La Garlopa Diaria

22 abril 2009

La patita

Alfonso Ussía. Fuente: La Razón

Alfonso Ussía. Fuente: La Razón

Es posible que exista una izquierda poco civilizada en este país. Es posible que haya elementos o partidos de izquierda, al margen de Izquierda Unida, que sólo entiendan la política desde la barricada o la cazurrería. Es posible todo eso. Pero mientras la izquierda está fragmentada y clasificada (socialistas, socialdemócratas, izquierdistas (IU), comunistas, anarquistas…), la derecha está toda ella concentrada en torno al Partido Popular y los medios afines al Partido Popular, que parecen lo mismo pero no lo son. Ese fue, según algunos politólogos, el «gran mérito» de Fraga Iribarne: amasar toda la derecha, desde la extrema a los falsos residuos centristas de la extinta UCD, alrededor de unas siglas nuevas que, en sí mismo, no significan nada. Porque, ¿qué quiere decir Partido Popular? Es como las formaciones políticas de Berlusconi: primero «Forza Italia» y ahora «El Pueblo de la Libertad», un bello juego de palabras que no esconconde más que un artificio político de la derecha de siempre, aunque remozada.

Siempre dudo. Ignoro si lo que Fraga hizo fue una metedura de pata o un servicio a la democracia. No sé si es bueno o malo que los nostálgicos del viejo régimen abracen las libertades de manera forzada, pero las abracen al fin, o que estén perfectamente identificados en su diferente tipología: los franquistas, los de la derecha de toda la vida, los democristianos o los liberales, a secas. Quizá a veces nos convendría tener a la extrema derecha bien marcada, como ocurre en Francia, para así poder valorar mejor los impulsos democráticos de la derecha que interesa al país, la que en teoría apuesta por posiciones conservadoras a tope, pero en ningún caso radicales. O sea, para entendernos, Gallardón o Feijoó.

En fin, el caso es que mientras no salga un partido a la derecha del Partido Popular, y no parece que eso vaya a suceder, la marabunta del PP agrupa a todo tipo de sujetos que defienden la democracia sólo cuando conviene. O en apariencia. ¿Que hay que atacar al Estatut de Cataluña? Entonces se invoca la Constitución. ¿Que hay que quitarse de en medio a Ibarretxe? Entonces se dice que la Constitución sostiene que… ¿Que hay que irse a la guerra de Irak? Entonces la soberanía nacional, que reza la Constitución, se va al carajo y aceptamos todo lo que nos mande el amigo americano. ¿Recuerdan cómo llegó Aznar al poder en 1996? Tras una cadena lamentable y vergonzosa de escándalos en torno al Gobierno de Felipe González, de acuerdo. Pero, sobre todo, Aznar llegó a la Moncloa defendiendo el «centro reformista» (visiten las hemerotecas) y hablando catalán en la intimidad.  Ahora ya sabemos qué escondía todo aquel discurso. Alfonso Guerra dijo un día: «¡De donde vendrán que aún no han terminado su viaje al centro!».

La derecha más anquilosada que esconde el PP entre parte de sus huestes asoma la patita en cuanto tiene ocasión. También cuando se trata de sus tótems clásicos: la Guerra Civil, el franquismo, la memoria histórica o el estribillo del España, España, España, un ejercicio de apropiación del sentimiento patriótico impropio de una formación política del siglo XXI.

El último en tocarles la fibra a los de la patita ha sido el Ayuntamiento de Sevilla, sustituyendo para una calle el nombre de un general de dudosa adscripción democrática por el de la actriz Pilar Bardem. Y, claro, algunos están que trinan.  Muchos han mostrado su verdadera cara: intolerantes, faltones, irrespetuosos, engreídos. Pero, sin duda alguna, el cénit del «clan de la patita» ha llegado hoy, en concreto, en forma de artículo en las páginas de La Razón. El escritor Alfonso Ussía, con su habitual talento, que lo tiene, y gracejo, que también lo tiene, firma una columna en la que ironiza lamentando la mala suerte que tienen los propietarios de viviendas y locales de la nueva calle Pilar Bardem por vivir en tan infausta vía. Lo malo no es que ironice, ni que saque el látigo de su pluma. Lo malo es que insulta y descalifica por el simple hecho de pensar diferente. Su verbo rezuma rencor e inquina personal. No creo que Pilar Bardem haya cometido ningún crimen y, en todo caso, la decisión de rebautizar una calle se debe al Ayuntamiento, no a la homenajeada. 

Voy a copiar aquí el artículo para que sirva de lección a los que somos pupilos en esto del periodismo, pero en sentido inverso. Un periodista no puede dejarse llevar por las bajas pasiones ni por la descalificación gratuita. Eso me tienen dicho mis profesores y mis maestros, que no son lo mismo. Sin embargo, por lo visto y leído, para triunfar de columnista hay que exhibir otras virtudes. Observen con qué desdén habla Ussía de «socialistas y comunistas» y de «rojerío municipal» para referirse al equipo de Gobierno democráticamente elegido en Sevilla. Observen cómo trata de «don» a un militar no afecto a nuestra Constitución, a esa Constitución que tanto proclama el «clan de la patita». Observen cómo califica de «gamberrada municipal» lo que es un acuerdo legal del Pleno de un Ayuntamiento. Observen cómo denigra la persona y la personalidad de Pilar Bardem. Observen, en definitiva, cómo la derecha que llevan en su fuero interno asoma la patita en cuanto les tocan los generales.

Aquí la columna de Ussía:

Se vende

En los edificios de la sevillana calle del General Merry empiezan a proliferar los carteles de «Se vende». Los quieren vender sus propietarios antes de que bajen de precio cuando la calle pase a denominarse «Pilar Bardem». El Ayuntamiento de Sevilla, con la mayoría compuesta por socialistas y comunistas, le ha birlado al General Merry su calle para dársela a una actriz de reparto, secundaria y mediocre que cuenta con las simpatías del retroprogresismo. El concejal comunista Torrijos, o algo parecido, ha dicho que se le concede la calle a Pilar Bardem por su oposición a la guerra de Irak. Menuda majadería. Si ése es el motivo, que le pongan el nombre del Papa Juan Pablo II, que se opuso más y con mayor autoridad. Para llevar a cabo tamaña necedad se han documentado los socialistas y comunistas del Ayuntamiento sevillano y aplicado la Ley de la Memoria Histórica. Se han documentado mal. No le han quitado la calle, como ellos creían, al teniente general don Pedro Merry Gordon, que fue Capitán General de la II Región Militar con sede en Sevilla. Se la han quitado al padre de éste, el también General don Francisco Merry y Ponce de León, gentilhombre de Cámara del Rey Don Alfonso XIII y ayudante del general Weiler en la Guerra de Cuba. Ignoraba que la gilipollez de Ley de la Memoria Histórica comprendía también las guerras de Cuba y Filipinas. Tanto un Merry como el otro dedicaron sus vidas a servir a España, y no merecen el desprecio de los incultos revanchistas.
Del General Merry Gordon se han dicho y escrito calumnias y falacias humillantes en los últimos días. Que estaba metido hasta el cuello en el Golpe del 23 de febrero de 1981 y que no se unió a la asonada porque se emborrachó. Si el General Merry Gordon hubiera formado parte de la conspiración, habría sido arrestado, procesado, juzgado y condenado. El General Merry Gordon mantuvo varias conversaciones con El Rey y en todas ellas se puso incondicionalmente a sus órdenes. ¿Creían los socialistas y comunistas del Ayuntamiento de Sevilla que le quitaban la calle a este digno y ejemplar general? Se la han quitado a su padre, el General Merry Ponce de León, el de la Guerra de Cuba, toma ya lejanía. El revanchismo, el rencor y el analfabetismo histórico del rojerío municipal sevillano ha alcanzado cotas de premio en programa de televisión. Y además, que no se borra la memoria de un militar destacado con el nombre de una actriz secundaria cuyo mérito presentado no es otro que haberse opuesto a la guerra en Irak.
Pero yo lo siento, fundamentalmente, por los propietarios de pisos y locales comerciales de la calle General Merry, a partir de ahora, de Pilar Bardem. En tiempos de crisis, las inversiones inmobiliarias se estancan, y en el caso que nos ocupa y nos preocupa, van a perder una buena parte de su valor. Si yo viviera en la calle de Pilar Bardem pondría mi piso a la venta inmediatamente. Es una calle que da risa, y en Sevilla, que es la ciudad de la guasa, más todavía. El tercermundismo ideológico del comunismo derrumbado ha llevado al Alcalde Monteseirin y los suyos a cometer, no sólo una tropelía con el recuerdo de un gran militar, sino una gamberrada municipal. Y si se ha aplicado la Ley de Memoria Histórica para hacerlo, el depuesto General Merry aún puede defenderse cuarenta años después de muerto.

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