Sándor Márai
Los diarios de escritores suelen ser unas herramientas excelentes para conocer mejor a sus autores y para mostrar aspectos de su vida, y de su escritura, que a menudo permanecen ocultos. La revista Eñe suele publicar diarios deliciosos de escritores del momento como Muñoz Molina, Julio Llamazares o Vicente Molina Foix. En nuestra literatura tenemos ejemplos colosales de cómo engrandecer este género, como aquel fabuloso Dietario voluble de Vila-Matas, uno de los libros que siempre recomiendo. Sin embargo, tengo que reconocer que de todos los diarios que he devorado el más impactante ha sido el de Sándor Márai. Su último dietario, que abarca desde 1984 hasta su muerte en 1989, es el primero traducido al español, gracias a la editorial Salamandra, y al catalán, gracias a Empúries. Ésta última es la versión que he leído.
Márai es uno de los principales escritores centroeuropeos del siglo XX. Nació en una ciudad húngara que ahora pertenece a Eslovaquia, se enfrentó a los nazis y en 1948 tuvo que exiliarse por su enfrentamiento con la dictadura soviética. Desde entonces, pasó de ser un mito a un autor proscrito en su país. Durante el exilio, vivió en Suiza, Italia y después Estados Unidos. Se suicidó en San Diego en 1989. Precisamente, estos diarios recogen la experiencia desoladora de sus últimos años de existencia. Impresiona la lucidez y la serenidad con la que afronta su decadencia vital. Impresiona su reacción ante la muerte de su esposa en 1986, algo que me recuerda, salvando las distancias, a la huella indeleble que dejó la desaparición de su mujer en Miguel Delibes.
No es el de Márai un diario alegre. Es un relato triste que impacta por la combinación de escepticismo y de inteligencia ante la muerte. Márai reflexiona sobre la vida, pero describe con precisión todos los pasos que le llevaron a morir. Vive recluido en su casa, desprecia la «vida social», no bebe ni practica el sexo (ni siquiera en sueño, según escribe), fuma diez cigarrillos al día y va agotando sus esfuerzos para escribir y leer, por este orden. Del Quijote, dice: «Seguramente la novela más bella de la literatura universal». También ironiza sobre la gloria literaria y observa con aparente resignación todo lo que le rodea. Y divaga sobre su tiempo: «He vivido en una época en que no podíamos saber quien era más peligroso, el asesino o el policía».
Su escritura irradia precisión y claridad, gracias a una prosa lacónica que va cayendo como un mazazo a medida que se acerca su final. El dietario de Sándor Márai es un ejemplo formidable de inteligencia emocional, de cómo aceptar la tragedia sin fatalismo ni alharacas. «La mort és misteri i realitat tot en un. Davant el misteri cal restar en silenci, millor encara de genolls. La realitat s’ha d’acceptar. Tota la resta és repugnant, impur, indigne de l’únic misteri humà: la mort». Y dice también que la soledad es lo único que no aburre a los ancianos.
El 15 de enero de 1989, Márai pergeñó la siguiente anotación, la única escrita a mano en sus diarios: «Estoy esperando el llamamiento a filas; no me doy prisa, pero tampoco quiero aplazar nada por culpa de mis dudas. Ha llegado la hora». Después, envió una carta a su editor para despedirse. El 21 de febrero se pegó un tiro en la cabeza.