Kosovo
Hoy informan los periódicos que la OTAN inicia la retirada de Kosovo, tres meses después del anuncio de la marcha de las tropas españolas. En marzo ya dije aquí que, en este asunto, podrá acusarse al Gobierno de muchas cosas, por ejemplo de errores en las formas, pero no de «imprudencia ni precipitación». El tiempo ha demostrado que la decisión era correcta. Los soldados españoles regresarán antes de que termine el verano. La fuerza de la KFOR se reducirá en dos años de 14.000 soldados a 2.200. No entiendo por qué el secretario general de la OTAN le montó aquel pollo tremendo a Chacón por haber adoptado una decisión que ahora acaba de reafirmar la Alianza Atlántica. Madrid no reconoce la independencia kosovar. Eso, guste o no, es una razón de peso porque la misión de la organización atlántica en la ex provincia serbia no fue conceciba para guarnecer un país que se autoproclama independiente. Y como se ve, aquí lo que priman son los intereses nacionales, no el de las personas que viven en estos territorios tan castigados por la guerra, la violencia y el éxodo.
El caso es que el episodio de Kosovo hizo correr ríos de tinta en la prensa. Todo acontecimiento relevante tiene un trasfondo en los medios, una orientación, un signo que no es casual. Con ocasión de un trabajo para la Facultad de Ciencias de la Información de la Universidad Complutense, en abril elaboramos un análisis de la cobertura mediática en los géneros de opinión de la retirada española en Kosovo. Concretamente, el seguimiento se centró en El Mundo y El País, dos de los periódicos más críticos con la decisión adoptada por Moncloa.
A la luz de los hechos, en apenas dos o tres meses, juzguen ustedes la fugacidad y la levedad de la palabra escrita.