Román, el engañado
Antonio Román Jasanada no suele recibir grandes críticas. Es un político todavía joven y con un apellido de raigambre en Guadalajara. No se ha metido en muchos charcos. Suele ser simpático y agradable con todos. No insulta. No muerde. No chilla. Y, a diferencia de algunos de sus compañeros de partido, suele ser hasta elegante y discreto con el rival. Aguantó con paciencia, y un punto de moderada indolencia, la crisis de los díscolos encabezados por Ortega Molina (¡Aquello parece ya la prehistoria!). Defendió su puesto de presidente del PP en Guadalajara a través de un cómodo asiento en el Senado. Y supo jugar sus bazas en las últimas elecciones que, al parecer, estaban hechas a mayor gloria de Jesús Alique, que en el Congreso descanse. Para rematar la jugada, compuso un equipo de Gobierno municipal entre cuyos miembros no alcanzo a ver a nadie capaz de hacerle sombra. La conclusión de todo esto es que aquel muchacho que jugaba en el Balonmano Guadalajara, alto, guapo y de buena familia, se ha convertido hoy en un político de guante blanco que sabe aprovechar sus oportunidades. Con pachorra, si ustedes quieren. Pero sabe aprovecharlas. Y además está en el escenario ideal para lograr sus objetivos: una ciudad carca y chapada a la antigua donde incluso el PSOE hace méritos con sectores que jamás le darán su voto. Véase, por ejemplo, el tiempo que perdió Alique retratándose con miembros de cofradías y gente por el estilo. En ese caladero, Román siempre tiene las de ganar. Al menos mientras la capital alcarreña, sociológicamente, siga siendo como es.
Hasta ahora, el alcalde de Guadalajara podía sumar a su nómina de virtudes el evitar las declaraciones disparatadas en la prensa. Le he entrevistado varias veces y doy fe de su afecto en el trato cercano y de su capacidad para contestar lo que no se le pregunta, eso sí, con mucha moderación. También de su tranquilidad en el diálogo, acaso porque sabe que los silencios bien gestionados dan más rendimiento en política que una lengua desatada. Quizá por ello me ha sorprendido el análisis tan superficial que ha hecho Antonio Román del Plan de apoyo a los municipios impulsado por José Luis Rodríguez Zapatero. Cuando un político es un sabueso, el ataque es su estrategia más eficaz. Pero cuando un político demuestra flema, soltar declaraciones demasiado rotundas hace que no se lo crea nadie. El caso es que, justo al día siguiente de cerrarse el plazo de aceptación de proyectos, Román se descolgaba con unas palabras en las que calificó el Plan «E» del Gobierno (Plan Español para el Estímulo de la Economía y el Empleo) de «Plan E de engañifa, escaso y endeudamiento». Ja, qué gracia. O sea, el alcalde de Guadalajara primero pide el cupo máximo que le pertenece en el famoso Plan, más de 13 millones de euros, y a continuación pone a parir a éste. Muy lógico todo. Muy coherente. Es como decirle a tu abuela: “Abuela, ¡qué rosquillas más malas has hecho!”. Y luego ponerte ciego de rosquillas. Román ha criticado las políticas de empleo del Gobierno y de la Junta, pero siempre después de beneficiarse de las mismas. Dice que esconden el fracaso de Barreda y Zapatero. Lo que no dice es que el derrumbe del mercado laboral se debe, en gran medida, a la burbuja inmobiliaria que el Gobierno del del PP se encargó de inflar durante ocho años. ¿Vale la pena bajar impuestos para desproteger los servicios públicos y crear empleo que no esté ligado a la productividad?
El Ayuntamiento de Guadalajara tiene aprobadas unas cuentas para 2009 que superan levemente los 70 millones de euros. El concejal de Economía, Alfonso Esteban, calificó este presupuesto como «responsable, realista, austero, dinamizador y solidario» (El Economista, 11.12.08). Detrás de estas palabras se esconde un crecimiento global del 2,69% con respecto al año anterior, pero una absoluta parálisis en las inversiones fruto del gatillazo de la construcción, la pérdida de ingresos por licencias y la crisis financiera. Al final, como es lógico, buena parte de las inversiones que el Ayuntamiento va a ejecutar este año se deben al Plan E. Así que criticar esta iniciativa estatal me parece una actitud política a medio camino de la simulación y la gracieta que no hace gracia. Porque se trata de estimular el empleo y las inversiones en unos tiempos en los que Guadalajara ya ha superado el 11% de la tasa de paro. Poca broma, por tanto. Quizá no genere tanto empleo como se espera. Quizá haya muchos alcaldes que no se enteren de la película. Quizá haya muchos concejales aprovechados que se enteren demasiado. Pero, visto en conjunto, teniendo en cuenta el azote económico que sufren las poblaciones medianas y pequeñas, el plan es un balón de oxígeno que no pueden dejar escapar. La prueba es la masiva respuesta en Guadalajara (el 100% de las localidades han pedido la cantidad que les corresponde) y la prueba es que aquellos ediles que más critican el invento, como el propio Román, son los primeros en frotarse las manos ante la avalancha de dinero que se les avecina. Justo cuando el líquido no circula y la reforma de la financiación local sigue estancada. Y si tenemos en cuenta que Román se ha agarrado al Plan E, aun considerando que se trata de una engañifa, cabe pensar que él mismo asume que ha sido engañado. Igual que el resto de alcaldes de la provincia, que deben ser todos unos memos porque también han sucumbido a las tretas de Zapatero. En fin. Daría risa si no hubiera parados de por medio.
Claro que el PP infló la burbuja inmobiliaria durante 8 años, pero no comentas que el PSOE de ZP le tomó el relevo durante los 4 últimos, y que en el caso de Castilla la Mancha ha sido el propio PSOE quien la infló durante los 12, igual que el PP en Madrid durante el mismo tiempo.
Resumiendo, para que votar a un partido de derechas como el PP si ya tenemos al PSOE.