Plan de Carreteras
Si el progreso de un territorio, como reza el tópico, se mide por los kilómetros que tiene de buenas carreteras, Guadalajara quizá andaría por la zona media de la tabla en una hipotética clasificación provincial de todo el país. Las carreteras de la red principal, básicamente las nacionales y la autovía A-2, están en buen estado y son renovadas con cierta periodicidad por parte del Ministerio de Fomento. Y, aunque todo es mejorable, incluso parece que esa vieja reivindicación del tercer carril, tan cansina, podría concretarse en cuestión de año y medio. Después, entre las carreteras cuya titularidad recae en la Administración regional, el fiasco de la Autovía de la Alcarria se combina con una mejora sustancial de las vías autonómicas, que son básicas para la comunicación en el interior de la provincia. Y ya, por último, faltaba por arreglar la tercera pata de este taburete de infraestructuras: las carreteras provinciales, aquellas que dependen directamente de la Diputación y que afectan a cientos de municipios.
Quizá por ello, la puesta en marcha del llamado Plan de Carreteras ha sido una de las mejores noticias que ha traído el año 2009 a Guadalajara. Un hito histórico. Una inyección de futuro. Y un acierto político impulsado por la presidenta provincial, María Antonia Pérez León, su equipo de Gobierno y los tres grupos políticos que lo acordaron. Las cifras cantan: se trata de renovar íntegramente 1.400 kilómetros de la red provincial, con una inversión que supera los 92 millones de euros. Se refuerza el firme, se ensanchan las calzadas hasta 5,5 metros y se mejora la señalización. Los trabajos comenzaron en junio pasado en la GU-932, un tramo de 23 kilómetros que ya ha sido inaugurado y que pasa por seis municipios, entre Budia y Romanones. Aquello que empezó a fraguarse durante la legislatura pasada ha terminado concretándose en la presente. En realidad, se decidió partir de cero y diseñar un nuevo plan para el que fue necesario un trabajo previo sin precedentes en la Casa Palacio.
Si la política es ambición y mirar para adelante cuando las cosas se ponen feas, conviene decir que el ejemplo demostrado por Diputación en este asunto supone un punto de inflexión para Guadalajara, demasiado habituada a las carreteruchas con parches, las curvas peligrosas y los socavones espontáneos. Por este motivo, los presupuestos que ha aprobado esta institución para 2010 contemplan un incremento del 143% del nivel de inversión, gracias a un préstamo a largo plazo de 35 millones, que dejará la deuda de la corporación en el límite del 110% que permite la Ley de Estabilidad Presupuestaria. Ya lo avisó Jaime Muñoz, diputado provincial de Economía: “No sólo es la inversión más importante de la historia en términos absolutos y relativos, sino que creemos que es difícil encontrar una similar en otras corporaciones locales”. Y todo porque la ocasión lo requiere y el reto lo merece. Por eso el PP, desde el principio, fue de la mano del PSOE y de Izquierda Unida en un ardor de consenso casi inédito en la plaza de Moreno. Y por eso mismo, porque son copartícipes, no se entiende ahora que los ‘populares’ hayan votado en contra de los presupuestos del próximo ejercicio recurriendo, precisamente, al endeudamiento que ya contemplaba el Plan de Carreteras que ellos mismos apoyaron. Si el PP suscribió en su conjunto esta iniciativa, ¿por qué rechaza su ejecución financiera?.
Más allá de números, el acondicionamiento de las carreteras se ha convertido en el emblema de la acción de gobierno de la presidenta provincial. Es posible que, en buena medida, de los resultados que obtenga en este trance dependerá la huella que deje en Guadalajara tras su paso por la Diputación. El Plan de Carreteras, que está a punto de inaugurar su tercera anualidad, ya se ha materializado en Anchuela del Pedregal, Hombrados o La Yunta, y transcurre paralelo a la mejora de 65 ramales o caminos de acceso a través de los fondos europeos FEDER. Además, están aprobados más de diez millones de euros en carreteras fundamentales para la Sierra, como la que une Hiendelaencina con los Condemios, la que viene de Sigüenza y desemboca en el límite de la provincia de Soria o la que llega hasta Las Navas de Jadraque. Sin embargo, si se cumplen las previsiones, el año que arranca será el más importante. Está prevista la reforma de un tercio de las carreteras provinciales con casi 40 millones de euros. En total, 476 kilómetros divididos en tres zonas: casi 132 kilómetros en el área 1 (Zona Norte y Sigüenza); otros tantos en el área 2 (Zona de Molina de Aragón); y más de 200 kilómetros en el tercer área (Guadalajara). Son, en su mayoría, proyectos básicos para la conexión de pequeños pueblos. Desde la Tierra de Molina, en núcleos como el Tierzo o Chequilla, hasta la Sierra de El Cardoso: Colmenar, Corralejo o Peñalba, entre otros. Abruma comprobar el estadillo de las intervenciones que quedan por venir hasta la última adjudicación. Se trata de una labor necesaria que repercutirá en la dinamización económica de Guadalajara entera. O al menos sería lógico que así fuera. Ojo: no basta sólo con carreteras para ganarle la partida al destino, pero está claro que son el canal más adecuado para empezar a enderezar el rumbo de toda la provincia. En especial, de sus comarcas más alejadas y dependientes.
A pie de asfalto, Pérez León tiene dicho: “El Plan de Carreteras ha cobrado vida y se ha convertido en una realidad palpable y visible para todos, y pasa de estar sobre el papel a estar sobre el terreno”. Es una afirmación que hubiera deseado pronunciar cualquiera de sus antecesores, pero que sólo ahora ha sido posible. Quizá representa el principio del fin de aquellos caminos polvorientos de los que hablaba Azorín en sus ensayos. Dicho de otro modo: la solución a un problema que algunos juzgaban crónico, perenne, casi consustancial a la provincia. Contra el fatalismo, lo mejor es aportar obras, inversión y progreso.