No hay manera
A veces los detalles revelan casi todo. Durante el debate de este lunes en las Cortes sobre el Estatuto, la jefa de la oposición no miró casi a la cara al presidente regional mientras éste pronunciaba su discurso. Me pareció muy significativo. Los líderes de los dos principales partidos de Castilla-La Mancha son incapaces de mantenerse la mirada en el Pleno de política más importante de la legislatura. Algo falla, desde luego, y no sólo las ideas. Entre José María Barreda y María Dolores de Cospedal no hay confianza. Ni química. Ni siquiera un mínimo gesto de cercanía personal que abrigue la posibilidad de alcanzar acuerdos de calado. Puede que todo sea una pose, pero el resultado es igual de desalentador. Tras el fracaso de la reforma del Estatuto, las relaciones están rotas, el trasvase intacto y la política regional empantanada ya en una precampaña que se presume larga y cansina.
No hubo grandes sorpresas el lunes. En cuanto a las formas, Barreda estuvo solemne al principio y más suelto en las réplicas. Cospedal optó por combinar una pose adusta con un tono ofensivo, casi hiriente. Sus palabras (llamó mentiroso a Barreda con contumacia) destilaron el aire de otras épocas: no en vano hay que recordar que esta señora fue discípula de Ángel Acebes en el Ministerio del Interior en los tiempos duros del ‘aznarismo’. En todo caso, el cariz de sus intervenciones fue coherente con su posición rocosa y estrambótica: el PP votó a favor de mantener la tramitación de un Estatuto que había rechazado sólo tres días antes. El resultado del Pleno fue la consecuencia de la incapacidad de Barreda y Cospedal para llegar a un pacto de mínimos. No se entiende su diálogo de sordos, su cerrazón, su inoperancia. No se entiende que los ‘populares’ esperaran al último segundo, la semana pasada, para presentar una enmienda que dejaba la reserva de 4.000 hectómetros cúbicos en mera formulación lírica; de la misma forma que tampoco parece muy presentable que el jefe del Gobierno autonómico no llamara a la dirigente del PP para salvar la negociación, limitándose a enviarla un correo electrónico. De todo este carajal se deduce que es posible que ni uno ni otra hayan querido abordar en serio el Estatuto, y es posible que los dos lo hayan hecho por motivos electorales. Sin embargo, me parece que el resultado es desigual. Porque mientras Barreda puede seguir pasando por ser el adalid de los intereses regionales, Cospedal se ha quedado en un quiero y no puedo impropio de alguien que pretende compatibilizar la secretaría general de su partido con la presidencia regional del mismo. El discurso de la política nacional del agua es muy bueno para ganar adeptos en la prensa madrileña y para pasearse por las tertulias más cañeras de la TDT, pero quizá no para ganar votos en tu tierra.
De aquí a los comicios regionales, sobre Barreda pesará el demérito de no haber sido capaz de sacar adelante la reforma estatutaria. Es un fracaso personal porque fue él, desde que accedió al palacio de Fuensalida, quien impulsó este proceso frustrado. Sólo el desahuciado ‘Plan Ibarretxe’ y el Estatuto de Canarias habían naufragado hasta ahora en la Carrera de San Jerónimo. Sin embargo, creo que Barreda tiene tres argumentos objetivos que puede esgrimir a su favor. Primero, que había convencido al Grupo Parlamentario Socialista para apoyar el Estatuto, tal como quedó claro en su voto en la ponencia de la Comisión Constitucional. Segundo, el presidente de la Junta puede recordar (y supongo que lo hará desde ahora hasta las elecciones de 2011), que Cospedal apoyó exigir la caducidad del trasvase Tajo-Segura para luego despreciar incluso la fijación de una reserva estratégica. Y tercero, que ni la oposición en Valencia, Murcia, Andalucía o Aragón se habían atrevido a hacer lo que en Castilla-La Mancha ha hecho el PP, que es desmarcarse de lo pactado en el texto enviado al Congreso. O lo que es lo mismo: no apoyar al Gobierno de tu comunidad.
Pienso que Barreda hizo muy bien en recordar que el trasvase del Tajo es el único que está en funcionamiento en toda España. No se puede acusar ni a Castilla-La Mancha ni a Guadalajara de egoísmo cuando aquí hay pueblos en los pantanos de cabecera que sufren problemas de abastecimiento. Pero dijo también Barreda que, con este proyecto de reforma, Castilla-La Mancha ha “ganado la batalla de la información y de la imagen”. Francamente, nada me gustaría más que tuviera razón, pero me temo que la bandera de la solidaridad, ya sea para las nucleares o para los pantanos, sigue siendo válido para nuestra tierra y no en cambio para el resto de territorios. No hay manera de hacer ver al resto de España por qué siempre la solidaridad la tienen que poner los mismos. Y no hay manera de hacer ver por qué esos mismos tienen que ser siempre de Guadalajara.