La Garlopa Diaria

19 diciembre 2009

Los toros

José Tomás en la Monumental de Barcelona. | Fuente: La Razón

José Tomás en la Monumental de Barcelona. | La Razón

El Parlamento de Cataluña aprobó ayer el primer trámite para debatir y luego someter a votación una iniciativa legislativa que plantea la abolición de cualquier espectáculo que implique maltrato animal, y que está respaldada por el triple de firmas que necesitaba para poder llevarla hasta la Cámara del Parque de la Ciutadella.  El debate, claro, se ha avivado a cuenta de lo que Arcadi Espada llama «los toritos catalanes».

Tengo amigos muy aficionados a los toros y tengo otros que abominan de ellos. No hay término medio. Es una de esas costumbres españoles que no admiten la indiferencia, pero lo curioso ahora es que se ha añadido una variante. Ahora resulta que los toros son un símbolo supremo de la patria española y que, por tanto, conviene defenderlos ante la identificación que algunos hacen de: antitaurino=nacionalista catalán. Pues no estoy de acuerdo. Es posible que algunos defensores de esta iniciativa, sobre todo los que están más cerca de ERC, se puedan mover por motivos ideológicos, pero estoy convencido que no es el caso de la mayoría. Existe toda una corriente en España, y no sólo en Cataluña, que es antitaurina. Que no les gustan los toros, que no los admiten ni siquiera como un espectáculo digno ni razonable. Desde ese punto de vista, es lógico que defiendan su erradicación.  A mí, como escribe Juan Cruz, me interesan más los toros por lo que se ha escrito o pintado de ellos (Ortega, Lorca, Picasso…) que por sí mismos. No me considero antitaurino, pero tampoco me parece que deba exagerarse la tradición hasta el extremo de establecer un debate identitario, que es justo lo que alientan muchas planas de hoy. En Canarias, por cierto, los toros están prohibidos y nadie ha hablado de «un auge del antiespañolismo». En cambio, todo lo que viene de Cataluña merece el recelo preventivo del nacionalismo español, que como todo el mundo sabe es el bueno, el mejor, el fetén.

Quizá conviene reprimir el instinto de prohibir. Cuando uno prohíbe algo, a veces, termina consiguiendo el efecto contrario: se exacerba todavía más aquello que uno pretende eliminar que si se admite con un cierto grado de indiferencia. La tradición de los toros en Cataluña viene de antaño. Se remonta al siglo XIV. Barcelona llegó a tener tres plazas y todavía recuerdo de niño las corridas no sólo en la Monumental, sino en Las Arenas, hoy semiconvertida en un centro comercial en plena Plaza de España. Después, al llegar a Madrid, mi amigo Pepe García de la Torre, que es un entendido, y mi novia, que es una incipiente aficionada, me han invitado a Las Ventas y confieso que se trata de un espectáculo, más allá del maltrato animal, que conviene observar y conocer al menos una vez en la vida. Es todo un ritual, una forma de comunicación que excede al sacrificio del morlaco: los gritos del tendido, las señales, los escenarios, los gestos, el vocabulario.

No hay por qué sacar las cosas de quicio. ¿Existe una iniciativa legislativa tramitada con pulcritud? Pues debátase y sométase a votación. Y luego ya se verá. En eso consiste la democracia, ¿no? Sinceramente, no creo que en abril, que es cuando se tomará la solución definitiva, los toros acaben prohibiéndose en Cataluña. Sé que me estoy lanzando a la piscina, pero así lo creo.

Sin embargo, si yo fuera un gran aficionado estaría más preocupado por la caída del negocio y de la afición. Hace tres años que TVE no emite ninguna corrida (aunque para eso está Castilla-La Mancha TV, para compensar…). El País, desde la muerte de Joaquín Vidal y quizá ya antes, relegó la lidia a un tratamiento mísero. Otros periódicos, como El Periódico y La Vanguardia, casi ni le dedican espacio. En televisión han desaparecido los programas especializados, salvo en Canal + cuando coincide con alguna feria. Y en la radio, pocas emisoras apuestan por la tauromaquia (quizá sólo la SER y la Cope) y lo hacen en horarios intempestivos justo el día que nadie trasnocha, como a hurtadillas, de tapadillo. El toreo me está recordando al boxeo. En los años 60 y 70 era habitual que recibiera grandes titulares y portadas en los periódicos. Ahora no se molesten en buscar información de boxeo porque seguro que no la encuentran. Me gusta escuchar de vez en cuando a Molés y me da que los toros, y los toreros, andan de capa caída desde hace mucho tiempo. ¿Tiene también la culpa Cataluña  y su Parlamento de todo eso?

Atención a los extremismos porque me temo que, con este asunto, nos van a deparar tardes formidables.

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