Más comunicación
Qué casualidad, ayer hablamos de la comunicación del Gobierno y hoy se ha despedido Nieves Goicoechea como secretaria de Estado de Comunicación. Se va, oficialmente, por motivos personales. Al parecer, está claro que no ha encajado en el equipo, especialmente, con De la Vega, quien siempre la vio con recelos al ser una persona próxima a Antonio García Ferreras, hombre fuerte de La Sexta. Su sustituto en el cargo es Félix Monteira, ex director de Público, ex director de Cinco Días, ex director de la edición gallega de El País y ex periodista de esta cabecera durante muchos años. Por cierto que en El País deben estar dando saltos de alegría con Moncloa: Zapatero ha vuelto a catapultar a uno de los defenestrados de Prisa…
Algunos de los veteranos periodistas de El Mundo se mostraban de acuerdo esta mañana en el periódico. A casi todos les he escuchado decir que Monteira lo hará muy bien como secretario de Estado porque es un periodista con mucha experiencia y especializado en economía. Y además no es sectario. Es un profesional serio, íntegro, experimentado.
Mi opinión, que no tiene ninguna importancia, es que hay una cosa buena y otra mala en el nombramiento de Monteira. La buena, que un periodista sigue ocupando la Secretaría de Estado de Comunicación, otrora refugio de sindicalistas agrarios, dicho con todos los respetos hacia los sindicalistas agrarios. Y la mala, que no parece muy higiénico que un director de un periódico cuyo grupo propietario está próximo al Gobierno acabe asumiendo, así, directamente, una responsabilidad institucional de ese mismo Gobierno. Seamos coherentes: aunque no es exactamente lo mismo, si en su día criticamos a Esperanza Aguirre cuando nombró director general de Telemadrid al que fue su jefe de gabinete, Manuel Soriano, quizá conviene criticar ahora la última designación de Moncloa.
Dicho lo cual, comparar a Soriano con Monteira en su nivel de rigurosidad y de independencia (demostrada en El País y por eso su salida fue como fue) es como comparar un huevo con una castaña. Tiene por delante un trabajo complicado y muy duro. Incluso para un avezado periodista como él.