Cautivos de Cristina Morató
La Feria del Libro de Madrid es un acontecimiento a medio camino de lo literario y lo telúrico. La combinación de los libros, los libreros y los autores con un escenario como el Retiro concede una sobredosis de energía, tan necesaria en estos tiempos de abulia política y credos insoportables. Y además estamos en primavera. Almudena Grandes escribe en El País Semanal: “Los libros recién hechos huelen bien, a primavera. La primavera huele a libros nuevos, esa fragancia inefable para la que no existen adjetivos ni sinónimos posibles, el olor que desprenden las flamantes cubiertas plastificadas, la intacta tirantez de los lomos adolescentes, tersos aún, sin una arruga”. Cada libro es un grano de trigo nuevo en esta montaña que hacemos entre todos. Las mañanas entre la primavera y el verano invitan a salir de nuestras guaridas y abandonarse al placer de una lectura. O de varias. Sólo el tiempo o las prisas pueden impedir semejante goce, tan barato, tan liviano, tan sutil. Uno de esos libros recién hechos y con las flamantes cubiertas de las que habla la autora de “El corazón helado” es el nuevo título de Cristina Morató: Cautiva en Arabia (Plaza y Janés, 415 págs.). Léanlo, pero sobre todo léanlo en este final de la primavera que atiza los sentidos y potencia aquello que Rosa Montero llamó “la loca de la casa”. O sea, la imaginación.
Cristina Morató es la Morató, a secas. Un torbellino de persona. Un carácter arrollador. Una sonrisa contagiosa. Y una capacidad magnífica para descubrir historias. Es natural de Barcelona, pero ha triunfado en el periodismo de Madrid y tiene su refugio entre los alcores y las planicies que rodean a Hita. Le encanta la Alcarria y lo pregona allí donde puede, cosa que no es extraña porque tiene esta tierra una capacidad de atracción indisimulada para una nómina ingente de literatos: Cela, Gautier, Galdós, Ferlosio, Leguineche o Sampedro. ¿Qué tendrá la Alcarria para ser tan fértil en el terreno de las letras? Es posible que ofrezca la quietud necesaria para pensar. Pero es posible también que inspire países y épocas que nos pillan a trasmano. Ahí están sus pueblos quejumbrosos, sus paisajes agrestes y hasta sus llanuras de impronta africana. Quizá por eso Cristina Morató, una enamorada de África, tuvo un aterrizaje rápido en la Guadalajara escondida. En algunos de sus anteriores volúmenes ya demostró dos cosas. Primero, un profundo conocimiento de un continente que tenemos a dos pasos geográficos, pero a miles de pies en nuestra mente. Y segundo, se destapó como una excelente narradora en éxitos editoriales como “Viajeras, intrépidas y aventureras” (2001), “Las reinas de África” (2003) y “Las damas de Oriente” (2005). Son libros traducidos a varias lenguas que tienen la virtud de ensanchar nuestra mente y rescatar personajes históricos que, de otra forma, quedarían para siempre aplastados en el olvido o en las hemerotecas.
El trabajo que acaba de sacar a la luz, Cautiva en Arabia, recrea la historia de Marguerite Clérisse, la condesa Marga d’Andurain, espía y aventurera en Oriente Próximo. Nacida en Bayona, pertenecía a una familia de la burguesía vascofrancesa. Decidió tirar por la borda el destino plácido que le esperaba y se embarcó en múltiples viajes. Según la autora de su biografía, “fue una mujer adelantada a su tiempo, rebelde y apasionada”. Viajó a El Cairo, Beirut, Damasco o Tánger. Trabajó como espía para los británicos y regentó, junto a su marido, el hotel Zenobia en la ciudad de Palmira, en pleno desierto sirio. Pero no quedó ahí su trayectoria. Instalada en Oriente Próximo, ya divorciada, se marcó el objetivo de convertirse en la primera occidental que entrara en La Meca. Para lograrlo, se casó con un beduino y se convirtió al islam. Dice la autora que el viaje de la condesa al corazón de Arabia fue una auténtica pesadilla, “al ser recluida en un harén y más tarde encarcelada en la terrible prisión de Yidda”. Más tarde decidió traficar con opio en el París ocupado por los nazis. La prensa de la época la calificó como “La reina Palmira”, “La Mata-Hari del desierto” o “La condesa de los veinte crímenes”. Fue una aristócrata que se salió del guión familiar hasta el punto que su madre creía que su hija estaba poseída por el diablo. Su vida parece de fábula, pero no responde a ninguna invención. Todavía hoy es posible recorrer el desierto y seguir los pasos de esta mujer indomable y escandalosa en medio de un calor que, según Lawrence de Arabia, producía una sensación de decrepitud y agotamiento. En cambio, la figura de Marga irradia vitalidad. Casi siempre. Incluso en sus peores horas. Por ejemplo, cuando es detenida acusada de envenenar a Soleiman, su esposo musulmán; cuando sufre atroces dolores como en el harén del palacio de Ali Allmari; o cuando en su celda le asaltan ratas, pulgas, hormigas, chinches, arañas y cucarachas, aterrorizada en medio de la inmundicia de “este barro de residuos humanos”.
El estilo literario de Cristina Morató es similar a su personalidad: directo, atrevido y tan diáfano como el agua que corre por el Badiel. Ni un gramo de grasa adjetival. Su táctica es la del periodismo: sujeto, verbo y predicado. Y un talento fantástico para la descripción de lugares, que por algo ya dejó escrito Pla que describir era tarea más complicada que opinar. La autora domina la historia, los personajes y los diálogos. Traza un retrato completo y detallado de Marga d’Andurain valiéndose de sus memorias, los periódicos del momento y la bibliografía consultada. Ha cotejado cientos de datos sobre la protagonista y ha entablado amistad con su hijo, Jacques d’Andurain, y con su nieta, Julie d’Andurain, autora de un trabajo de investigación sobre la que fue su intrépida abuela. “Cautiva en Arabia” es un lujo de lectura porque aúna la investigación periodística, la literatura de viajes y el relato histórico a través de una vida de película.