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19 octubre 2009

SOMOS EL TIEMPO QUE NOS QUEDA

El silencio de la Sierra

"Que la Sierra celebre algo no es novedad porque atesora buena parte del acervo tradicional y fiestero de la provincia. Lo que no es tan habitual es que reserve un día para reivindicarse a sí misma, para pensar en sus cosas. El sosiego, quebrado por la cultura y la naturaleza"
El Decano de Guadalajara, 16.10.09
Raúl Conde

Salir al campo cada mañana es como estrenar el mundo. Lo tiene escrito Miguel Delibes y a fe que cualquiera puede comprobarlo siempre que quiera. El campo es un lugar gratis, apacible y tonificante. Casi todo son ventajas. Hace un par de domingos, en una mañana radiante y algo ventosa, decidí estrenar el otoño claro de Guadalajara paseando solo. En silencio. Buscamos con tanto ahínco la aceleración y el ruido que parar en seco es, además de un gusto, una necesidad. Cuando le concedieron un premio gordo a Vázquez Montalbán le preguntaron en qué iba a invertir la dotación económica que acarreaba. Él contestó: «En comprar tiempo». Ahora lo difícil es comprar el silencio porque todo el mundo habla, chilla y grita. En la tele, en la radio, en los bares. Recuerdo que cuando fui a Marrakech una de las cosas que más me impactaron fue el silencio con el que un bar atestado de gente contemplaba un Atleti-Zaragoza de nuestra Liga. Aquí no. Aquí voceamos hasta dejarnos sordos. Aquí zarandeamos el diálogo con alaridos que convierten a este país en un paraíso del desencuentro. Y así nos va, claro. 

El silencio es hermoso si es voluntario, como la soledad. En caso contrario, resulta mortificante. Manu Leguineche ha repetido hasta la saciedad que Brihuega es la capital mundial del silencio. Quizá también lo es cualquier pueblo de esta provincia. Porque existe un silencio esplendoroso: el de leer la prensa mientras llega el desayuno, el de pasear entre pinares, el de la mirada desde el Alto Rey, el de una dehesa inabarcable. Pero existe otro silencio menos gratificante y mucho más terco: el de las plazas vacías de nuestros pueblos, el de la resignación, el de los inviernos del demonio. Ramón de Garciasol escribió un poema que se titula Canción del silencio de Castilla y que viene al pelo de lo que está ahí, muy cerca, en cualquiera de nuestros rincones:

Huele el campo que alimenta
de serenidad, y canta
un sabor en la garganta
que va de romero a menta.

Disuelve el terrón reseco,
silencio, y dale a la tierra
arada. Rellena el hueco
de sombra con luz de sierra,
y ponme a cantar a coro
con el color de la jara,
con el arbolillo de oro
-cuatro hojicas en la vara-,
con el arroyo serrano
y el pájaro que gotea
uvas de armonía. Sea
grano de trigo en verano
y buche de agua marcera,
y carmín en el poniente,
sagrada sombra de higuera
y diamante en el relente. (…)
Corta la invisible rosa.
Está crecida Castilla
de silencio para trilla
de corazones, esposa.

Los versos del poeta de Humanes funden el ritmo cadencioso del campo de Guadalajara con “los pensamientos fríos de invierno”, que son cosas bien distintas. Pero siempre hay una buena ocasión para despertar. La Sierra de Guadalajara celebra mañana, 17 de octubre, su segundo día festivo en Galve de Sorbe. Que la sierra celebre algo no es novedad porque atesora buena parte del acervo tradicional y fiestero de la provincia. Lo que no es tan habitual es que reserve un día para reivindicarse a sí misma, para pensar en sus cosas. El sosiego, quebrado por la cultura y la naturaleza. La Asociación Serranía de Guadalajara ha aunado voluntades, ha encandilado a ayuntamientos y ha sumado esfuerzos de las administraciones públicas –para que luego digan de los políticos- y ahora regresa lo que ya echó a andar el año pasado en Hiendelaencina. El objetivo es romper el mutismo de la comarca, pero sin estridencias. Es decir, en armonía con sus gentes. Las carreteras, internet, las comunicaciones… Todo ello está en eso que Garciasol llamó “pensamientos fríos”. Sin embargo, existe una manera constructiva y, a la vez, divulgativa de exaltar lo que aporta la Sierra y los serranos a Guadalajara: Indagar en sus raíces, conocer su pasado, recuperar sus juegos, cantar sus poesías, bailar sus danzas y catar su pitanza. Por eso se celebra el II Día de la Sierra. Y por eso mañana, al menos por un rato, está permitido el bullicio en medio del estruendoso silencio de la Serranía.

1 comentario

  1. Enrique dice:

    Muy buen artículo, Raúl, como siempre. Quien pudiera estar por esas tierras más a menudo.

    Espero que las buenas ideas sigan convirtiéndose en ilusionantes realidades. La Asociación, el Día de la Sierra y ahora el periódico. Mucha suerte.

    Un abrazo, Quique.

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