España, expropiada
Escribe José Sámano en El País que la Selección española ha consolidado un modelo colectivo de equipo sin guerra de banderas. «España Fútbol Club», titula acertadamente en portada uno de los periodistas que mejor titula de la prensa española (síganle sus titulares por favor, el día que el Madrid perdió con el Barça tituló: «El fútbol no tiene precio»). Realmente está siendo sorprendente el júbilo y la euforia por la Selección en un país donde los colores de nuestros equipos suelen estar por encima en nuestra escala de preferencias. Pero hay cosas que van más allá del fútbol y nadie que no sea ajeno a lo que pasa en la calle puede soslayar: el fútbol mimetiza comportamientos. Yo nunca había visto tantas banderas de España colgadas en las calles, los balcones y las terrazas de los bares como en esta ocasión. Nunca. Ni siquiera cuando España ganó la última Eurocopa, donde ya se empezó a vislumbrar esa sacudida de complejos que ahora ha explotado.
Nunca fui amante de las banderas. De ninguna. Pero me hace mucha gracia, y me da mucho placer, ver cómo la bandera de España ha sido por fin expropiada a quienes siempre se quisieron aprovechar de ella. Es notable el cabreo que llevan los Jiménez Losantos de turno (vean cómo ha titulado su último comentario en su blog) y de aquellos medios que por no llamar «La Roja» a España la llaman «La Rojigualda», en uno de los ejercicios más idiotas que he visto en mi vida. Creo que están rabiosos porque el concepto español se les escapa. Se les va. Ya no pueden agitar la bandera y el nombre de España como arma arrojadiza, en solitario, creyéndose en posesión de algo que nos pertenece a todos, cada uno en la proporción que desee. Se les va de las manos porque esta España que con tanto ahínco se celebra en todo el país es aquella selección en la que mandan los Puyol, Xavi, Capdevila… No están ni los Satrústeguis ni los Pirris de antaño, con todos los respetos. Aquí no hay Furia Roja ni memeces sobre el tamaño de nuestra testiculina. No se mira la tierra de origen, sino su calidad técnica. Aquí lo que hay es una pandilla bien avenida de jugadores profesionales, acostumbrados a ganar, y que viven cómodos jugando a placer al más alto nivel. Exhiben un comportamiento humano elogiable y demuestran que el camino más corto para conseguir los objetivos es el esfuerzo y la inteligencia.
Creo que ha sido Xavi, jugador del Barça, el que se ha posicionado claramente a favor del Estatut y en contra de la última sentencia del Constitucional. Ese es el cebrero y la clave de la España que puede acabar campeona del mundo. Puede parecer una paradoja, pero a mí me parece un delicioso retrato del país que tenemos. Esta Selección es grande, y es de todos, porque no excluye a nadie, porque integra, porque suma en lugar de restar. Esta Selección es grande porque todos, salvo los extremistas, nos reconocemos en ella. Esta Selección es grande porque no se impone por cojones, sino por la gracia de su juego y de sus jugadores. En buena armonía. Es posible que los sectores de la sociedad española que más tensan la cuerda siempre deban reflexionar ante el aplastante tirón que está teniendo la Selección. Pero todos: los de un lado, siempre cansinos con la matraca del chunda-chunda del himno; y los del otro, que están descubriendo que la gente normal no sólo puede llevar «senyeres», sino también banderas españolas.
Y ya, para rematar la faena, ha dicho el Gobierno, por boca del ministro de Industria, que si España gana el Mundial puede que el PIB y el consuma suban mucho. Sería el disgusto que les falta a los cenizos de siempre.