La Garlopa

Es que el problema no sólo es de confianza, ni de resultados, ni de datos terroríficos. El problema es de credibilidad de quien tiene la obligación, precisamente, de infundir crédito. Una metedura de pata en una web oficial hizo que ABC se enterara del dato que hoy lleva a su portada: España ya está en el 20% de tasa de paro. Es decir, más de 4.600.000 parados. Es una cifra desalentadora que ya no deja resquicio al Gobierno, sobre el que creo que pesará como una agonía este tramo final de la Presidencia europea. La sociedad se hunde en el fango y nadie del Gobierno ha salido hoy a dar la cara. Nadie actúa, nadie da un paso al frente, nadie dirige, y si lo hace no lo aparenta. Uno puede ser más de izquierdas o de derechas, incluso de ese invento raro del centro. Lo que no se puede es ser de un Estado que sobrepasa tal índice de desempleo. El país se emprobrece. La economía se deteriora. Las empresas no cobran. Los proveedores no pagan. Las facturas asfixian la actividad. Y el trabajo va desapareciendo en nombre del progreso y del ahorro de costes. El Roto decía hoy en su viñeta de El País: «Los emprobrecidos por la crisis están poniendo en peligro a los bancos que la crearon». Me parece una frase certera y genial. Podemos discrepar en el diagnóstico: todavía hay mostrencos que discuten la cuota de culpa que tiene la derecha política y económica: la buena vida, el pelotazo, el crecimiento enladrillado, las gananancias desorbitadas, la cultura del «llevátelo crudo» y la España de los Correas y Julianes Muñoz. Ahora hay que decir que la gestión de la crisis está siendo horrenda. Esto no va. Esto se hunde. Pasar del 20% de paro es lo mismo que estar abocados al fracaso, a la desilusión y al hartazgo social, sólo atemperado porque gobierna el PSOE y no el PP. Y la gente del PP no se mueve bien en la calle… ¿Por qué no hay más manifestaciones? ¿Por qué la gente no protesta más? Y el problema no sólo es el paro. También lo es la gente sin trabajo, pero que no figura en las listas del viejo Inem. Sobre todo, jóvenes. Jóvenes preparados, con carreras y experiencia laboral que no encuentran su hueco en el mercado porque el mercado se reduce y se comporta de forma excluyente y egoísta. Jóvenes que tienen que conformarse con la tristeza de un subsidio o de un trabajo de mierda. La política no sobrevivirá si a la gente no se le da un empleo. Es obvio, pero por lo visto también una utopía. El riesgo es acabar como Grecia o Italia. O peor aún, como Ucrania, a tortazo limpio, pero no por la memoria histórica ni por el juez Garzón, sino por llevarse el pan a la boca.

Un país camino de los 5 millones de parados es un país en quiebra. En emergencia. Y eso no hay pueblo que lo aguante.

ABC 27.04.2010