¿El periodismo ha muerto?
No es una frase hecha ni una paja mental de los periodistas. Es una pregunta que encierra un pensamiento muy extendido entre la profesión. Manu Leguineche lo dijo así el día que le premió El Mundo («El periodismo ha muerto»), hace pocos días se lo escuché a Julia Otero en su programa de Onda Cero y hoy es el titular que Juan Cruz ha elegido tras su entrevista con Alma Guillermoprieto, la reportera de The New Yorker : «Siento que el oficio se está acabando» (El País, 01.01.09).
Lejos de la crisis financiera y de los negocios que se van al traste, a lo mejor la principal razón que explica el aumento desorbitado del paro en el periodismo es eso, que el periodismo ha muerto. Y si no ha muerto, anda en vías de extinción. Puede parecer una sentencia rotunda, pero no desproporcionada. Observen los síntomas: ¿Cuantos periódicos pueden definirse actualmente como independientes? ¿Cuantos programas de periodismo, hecho por periodistas y con criterios informativos, emiten las televisiones en España en horario de máxima audiencia? ¿Qué genera más interés, que cien ciudadanos le pregunten al presidente del Gobierno cuál es su sueldo o que cien periodistas le pongan en apuros? ¿Cuanto espacio dedican los principales periódicos al periodismo de investigación? ¿Por qué las cadenas de radio (no todas) relegan a un segundo plano el reportaje radiofónico o el análisis elaborado para hinchar de minutos sus programas-estrella con tertulias repletas de opinadores? ¿Alguien se ha preguntado en qué ha beneficiado al ejercicio periodístico la existecia de grupos multimedia, más allá de generar conglomerados empresariales que, como se ve, a las primeras de cambio sucumben a la crisis?
Las preguntas serían infinitas y las respuestas, infinitamente desalentadoras. Pero como quiera que hoy es domingo, ha vuelto a nevar y me siento feliz, prefiero seguir creyendo que el periodismo existe, que está muy vivo y que le queda mucha tela por cortar.
Quizá haya que rebuscar mucho para desbrozar los papeles y dar con artículos que merezcan la pena, pero al menos nos queda el consuelo de saber que mientras hay vida, hay esperanza.
Valgan como ejemplos algunas piezas para levantar los corazones de los periodistas, sobre todo de los que somos jóvenes y tenemos muchos años por delante para cotizar a la Seguridad Social.
1r ejemplo: el corresponsal en Roma de El País, Miguel Mora, publica en el cuadernillo Domingo un excepcional reportaje sobre la política de represión que está sufriendo la población gitana en Italia desde la vuelta de Berlusconi y sus socios al poder. Testimonios que estremecen y que son fruto de la labor de campo del periodista, el análisis de las consecuencias de los hechos que narra, la intrahistoria, las pequeñas anécdotas que enriquecen al texto y una prosa rotunda que deja sin aliento al lector. Todo eso forma parte del reportaje de Mora. Y todo eso es parte del buen periodismo que aún sigue existiendo.
2º ejemplo: el periodista especializado en Ciencia, Gustavo Catalán Deus, firma una página en El Mundo sobre la construcción en Finlandia de la pieza clave del reactor ITER que se intalará en Francia. Un paso más de la ciencia en busca de una fuente energética no contaminante. Un trabajo periodístico documentado y escrito con solvencia por un especialista. Una noticia interesante a partir de algo que no es interesante, como la fabricación de una máquina robótica.
3r ejemplo: el corresponsal en Berlín de La Vanguardia, Rafael Poch, saca a la luz el retrato de Francisco Largo Caballero, histórico dirigente del PSOE que permaneció dos años como recluso en el campo de concentración nazi de Sachsehausen. La historia es muy desconocida y es una pieza excelente, bien documentada, a medio camino de la Historia y el Periodismo, a menudo muy de la mano.
4º ejemplo: El Periódico de Catalunya publica en su última página una etrevista directa, amena y pedagógica con el escritor Javier Reverte. «África saca lo mejor y lo peor de nosotros», dice Javier en un diálogo con Xavier Moret. La entrevista demuestra que el género sigue vivo. Y vigente. Y que las personas que cuentan cosas interesantes deben estar siempre cerca de la prensa.
Y 5º ejemplo: la sección de Cultura de ABC trae una estupenda información sobre la muestra que el Museo del Prado acaba de montar sobre Francis Bacon. La crónica es prolija y extensa. Meticulosa. Bien escrita. Con abundancia de detalles y de visiones. Dan ganas de que la exposición ¡se inaugure ya!
Quizá el periodismo haya muerto, o esté a punto de morir. Mientras tanto, me parece que lo más sensato es aprovecharse de sus estertores.