Tiempo de poda
Fin de semana ortopédico, lánguido. Fiebre, dolor de cabeza y un bruñir constante de lecturas atropelladas. Ya nieva y la gente se vuelve a poner nerviosa porque, un año más, seguimos sin aceptar que el hombre no puede con todo. Ya hace frío y los telediarios lo presentan, oh cielos, como una noticia de alcance. Y ya empiezan a llegar las felicitaciones de Navidad, a cual más cursi y aburrida. Aunque no todas son así. Copio aquí la que me ha enviado Fernando Almansa, ingeniero industrial y responsable de la labor humanitaria internacional de Oxfam.
Fernando es una de las mentes más privilegiadas de España en el terreno de la cooperación. Piensa mucho y bien, y dice las cosas con un sentido común y un aplomo intelectual admirables. En octubre le dimos el segundo premio Serraño del Año y se lo merece porque Fernando, que habla más de media docena de idiomas y viaja más que un diplomático, coordina todo su trabajo desde una humilde oficina en Sigüenza y hunde sus raíces en Condemios, donde tiene una casa con un patio recoleto y precioso. Podría haber instalado una oficina, por comodidad y facilidades de comunicación, en la Castellana de Madrid, en Londres o en Amsterdam. Pero él ha preferido la Sierra de Guadalajara.
Les aconsejo leer lo que ha escrito para felicitar las fiestas:
Tiempo de poda
Estos días de tardío otoño, de sol y fresco aire en el rostro, de gélido frío en las manos, me fascinan. Son días ideales para podar los frutales, es el tiempo propicio, y la quietud de la naturaleza y la serenidad del aire, hacen del tiempo de poda un momento vital privilegiado, que cada año espero con ilusión.
Podar tres manzanos, un par de perales y algún ciruelo silvestre no es gran tarea, pero tiene algo de mágico y mucho de contacto con la naturaleza; con la vida quieta, que anuncia el letargo invernal en la savia de los árboles e invita a la reflexión tranquila.
Podar para fructificar, para renovar energía y dar forma. Podar para sanar ramas enfermas, podar para mejorar. Toda una escuela filosófica de vida que algunos cuestionarán, pero que no por ello pierde valor.
La poda respetuosa, responsable y realizada con cariño hacia los frutales, setos y rosales, es también una invitación a un acto de revisión personal interna, que para los cristianos se anuncia con el adviento y para todos con la preparación para el nuevo año y los tradicionales propósitos de mejora personal para el año que comienza. Propósitos que quizá fueran más fructíferos si se plantearan más desde un enfoque de poda, que desde un enfoque incremental. Podar para eliminar aquello que distrae, disipa y absorbe innecesarias energías, para dar paso a los propósitos principales, haciéndolos más robustos y fructíferos.
Este tiempo de poda, viene este año con debates sociales varios, entre ellos el de los crucifijos en las escuelas. Y me pregunto si no es un debate de superficie y no de fondo. Los cristianos deberíamos preocuparnos más por los frutos que por las altas ramas visibles y ostentosas, pero que no dan más que imagen y poco fruto. Y que en muchos casos como en el debate del crucifijo, son groseras degradaciones de aspectos esenciales, como son la espiritualidad, el respeto y la tolerancia activa.
En este debate, si la argumentación es que el crucifijo es un símbolo cultural europeo, por mi que lo quiten. Semejante manipulación y banalización de un símbolo religioso y espiritual me resulta vergonzante. Mejor que estos símbolos se vivan en profundidad, por aquellos que lo apreciamos por su espiritualidad, que hacer de ello un logo barato e impositivo para aquellos que legítimamente no creen en el significado profundo del crucifijo.
Tiempo de poda, tiempo sereno, callen los marrulleros.
Fernando Almansa