El regalo de Aznar
Cuando peor lo está pasando el Gobierno, cuando la crisis económica explota, cuando la sangría del paro sigue su curso, cuando los datos acechan en el cogote, cuando la presión internacional crece, cuando el déficit acumulado se dispara, cuando hay que apretarse el cinturón recortando el gasto público, cuando hay que incrementar la factura de la crisis sobre asalariados, autónomos y pequeños empresarios, cuando los editoriales de la prensa extranjera cargan las tintas, cuando el presidente está en su momento más bajo, cuando las encuestas empiezan a fallar, cuando todo esto sobrevuela sobre el Ejecutivo llega Aznar López y regala un balón de oxígeno a los que se supone que son sus adversarios.
Después de ver que esta foto de Reuters no era un montaje, en Moncloa debieron dar un respingo primero y luego un placentero y prolongadísimo suspiro.
Si Rodríguez Zapatero quiere volver a ganar las elecciones, no hay nada como tener cada mañana a Aznar con alguna de sus ocurrencias en la portada de El País. Es una válvula de escape, un alivio, un recordatorio permanente de que cualquier tiempo pasado, aun con todo, fue peor.
El comportamiento impresentable, infantil y chabacano de todo un ex presidente del Gobierno delante de 20 estudiantes universitarios que lo increpaban es la prueba de que Aznar sigue instalado en el rencor y de que poco o nada va a hacer de aquí a 2012 para ayudar al sucesor que él mismo puso a dedo.
Los insultos nunca son justificables, pero hay que recordar que muchos otros políticos recibieron abucheos y pitos en público y aguantaron el tirón. Porque va en el sueldo y porque responder es como ponerse a su altura. En todo caso, creo que el gesto de Aznar denota, al menos, un par de cosas. La primera, que está fuera de plano, que no ha encontrado su hueco en la escena pública de este país desde que, voluntariamente, abandonó la presidencia de su partido. Y la segunda, que su actitud refleja una manera muy concreta de estar en política. Por encima de diferencias ideológicas, el problema de este señor es que no admite tales diferencias. Durante ocho años de gobierno, sólo se avino a pactar con la oposición cuando necesitó los votos de esa oposición (pacto de investidura con Pujol y Arzalluz) o bien cuando la oposición (léase Zapatero) le tendió la mano (léase pacto Antiterrorismo y pacto por la Justicia). Fuera de esos acuerdos puntuales siempre despreció a la oposición. Y digo despreciar, que no es lo mismo que discrepar o no llegar a acuerdos.
Labordeta recordó anteayer que durante el tiempo en que coincidieron en el Congreso, Aznar no fue capaz de saludarle ni una vez, ni siquiera de dirigirle la palabra más que en los debates sobre el Estado de la Nación. Ese es Aznar. Esa es una manera muy concreta de entender la política y la actividad pública. Ocurre lo mismo que cuando despotrica de su sucesor en el cargo (de presidente a presidente debería exigirse más cortesía) y cuando se dedica a atizar al Gobierno de nuestro país en las numerosas conferencias que da en el extranjero.
Pese a ello, insisto: más que la imagen de España, el principal perjudicado de la constante y reiterada presencia de Aznar en los medios es su propio partido. Y, más concretamente, su próximo candidato a las elecciones. Me parece que los insultos de Aznar a Zapatero son votos de reafirmación de todos los que rechazan el estilo resentido, cínico y bastorro de ser político.
Aznar, John Cobra… ¿hay tanta diferencia?