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25 agosto 2009

REPORTAJE

Castillos en el aire digital

El portal turístico de Castilla-La Mancha en Internet ofrece cinco rutas por algunos de los castillos de Guadalajara que están en peor estado de conservación
Vender las excelencias turísticas de una comarca, una provincia o una región a través de internet es algo imprescindible en los tiempos que corren. Otra cosa es que, en el intento de exhibir virtudes, se acabe recurriendo, a monumentos que quizá no están demasiado preparados para recibir turistas. Este es el caso de algunos castillos en las rutas que propone la Consejería de Turismo de Castilla-La Mancha en sus folletos y en su página web. Cinco magníficos itinerarios jalonados por algunos edificios históricos que están en perfectas condiciones. Pero también por otros que, o bien se encuentran muy deteriorados o no se pueden visitar, como el Alcázar de Guadalajara o los castillos de Riba de Santiuste y Galve de Sorbe. ¿Quién diseña y quién redacta las rutas por los castillos de Guadalajara que aparecen en las publicaciones de la Junta?
El Decano de Guadalajara, 21.08.09
Raúl Conde
El Decano de Guadalajara, 21.08.09

El Decano de Guadalajara, 21.08.09

“Si has construido un castillo en el aire, no has perdido el tiempo, es allí donde debería estar. Ahora debes construir los cimientos debajo de él”. Cuando el escritor Bernand Shaw escribió esta frase quizá no pensó nunca en los castillos de Castilla-La Mancha ni tampoco en los de Guadalajara, pero lo cierto es que la cita les viene al pelo. Guadalajara es, según todos los expertos en castellología, una potencia en fortalezas. Posee medio centenar de castillos, aunque 35 están en diferentes fases de ruina. Unos pocos, los menos, se encuentran en buen estado y además gozan de utilidad: Sigüenza o Torija son los exponentes más claros en Guadalajara. Otro grupo, mucho más numeroso, ha sufrido algunas intervenciones de restauración y, en mayor o menor medida, están en buen estado aunque sin utilidad aparente: Jadraque o Molina. Y luego aparece otro grupo que, por desgracia, lo conforman los castillos más olvidados de la provincia, aquellos que, siendo propiedad pública o privada, no han recibido la atención que se merecen y han entrado en un proceso de deterioro progresivo: Galve de Sorbe, Riba de Santiuste o La Torresaviñán, por poner tres ejemplos lacerantes.

La Administración que tiene adjudicadas las competencias en materia de turismo, la Junta de Castilla-La Mancha, hace tiempo que decidió que los castillos, estén como estén, iban a ser un puntal de la oferta turística regional. Y en ello están, aunque las inversiones en el patrimonio que más lo necesita no se corresponden con esta decisión. De esta forma, es curioso contrastar el estado real de algunos de los castillos que se publicitan en los folletos y las páginas web de turismo de Castilla-La Mancha. En algunos casos, la propaganda es fiel a lo que el turista se encuentra en el lugar de destino. Edificios de gran interés histórico y artístico en un aceptable estado de conservación. Sin embargo, en otros casos, cualquier parecido de lo que se “vende” en los folletos con la realidad es pura coincidencia.

Cinco itinerarios

El portal turístico de la comunidad es aquel que se aloja en la dirección www.turismocastillalamancha.com. En esta página web, si el usuario pincha en la opción “Ruta de los castillos de Castilla-La Mancha” observará que en el caso de Guadalajara aparecen cinco rutas diseñadas para cinco fines de semana. Estupendo. Fabuloso. Lo raro viene después, al entrar en detalle.

El primer itinerario recorre Guadalajara y la Alcarria: El Alcázar y sus murallas, los torreones del Alamín y Alvar Fáñez (en la web aparece mal el nombre), el castillo de Torija y el castillo de la Peña Bermeja en Brihuega. El segundo itinerario viaja hasta el Señorío e incluye los castillos de Molina, Santiuste (Corduente) y Zafra (Campillo de Dueñas). La tercera ruta habla de “Los castillos del Señorío de Sigüenza”, en un alarde de fantasía histórica con una tierra que jamás fue Señorío, pero el caso es que propone visitar los castillos de Sigüenza, Palazuelos, Riba de Santiuste y Atienza. El cuarto fin de semana invita al turista a “seguir los pasos de la Arquitectura Negra”, pero incluye sólo los castillos el Cid, en Jadraque, y de Galve de Sorbe, ninguno de los dos ubicados en esa zona del Ocejón. Y, finalmente, el quinto recorrido abarca la zona sur de la Alcarria a través de los castillos de Pioz, Pastrana, Zorita de los Canes y, en un alarde de surrealismo, el castillo de Almoguera.

Cualquier sugerencia turística es positiva y máxime si se hace en territorios tan necesitados de una inyección económica como algunos por los que discurren estas rutas castilleras. Sin embargo, sorprende la utilización con fines turísticos de edificios históricos que no están aptos para el visitante o que se encuentran en un pésimo estado de conservación.

Alcázar, sólo vestigios

Para empezar, en Guadalajara capital, sorprende la inclusión del Alcázar. El Ayuntamiento, junto a otras administraciones públicas, lleva mucho dinero empleado en intentar rehabilitar este edificio histórico, pero lo cierto es que los resultados todavía no son demasiado visibles. Por su situación geográfica, Guadalajara se convirtió en una plaza estratégica de las campañas califales. Sin embargo, ahora ya no ocupa una posición estratégica en cuanto a inversión pública en patrimonio. Lo que queda del Alcázar son ruinas, algunas más valiosas que otras, pero ruinas. Es un singular edificio cuya historia se remonta, al menos, al siglo XIII, manteniéndose en uso, si bien con algunas fases de abandono y saqueo, hasta el siglo XX. Durante todos esos años fue castillo, palacio real, fábrica de tejidos, cuartel y colegio de huérfanos, aunque los restos hoy visibles pertenecen mayoritariamente a la época bajomedieval. Actualmente, está declarado Bien de Interés Cultural (BIC), como todos los castillos y murallas de España.

En 1833 el edificio abandonado recuperó su carácter militar al acoger a los cuarteles de San Carlos y Santa Isabel. Fue remodelado en 1860, conforme a lo proyectado por los ingenieros militares de la Academia Superior. Posteriormente fue sede del Tercer Regimiento de Ingenieros y del Batallón de Aerostación. El Colegio de Huérfanos de la Guerra se hallaba en el Palacio del Infantado pero, debido a la falta de espacio, se decidió trasladar la sección masculina al Cuartel de San Carlos en 1897. En 1936 fue bombardeado e incendiado, quedando al descubierto los enmascarados muros perimetrales de la fortaleza medieval, estado en el que permanece en la actualidad. De la fortaleza medieval sólo permanecen hoy en pie sus muros perimetrales, que presentan numerosas alteraciones, fruto de su larga historia constructiva.

El Quijote en Castilnuevo

En la Tierra de Molina, la utilización con fines turísticos del castillo de Santiuste, en Corduente, sí responde más a la lógica. Está restaurado por su propietario, Antonio Ruiz Alonso, que ha invertido más de treinta años en rehabilitar un edificio que ahora ofrece diversos servicios, como comidas y cenas medievales. Para acceder a este conjunto, la propia web de turismo de la Junta alerta: “Al ser de propiedad privada hay que contactar previamente con el propietario a través de la oficina de turismo de Molina de Aragón o a través de Promociones Turísticas Castillo de Santiuste S.A.”. Otro castillo particular del territorio molinés, el de Zafra, en Campillo de Dueñas, también es de propiedad privada, y eso limita su acceso. El dueño, fallecido recientemente, era Antonio Sanz Polo. En todo caso, tanto el castillo de Santiuste como el de Zafra merecen una visita. No sólo por los recintos que albergan, sino por las vistas que se pueden disfrutar del Barranco de la Hoz y de la Sierra de Caldereros, respectivamente. Pero Molina tiene más castillos que no se muestran ni se venden a ojos del visitante, quizá por prudencia. Por ejemplo: Establés, en muy mal estado de conservación, aunque la torrecilla está bastante entera; Fuentelsaz, del que sólo quedan algunos vestigios; Villel de Mesa, que está en ruinas; Cobeta, del que se restauraron en 1996 la torre del homenaje y el aljibe; La Yunta, cuya torre ha sido parcialmente rehabilitada; y los de Algar de Mesa y Ocentejo, ambos en estado de ruina. Sin embargo, algún castillo privilegiado sí está siendo reconstruido, como el de Embid, a través de fondos procedentes del Gobierno central, aunque tampoco se ha aclarado cuál será su futuro uso. 

Un caso especial en el Señorío es el del castillo de Castilnuevo, que se levanta sobre un altozano que domina levemente el caserío del pueblo. Se levantó probablemente en el siglo XII, aunque ha sufrido profundas remodelaciones desde entonces, con añadidos incluso a sus muros de edificaciones del pueblo, lo que han desfigurado casi totalmente su fisonomía. O sea, un prodigio de conservación. Donde mejor se conserva y se puede apreciar su aspecto de fortaleza es en la fachada sur o principal, a pesar de las construcciones anexas a sus pies. En todo caso, si el castillo está algo deteriorado, siempre se puede buscar una buena excusa para atraer al turismo. La web de la Junta lo tiene claro y recurre, cómo no, al Quijote: “Es de reseñar que este lugar figura, con toda probabilidad, en una de nuestras más señaladas piezas literarias cual es el Quijote de Cervantes. En la aventura de la «ínsula», el castillo de los duques y las diversas peripecias que en él ocurren, pueden identificarse aquí, en Castilnuevo, lugar que el autor conoció personalmente, así como a sus señores, y consideró que podía servirle de base a su graciosa y significativa peripecia”.

Ruinas turísticas serranas

El tercer y cuarto itinerario que propone la web de turismo del Gobierno regional discurre por la Serranía, primero por las tierras de Sigüenza y luego por las estribaciones del Alto Rey y del Ocejón. La Sierra es pródiga en castillos, pero no todos disfrutan del estado de conservación y de uso del castillo de Sigüenza, convertido en Parador de Turismo. Los hay que tienen mucha peor suerte, aunque eso no es desdoro para que los gestores públicos del turismo deciden que también merece la pena atraer visitas turísticas. Quizá para que el personal contemple unas ruinas bien asentadas. O cascotes de piedra esparcidos por los alrededores de algunos edificios. O maleza. O basura. O acaso también para ver cómo cualquier tiempo pasado, en algunas cosas, fue mejor. Al menos para los castillos.

Los casos más ‘sangrantes’ de la Sierra son los castillos de Riba de Santiuste y de Galve de Sorbe. Ambos de propiedad privada. Ambos del mismo dueño: Enrique Calle Donoso. Ambos en un estado lamentable de conservación, que supone un peligro civil para todo aquel valiente que decida saltarse la ley y adentrarse entre sus muros. Y ambos, curiosamente, se incluyen como visitas de interés en el espacio digital que la Junta dedica al turismo de castillos en Guadalajara. Cabe advertir al visitante que el panorama que se otea desde estos dos edificios resulta espectacular. En la Riba con la comarca del Salado a sus pies y en Galve con vistas al Alto Rey, el Hayedo de Tejera Negra y el macizo de Ayllón en lontananza. Pero las piedras de sus castillos cada vez están peor.

Unos kilómetros más allá de Palazuelos, donde otro formidable castillo ha sido coronado con la construcción de un chalet entre sus torres, aparece Riba de Santiuste. El castillo, situado en una loma cercana al pueblo, es precioso. Imponente. La web de turismo de la Junta indica lo siguiente: “Reconstruido en el siglo XV y vuelto a destruir parcialmente en el siglo XIX, su caserío iría perdiendo importancia estratégica, llegando a la ruina, de la que ha salido recientemente gracias a una acertada restauración de iniciativa privada”. ¿Una acertada restauración de iniciativa privada? Más aún, la misma web añade en lo referente a horarios: “Es propiedad de un particular. La visita sólo se puede realizar exteriormente, siendo el estado exterior de conservación aceptable”. ¿Estado aceptable de conservación? El castillo de la Riba de Santiuste está abandonado por su dueño. Es cierto que no se encuentra en ruinas, pero su visita no se permite por estar en manos privadas. El interior no está en buen estado y acumula maleza y basura. El cronista oficial de la provincia, Antonio Herrera Casado, escribe: “En los últimos años ha recibido la restauración y sufrido la destrucción de un incendio, tras haber sido abandonado por la propiedad” (Guía de campo de los castillo de Guadalajara, 1999).

Y en Galve de Sorbe ocurre algo parecido a la Riba. El castillo de esta villa serrana es uno de los monumentos de mayor valor histórico de la comarca. Fue levantado en el siglo XV por la familia Estúñiga sobre otro anterior del Infante Don Juan Manuel. Posteriormente, pasó a la Casa de Alba, que se deshizo de él, junto a otros bienes. Al final acabó siendo subastado por Hacienda a mediados de los años setenta. Un empresario catalán lo compró por un millón de las antiguas pesetas, aunque acabó revendiéndolo a su actual dueño. El castillo sufrió obras que alteraron su composición en la década de los ochenta, realizadas sin un proyecto técnico adecuado y sin atender a criterios arquitectónicos ni profesionales. Bellas Artes paró las obras ante la escabechina que estaba ejecutando el propietario. Después, el castillo se ha sumido en el olvido, deteriorándose de forma alarmante. La Asociación Cultural “Castillo de Galve” puso en marcha hace tres años una campaña para movilizar al pueblo y a las instituciones por el castillo. La Junta ha obligado al dueño a presentar un proyecto arqueológico que garantizaría la salvación de la fortaleza, aunque de momento no ha empezado a ejecutarse. A diferencia de la Riba, al menos en el caso de Galve la web de la Junta tiene el detalle de advertir al futuro visitante del estado de conservación y de que “sólo es visitable el exterior”. Y aún así, que lleven cuidado los turistas porque pueden tropezarse con las piedras que se caen cada año de la torre del homenaje.

Pero ni Galve ni la Riba son los dos únicos castillos de la Sierra que merecen una visita. En la página de internet de la Junta no aparece el castillo de Cantalojas, conocido como “De los moros” o “Diempures”, que se encuentra en una ruina casi integral. Sí se recoge, en cambio, el castillo de Jadraque. Se trata de una fortaleza hermosísima, situada en una loma desde la que se divisa buena parte de la Alcarria y de la Sierra. En cambio, el castillo es un erial. Bonito por fuera y vacío por dentro. La Administración, en este caso el Estado, ya ha invertido dinero en este recinto con cargo al 1% Cultural procedente del Ministerio de Fomento. Ahora el pueblo reclama a la empresa Henarsa, gestora de la autopista R-2, que cumpla sus compromisos con este castillo. El caso es que el visitante sube al cerro, llega al castillo y se encuentra unas vistas magníficas, pero un edificio sin contenido ni uso. Ni siquiera un cartel señala el nombre del castillo, la fecha de construcción y cuatro rasgos básicos. Conclusión: El turista, si quiere enterarse de algo, deberá hacer acopio de información antes de visitar esta admirable fortaleza.

 
DETALLE

El castillo de Almoguera, también turístico

La comarca alcarreña protagoniza la quinta ruta por los castillos de Guadalajara que recoge la página web de turismo de Castilla-La Mancha. El capítulo se titula “Por los vestigios de historia de la Alcarria Sur”. Incluye los castillos de Pioz, Pastrana, Zorita de los Canes y Almoguera. Salvo el Palacio Ducal pastranero, el resto de los edificios mencionados no está preparado actualmente para recibir la visita de turistas. Ni por su estado de conservación, ni por los accesos, ni por la información que recibe el visitante en cuanto a ornamentación o cartelería. El castillo de Pioz, situado cerca del casco urbano, está en proceso de restauración y excavaciones arqueológicas desde hace varios años. No tiene uso, aunque la visita es libre porque la propiedad es municipal. En el caso del castillo de Pastrana, la web turística regional puede llamar a engaño: en realidad se trata del Palacio Ducal, soberbio ejemplo renacentista. En 1997, la Universidad de Alcalá de Henares adquirió el palacio para restaurarlo, aunque su uso es limitado. Se hacen visitas guiadas y se puede acceder los fines de semana. Por su parte, el caso de Zorita de los Canes resulta singular. El Castillo-Fortaleza de la localidad de Zorita de los Canes, fue levantado por los árabes en los siglos XII y XIII muy cerca de la ciudad visigoda de Recópolis, orilla izquierda del Tajo. Está declarado Monumento Histórico-Artístico desde 1931. en el año 2000, el Ayuntamiento de Zorita pagó simbólicamente una peseta de la época de Pedro I el Cruel a Enrique Becerril, su propietario. Ahora el castillo ha recibido una subvención procedente del 1% Cultural de Fomento, pero ha sufrido peligro de desprendimiento. Y, por último, el castillo de Almoguera, también presente en los itinerarios turísticos elaborados por la Junta. Es un castillo de origen árabe parcialmente destruido a mediados del siglo XV. Ahora está ubicado en una zona de recreo y el acceso es libre al ser propiedad del Ayuntamiento. La pega es que sus vestigios fueron rehabilitados en 1998 “de manera inventiva y desafortunada”, según señalan los expertos de la web Castillos.net. Y prosiguen: “Las obras, aunque cargadas de buenas intenciones, no han hecho sino desfigurar la esencia del antiguo y primitivo castillo medieval, que ha sido transfigurado en un parque con almenas en lo alto del roquedal donde se asentó la antigua fortaleza”. Así que esto es lo que se encontrará el turista que haga caso de la información sobre castillos facilitada por la Junta de Castilla-La Mancha.

2 comentarios

  1. Enrique dice:

    Como siempre, un artículo muy interesante, Raúl. Y, como siempre también, cargado de razón. Ojalá sirviera para que las administraciones se pusieran las pilas e hicieran lo que tienen que hacer para conservar nuestro patrimonio.

  2. Raúl Conde dice:

    Muchas gracias Enrique. En el artículo me he quedado corto, podría haber hecho más hincapié aún en los castillos que son de propiedad privada y, aun estando en buen estado, están vetados al público. Ese es otro tipo de «turismo» que merecería la pena. Los esfuerzos de divulgación de la Junta, o de cualquier institución, son loables, pero quizá deberían afinar más con los textos y la selección de materiales.

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