Mujer rural
He dicho y he escrito muchas veces, allí donde me han dado la oportunidad de hacerlo, que existe en Castilla y León una sensibilidad mayor hacia el medio rural que en Castilla-La Mancha. Ignoro por qué, quizá por el efecto estrambótico de un discurso oficial que pretende vendernos sólo modernidad en lugar de modernidad y respeto a la tradición, pero el caso es que Castilla y León mima, cuida y difunde mejor sus pueblos y todo lo que acarrea un entorno todavía muy ligado al sector primario. Y eso incluye no sólo a la clase política o dirigente, sino también a la prensa regional, en la que es habitual encontrar reportajes, artículos, columnas de opinión y hasta portadas donde se pone en primera plana la realidad de un medio rural todavía marcado por la despoblación, las desigualdades y la falta de cohesión territorial.
Esta mañana, el Norte de Castilla lleva a su portada un asunto crucial: la situación de la mujer en el medio rural, aprovechando que mañana 8 de marzo es el Día Internacional de la Mujer. Una conmemoración, por lo demás, algo huera, pero que en este caso sirve para recordar el papel fundamental que la mujer ha desarrollado en el agro. Aquellos que tengan raíces en los pueblos sabrán de lo que hablo: mujeres que iban a trillar y luego tenían que ocuparse de todas las tareas de la casa; abuelas que iban a escardar y luego se afanaban en limpiar, cocinar y atender a la familia. Esa es la realidad de antaño que aún sigue teniendo sus huellas no sólo en los pueblos de Castilla (leonesa o manchega), sino en todas las áreas rurales del Estado.
La agricultura está por los suelos, el turismo es una teta que no da para tanto como algunos pregonan y la ganadería es, quizá, el último reducto de nuestros pueblos. Pero la situación de desamparo que el campo vive en general se nota especialmente en las mujeres. Porque son las que más laboran, porque buena parte del futuro del medio rural se sustenta en su trabajo y porque han sido, desde siempre, las grandes olvidadas.