La Garlopa Diaria

10 diciembre 2020

Hostelería

19/10/2020
He escrito sobre la necesidad de auxiliar al sector servicios en general y, en particular, al de la hostelería. Y he defendido siempre, incluso en plazas incómodas, el peso extraordinario de la alta gastronomía no solo en la economía española sino en el plano cultural. Cuantitativa y cualitativamente. El que no le conceda la importancia real a esta actividad, más allá de los datos, es que no sabe de lo que está hablando.

Sin embargo, de un tiempo a esta parte, no deja de decepcionarme la reacción victimista e incluso faltona de una parte de cocineros y propietarios de restaurantes con estrella Michelin. Es una tendencia creciente, agravada por lo que objetivamente resulta un imponderable difícil de superar: la obligatoriedad de la mascarilla en espacios públicos lastra el consumo de comida y bebidas en los restaurantes. Por supuesto que todos los cocineros-estrella tienen derecho a expresar su opinión. Faltaría más. Tienen derecho a plantear sus quejas y peticiones. A tirar las chaquetillas delante del Congreso o a expresar su desacuerdo con la falta de protección del sector hostelero o el galimatías de legislación de los últimos meses. Claro que sí. Y yo les apoyo. Lo que no sé si beneficia a su causa son los insultos explícitos a representantes políticos legítimos; ni las opiniones partidistas expresadas con dudoso gusto; ni tampoco -como hizo Francis Paniego hace pocos días- cargar contra «los periodistas gastro» que no se suman incondicionalmente a su causa; ni apoyarse en presuntos medios de comunicación especializados en retorcer la realidad, como esos libelos digitales que buscan presentar a según qué dirigentes políticos como enemigos del sector turístico o de la hostelería, simplemente, por recordar la necesidad de potenciar la industria manufacturera en un momento en el que la economía española está peor que la de nuestros vecinos no porque seamos más feos o más tontos, sino porque INVENTAMOS Y FABRICAMOS MENOS y hemos puesto todos los huevos en la misma cesta.
No sé si es la mejor estrategia para defender las justas reivindicaciones de un sector castigado por el desplome del consumo y de la movilidad presentarse como uno de los colectivos más necesitados en un momento en el que la exclusión laboral amenaza con dinamitar la paz social. Estoy hablando de determinados cocineros-estrella que disponen de altavoces mediáticos (aunque critiquen a los periodistas), no del hostelero que levanta todos los días la persiana de su bar para hacer caja y tirar para adelante. Como sé de lo que hablo, por experiencia cercana, conozco los obstáculos con los que se topan los autónomos, las dificultades para mantener un negocio y la carga de la presión fiscal. También somos todos conscientes de la emergencia del presente, de la incertidumbre angustiosa y de la cantidad de camareros varados en los ERTE. Pero es importante calibrar bien el tiro a la hora de disparar. Porque algunos no vamos a dejar de ir a ciertos restaurantes por miedo al contagio, sino por no pagarle la cuenta a ciertos elementos que no tienen mejor idea que recurrir a las descalificaciones, las manipulaciones o las falsedades para alzar sus voces.
Fdo: Un periodista que escribe de gastronomía hijo, sobrino y resobrino de hosteleros.

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