ESCLAVOS DE LA VIVIENDA
Según el último censo del INE, en España hay 20,8 millones de viviendas, de las que tres millones están vacías. Si usted es propietario de alguna de éstas, es probable que le salgan más compradores que inquilinos. Nuestro país sigue pensando igual que hace treinta años: no queremos ni pisos alquilados ni coches usados. Aprovechando la coyuntura, el ‘boom’ inmobiliario engorda sin parar. La demanda crece a pesar de que, a tenor de los datos de la Sociedad de Tasación, el precio de los pisos subió un 18,8%. La prensa ha informado que Guadalajara es la capital regional más cara, habiendo subido el precio un 8,9%, lo que contradice el proceso de desaceleración (que no bajada de precios, no confundir) materializado ya en las grandes capitales, especialmente Madrid. Hoy día, comprar un piso en la capital de nuestra provincia oscila entre 138.000 y 370.000 euros. La especulación está a la orden del día gracias a la economía de libre mercado y, lo que es peor, la corrupción, los chanchullos, los favores pagados en forma de metros cuadrados y las plusvalías indecentes.
Las familias españolas mantienen un nivel de endeudamiento difícilmente soportable en los próximos años. Una pareja joven, con dos sueldos más o menos dignos, vive para pagar la hipoteca. Somos esclavos de la vivienda. Rodrigo Rato, con ese cinismo que le caracteriza, en sus tiempos de ministro, recomendaba a los compradores que suscriban hipotecas con interés fijo: “los tipos de interés se encuentran en la parte más baja de la curva y es previsible que haya oscilaciones en los próximos tiempos”. Es decir, que no van a bajar mucho más. Al contrario: subirán. ¿Cuánto? ¿Cuándo? No se sabe porque el liberalismo contempla hipótesis de futuro, pero nunca las controla en la práctica. El vicepresidente segundo del Gobierno agradece ‘el trabajo’ de las entidades bancarias y espera que “la confianza de familias y empresas en el sistema financiero tiene que ser creciente”. Claro, esto quiere decir que según la receta del Partido Popular los ciudadanos debemos ser abnegados trabajadores que soporten la presión fiscal apenas sin rechistar. Y encima tenemos que estar agradecidos a los bancos y cajas…
El Partido Socialista, antes de la oposición, ahora desde el Gobierno, ya ha avisado que el actual modelo de crecimiento económico acabará feneciendo en breve. En la reciente firma de su primer pacto social, el presidente Zapatero ha dejado claro que tiene dos objetivos económicos prioritarios: reducir la temporalidad en el empleo y aumentar la productividad. La revista “The Economist” tiene publicado que España vive en una burbuja inmobiliaria. ¿Cuál es el valor real de la vivienda? El máximo que el comprador pueda pagar por ella. Hay factores que invitan a la inversión: la bonanza económica (nacional, frente a la recesión europea), con creación de empleo, aunque sea precario; la bajada espectacular de los tipos de interés; el alargamiento de los plazos para pagar las hipotecas; y una oferta de alquiler casi inexistente (a ver qué pasa con la pomposa Agencia Nacional del Alquiler anunciada por el nuevo Ejecutivo). Los políticos prometen fomentar la vivienda protegida. Pero luego casi todos acaban en las garras de los constructores. El capitalismo crea riqueza a costa de sacrificar el bienestar. Prometen bajar impuestos y financian los presupuestos con la recaudación de múltiples movimientos. El Ayuntamiento de Guadalajara es un exponente. El gobierno municipal anterior vendía patrimonio para tener más capacidad inversora. Ha llegado el cambio y pide apretarse el cinturón para recuperar el equilibrio presupuestario y saldar la deuda. Quién sabe, quizá se consiga por fin que en esta ciudad se construya vivienda accesible. Falta hace aunque las leyes del mercado, con alevosía y usura, dejan al albur de unas pocas manos lo que en realidad constituye una necesidad básica del ser humano. Este es el mundo que tenemos.