Corbacho y la hoja de otoño
A Celestino Corbacho no lo trajo Zapatero al Gobierno para lidiar con el paro. Lean las primeras entrevistas que concedió a la prensa cuando fue designado ministro y verán sus prioridades. Lo trajo para arreglar el problema de la inmigración, terreno en el que el ex alcalde de L’Hospitalet se mueve como pez en el agua tras su larga experiencia al frente de la segunda ciudad de Cataluña.
El 12 de abril de 2008, cuando fue nombrado ministro de Trabajo e Inmigración, la tasa de paro era un 43,4% menor a la de ahora, y no había estallado la crisis económica en su plenitud. Vino para resolver la inmigración y al final le ha tocado lidiar con el marrón más grande que se ha encontrado un político en democracia en España. El paro se ha convertido en asunto de Estado y la inmigración participa directamente del drama. Y hoy ya ha anunciado que, aunque el trimestre será mejor que en 2008, el desempleo continuará creciendo.
Corbacho es un político hábil, prudente y discreto que no tiene formación académica ni preparación para afrontar una reforma del mercado laboral que permita dar trabajo a los tres millones y medio largos de parados que tiene este país. ¿No nos exigen a los jóvenes estar muy preparados, tener no sé cuantas carreras y másters incluso para trabajos sin cualificación? Pues que se apliquen el cuento en la Administración y en la función pública.
Una compañera del área de Economía me decía anteayer que, en más de una ocasión, Corbacho ha implorado a los periodistas que no le pregunten sobre asuntos espinosos porque necesitaba tiempo «para empollarse sus deberes». Pero eso era al principio. Ahora debe responder a todo y casi nunca termina dando con la tecla. Sin embargo, goza del favor de la mayoría de la prensa. La progresista no le ataca porque sabe que quien está pilotando la política de empleo (desde la ruptura del diálogo social en julio) es el propio Zapatero. Y la de derechas porque Corbacho cae bien, es cortés, no se mete demasiado con el PP y además ha mantenido siempre un discurso sobre los inmigrantes que suena bien a oídos de los conservadores.
Hasta aquí, ninguna novedad. La noticia esta semana ha sido el desplante al que le han sometido sus compañeros. El portavoz del PSOE en el Congreso, José Antonio Alonso, ha corregido a Corbacho ampliando la ayuda de los 420 € al 1 de enero, con efectos retroactivos, y pactando esta medida con los grupos de la izquierda en el Congreso. El propio Zapatero, al parecer, no comunicó ni a Corbacho ni a Salgado sus planes de ampliar esta ayuda que, por definición, siempre se quedará corta. España atrapada en la crisis y los ministros descoordinados. El ejemplo que ha dado el Gobierno en los últimos días no es precisamente edificante ni alentador. Hace bastantes semanas que dije en este blog que la vicepresidenta De la Vega, a quien le persigue la fama de gobernanta y persona capaz, no está haciendo bien sus funciones. Es posible que Zapatero abuse de ‘presidencialismo’, pero la función política interior de De la Vega es precisamente coordinar toda la acción de Gobierno. Para eso es portavoz y ministra de la Presidencia. Y eso hace meses que no lo está haciendo bien. Al menos en mi opinión.
La suerte para Moncloa es la oposición que tiene enfrente. Los grupos de izquierda fueron incapaces de aportar nada nuevo a lo de los 420 € en su negociación con el PSOE y el PP sigue enredado con lo de las escuchas, con una De Cospedal en plan Álvarez Cascos, pero sin doberman. El otro día los populares dieron su apoyo al plan del Gobierno contra la gripe A y además González Pons, de forma sorprendente, evitó criticar a Interior por la fuga de la etarra Aranalde. Es lo de siempre: el peligroso equilibrio entre una oposición responsable y constructiva o estéril. Y Rajoy, que ha elevado el tono de las críticas al Ejecutivo, sigue sin concretar qué haría él en caso de gobernar para sacar a España del atolladero. No hay plan ni propuestas ni soluciones. Sólo críticas y hasta la prensa más o menos afín le ha sacado los colores últimamente. El PP, hasta el momento, es un chollo de oposición. Deben creer en este partido que Zapatero, como las hojas de otoño, caerá por su propio peso. Pero la historia es que ya creían eso en 2008.