Diego Gracia
A propósito de la aprobación de la Ley de Salud Sexual y Reproductiva e Interrupción Voluntaria del Embarazo, o sea, la ampliación del marco legislativo del aborto, me parece oportuno recurrir a los expertos. Quizá así podamos abandonar el ambiente político e ideológico que ha contaminado esta reforma. Sí diré antes que el título de la ley me parece erróneo: un embarazo, si se aborta, no se interrumpe. Es un eufemismo. Algo que se interrumpe es algo que prosigue después. Y un aborto es, precisamente, la eliminación o suspensión de un embarazo, pero nunca una interrupción.
Pero volviendo a los expertos. Como quiera que una de las críticas que con más insistencia se han lanzado hacia los promotores de esta reforma legal del aborto es su escasa enjundia intelectual, quizá resulta interesante acercarse a posiciones que poco tienen de dudosas en este aspecto.
Por eso me parece especialmente reseñable la opinión de Diego Gracia Guillén. Catedrático de Historia de la Medicina de la Universidad Complutense, es una de las voces más autorizadas en bioética y fue discípulo de Zubiri y Laín Entralgo, entre otros pensadores. Su discurso, como se puede comprobar pinchando en el enlace que he puesto en su nombre, no está hecho al albur del momento. Al contrario. Está cuajado en la sabiduría médica y una preparación sobresaliente. Así que, esta vez, creo que lo que defiende no admite chanzas ni burlas por parte de quienes han convertido el aborto en una bandera del inmovilismo.
Lean sus palabras en una entrevista reciente:
¿Que una persona de 16 años pueda abortar sin conocimiento de sus padres va en contra de esa responsabilidad?
Fíjese usted que los estudios que se han hecho sobre la evolución de la madurez moral en los adolescentes, la conclusión que han sacado es que la madurez moral se para en épocas muy tempranas, en torno a los 14 o 15 años. La mayor parte de las personas, no todas —las hay que siguen evolucionando—, pero una gran parte de las personas no van mucho más allá, siguen teniendo a lo largo de su vida los mismos criterios morales que cuando tenían 14 o 15 años. Yo no sé si es un problema de edad o de permitir y promoverla maduración moral de las personas. La mayor parte de las personas adultas no tienen una moralidad distinta a la que tienen muchos adolescentes de 16 años. Eso está comprobado. Tampoco sé por qué hay que exigir a las adolescentes de 16 años más de lo que se les exige a los adultos. El problema no está ahí, el problema está en la promoción de la responsabilidad, en la educación, en la maduración psicológica, que es lo que creo que no se hace.