Y cuando despertó, De Grandes seguía ahí
El candidato que llega más en forma a las elecciones europeas es, de largo, Luis de Grandes Pascual. La cita le sobreviene en un estado óptimo y con la reserva a tope. Lo cual es lógico. Tantos años aletargado en la placidez del Parlamento europeo, tantos años cargando las pilas subsumido en la burocracia de la Europa comunitaria, proporciona la suficiente fuerza para llegar a los comicios en plan “¡A mí Sabino, que los arrollo!”. Sólo así se explica la entrada en campaña del número 2 del Partido Popular en las elecciones del 7-J. Se ha mofado del candidato alcarreño del PSOE, se ha negado a debatir con él, ha dicho que Barreda “no es un hombre de honor” por su silencio ante el auto del incendio y ha calificado de “sandeces” las informaciones que le sitúan como uno de los europarlamentarios más perezosos. Ay, la moderación centrista. En Radio Nacional, De Grandes ha revelado que le entusiasma Europa y que le pidió a Rajoy seguir donde estaba. Curioso. Según leímos en La Tribuna hace escasos días, el seguntino aparece en el número 615 de un total de 926 parlamentarios con relación a su volumen de trabajo. O sea, que es uno de los más inactivos de la Eurocámara. Durante cinco años de legislatura, formuló dos preguntas orales, 22 escritas y ninguna declaración por escrito. Sólo ha participado en siete informes y en cuatro propuestas de resolución. Parece normal, sí, que quiera seguir.
Luis de Grandes ha alcanzado en su partido un estatus que, si no comete ningún error de bulto, le permite hacer prácticamente lo que le apetezca. Y nadie le pone trabas. Ni condiciones. Ni pautas. Le pasa lo mismo a Guerra en el PSOE o a Anasagasti en el PNV. Tienen bula para decir o hacer lo que consideren oportuno, siempre que no se salgan demasiado del redil que ellos mismos contribuyeron a formar. Y De Grandes tiene muy bien aprendida la lección. En los ambientes de la política madrileña se ha movido con soltura y eficacia. Antes de recalar en esa amalgama conservadora que representa el PP, militó en las juventudes de UCD y luego en el PDP de Óscar Alzaga. Al final aterrizó en Alianza Popular. Su credo político, la democracia cristiana, le convirtió desde primera hora en un liberal convencido. De palabra y de hechos. Eso no hay quien lo dude. Tanto en Guadalajara como en Madrid siempre se le ha reconocido su inequívoca posición a favor de la democracia en unos tiempos en que la derecha española en general, y la alcarreña en particular, todavía saludaban brazo en alto. Y me parece muy bien. Fue importante que la derecha montaraz, incluso la que caza y sobrevuela la población desde las alturas de su clase social, se inclinara por desterrar una etapa agonizante. Pero, ¿y los socialistas que perdieron la vida para devolver las libertades a este país? ¿Y lo que fue y luchó el Partido Comunista? ¿Por qué la memoria histórica que honra a los conservadores demócratas es constructiva y la memoria histórica que evoca a la izquierda se tilda de revanchista?
Pero vayamos a nuestro tiempo. Quizá habría que ir pensando en pedir cuentas a De Grandes por su experiencia más reciente. Durante los últimos años ha ocupado puestos de relevancia dentro de la órbita del PP. No llegó a ser ministro porque Aznar le mantuvo, durante los ocho años en que éste permaneció en La Moncloa, al frente de su grupo parlamentario. Necesitaba una mano derecha con talante para negociar con los nacionalistas. Dio la talla, aunque sin brillantez. Más tarde, tras el fiasco de las elecciones de 2004, el PP le premió enviándole a Europa y allí ha permanecido hasta ahora. En cambio, al margen de su propia trayectoria, es decir, al margen de sus intereses, la pregunta fundamental que debe hacerse todo aquel que obtiene un escaño por su tierra es qué ha hecho por la misma. Se trata de averiguar en qué se han beneficiado la provincia de Guadalajara y la ciudad de Sigüenza por tener a tan ilustre paisano en la pomada. ¿Alguna iniciativa parlamentaria tal vez? ¿Alguna medida de calado? ¿Algún logro histórico? ¿Alguna reivindicación satisfecha? Nada. La respuesta es nada. Nada que se pueda imputar, de manera personal y directa, a su ejecutoria política. Durante el tiempo que fue portavoz parlamentario del PP, es cierto, se inauguraron la autopista Radial 2 y la estación del AVE en Yebes. Dos infraestructuras elitistas y poco utilizadas de las que Guadalajara se benefició, no por tener un De Grandes en las Cortes, sino por su situación en el mapa. Tampoco desde Castilla-La Mancha ha podido hacer mucho porque, desde siempre, el poder regional es un objetivo político que nunca ha querido afrontar. Esa ganadería, demasiado dura, la dejó siempre para toreros dispuestos a tirar el capote y salir por patas.
Y ahora llega otra vez Europa. En los comicios de la semana que viene repite en la lista del PP y en puesto preferente. Todo lo contrario que Rufino Sanz Peinado, el único alcarreño presente en la candidatura del PSOE. Como va en el puesto 47, De Grandes ya ha dejado claro que no quiere debatir con él. En concreto, matizó: “No tengo tiempo para eso”. Se entiende. Rufino Sanz es un tipo con la cabeza muy bien amueblada. Trabajador, discreto y sin recorrido político fuera de la región. O lo que es lo mismo, poca cosa para un adversario que juega en otra división y que aspira a continuar donde está. Dicen que el cuento más corto de la literatura lo escribió Augusto Monterroso en una sola frase: Y cuando despertó, el dinosaurio seguía ahí. También dicen que el Europarlamento es un cementerio de elefantes. Dejando la fauna a un lado, Antonio Román ha soltado que Luis de Grandes es el político alcarreño más importante desde el conde de Romanones. Un cacique. ¡Toma compañerismo! Pero se olvidó apuntar que Romanones, como mínimo, tenía el detalle de llevarse los ministros a la Alameda.