¿RESISTIRÁ LA CRISIS EL TURISMO?
La economía española de las últimas décadas ha tenido tres patas fundamentales. Son las tres áreas que, en buena medida, explican lo que los expertos denominan el “milagro económico español”, es decir, el extraordinario progreso experimentado por España tras su ingreso en la Unión Europea y como producto de su transformación económica y social. La primera pata es el negocio inmobiliario derivado de la fiebre constructora que ha vivido este país, cuyas consecuencias estamos pagando todos de forma estrepitosa. La especulación urbanística, el desenfreno de promotores, la manga ancha de las administraciones. Todo eso creó el caldo de cultivo óptimo para que el ladrillazo creciera a sus anchas. Y así nos luce el pelo, claro. La segunda área básica es la productividad, que ha sido la gran perjudicada durante el estallido del llamado ‘boom’ inmobiliario. La producción industrial tiene un peso menor que la construcción en el desarrollo económico. Eso lo sabía todo el mundo, incluso los diferentes gobiernos que, desde mediados de los 90, han hecho oídos sordos a las recomendaciones que llegaban desde el exterior. Los principales organismos económicos del mundo (OCDE, Banco Central, Comisión Europea), incluso algún prestigioso medio de comunicación (The Economist, Financial Times), llevan tiempo alertando del excesivo peso de la construcción en la economía española. Es decir, que adolecía de una dependencia insoportable. Por desgracia, los peores augurios se han cumplido: no sólo ha bajado la construcción, también la producción industrial presenta unas previsiones negras.
La tercera pata sin la que es imposible entender que España haya sido capaz de crecer a un 4% de media interanual es, sin duda, el turismo. La capacidad de atracción de España, que tanto se explotó con los tópicos conocidos, es clave para el desarrollo de sectores estratégicos como el de los servicios. España es el segundo destino del mundo que recibe más turistas, en concreto, más de cincuenta millones cada año. Sólo le supera Francia. La cuestión ahora es averiguar si va a poder seguir manteniendo esa privilegiada posición. Fruto de la crisis financiera que asola a todo el mundo (a todo, literal), ya se conocen datos muy malos relacionados con el empleo, la construcción y la productividad. En algunos países, la crisis está golpeando con especial virulencia. Son aquellos que han crecido por encima de la media. Por ejemplo, España. Cuanto más vertiginoso es el ascenso, más grande es la caída. Y el dicho se ha vuelto a cumplir. Ahora falta el turismo. Faltan los datos de la industria turística para ratificar que los tentáculos de la crisis, para desesperación de hoteleros, restauradores y comerciantes, también puede alcanzar a un sector que parecía intocable. De momento, las previsiones no son nada halagüeñas. Basta escuchar cada fin de semana en Onda Cero el programa de viajes que presenta Esther Eiros para darse cuenta de que las sensaciones son malas. Muy malas. Los resultados obtenidos durante el año pasado no invitan al entusiasmo. El turismo español entró en 2008 en una crisis de la que no se recuperará hasta 2010, según las previsiones difundidas por la Alianza para la Excelencia Turística (Exceltur). Por primera vez en la última década, el sector no ha contribuido al crecimiento de la economía española, ya que el PIB turístico cayó un 1,1% respecto a 2007. Atención al dato: más de un 75% de las empresas han visto reducidas sus ventas y, sobre todo, sus beneficios. La Feria del Turismo que se celebra en Madrid (Fitur), que es la segunda feria de turismo más importante de Europa, pondrá sobre la mesa todos estos datos, y puede que otros aún peores. En cierta medida, imagino que servirá para establecer un análisis de la coyuntura. Puede que también hagan terapia. Todos. Juntos.
Y Castilla-La Mancha, ¿qué? en la presentación del pabellón que la región exhibirá en Fitur, la consejera de Turismo, Marisol Herrero, anunció “que la Junta aprovechará la promoción en Fitur para frenar la caída del turismo” (ABC, 13.01.09). El turismo dinamiza, genera riqueza. Puede que no cree demasiados puestos de empleo, pero no hay que tomarse a chanza una actividad económica de la que viven, según datos de la Junta, 43.000 familias en la región. Al margen del debate sobre si es o no el sustento principal del futuro de nuestros pueblos, lo cierto es que su contribución al PIB regional es indudable. Y además, hoy día, insustituible. Durante el último año, los viajeros que acudieron a Castilla-La Mancha descendieron un 2,6% respecto al año anterior. Las pernoctaciones también bajaron, aunque mucho menos (0,1%). La presencia de Castilla-La Mancha, desde un punto de vista que traspasa el ámbito económico, depende en buena medida del turismo. Sería una catástrofe para la economía regional que el sector se hundiera. “Estamos manteniendo el tipo”, ha dicho la consejera. Ojalá no se equivoque.