuelco en las Cortes regionales no es una utopía para los socialistas, que hasta ahora han estado vagando encima del ring como si se tratara de un boxeador antes de besar la lona. El PSOE celebra pronto su congreso regional y Emiliano García-Page, alcalde de Toledo, saldrá elegido secretario regional casi con toda probabilidad. No podrá hacer oposición en las Cortes, pero es un líder respetado por Cospedal. La presidenta deberá redoblar su esfuerzo y acentuar su discurso en Castilla-La Mancha compaginándolo con el cumplimiento de las políticas que el PP acuerde a nivel nacional. Ya sean los trasvases o los corredores de Fomento. Algo así como la cuadratura del círculo.
No parece lo más normal, en esas circunstancias, obcecarse en seguir siendo la jefa del PP, salvo que haya un interés más importante que presidir la que dice que es su propia tierra. Cospedal no quiere perder su radio de influencia, ahora que la mayoría de sus compañeros de dirección forman parte del Gobierno de España. Por eso no ha querido abandonar Génova. Y por eso ahora, una vez más, vuelve a tratar a Castilla-La Mancha como un segundo plato en su carrera política. Tiene todo el derecho del mundo a hacerlo. La cuestión es saber si los ciudadanos de esta región consideran importante o no que su presidenta tenga otras ocupaciones, y no precisamente livianas.