Los castillos, asignatura pendiente
La consejera de Cultura de Castilla-La Mancha, Marisol Herrero, y la ministra de Fomento, Magdalena Álvarez, firmaron la ejecución de distintas inversiones con cargo al 1% Cultural, que es el porcentaje que dedica este ministerio a la rehabilitación del patrimonio. Entre los expedientes aprobados este año se encuentra el castillo de Zorita de los Canes. La inversión total asciende a 600.000 euros, de los que 450.000 provienen de Fomento y los 150.000 restantes de la Junta. En teoría, las ayudas deberían tramitarse con carácter de urgencia, pero tratándose de dos administraciones la cosa puede retrasarse, y si esas dos administraciones son Fomento y la Junta, entonces podemos echar merendilla. Ya veremos. No obstante, la noticia es para alegrarse. El primero que se ha puesto manos a la obra ha sido el alcalde de Zorita, Dionisio Muñoz, que ya ha anunciado que licitará las obras en cuanto reciba el dinero. A Dionisio le conocí el año pasado, cuando fue como invitado a la I Jornada Cultural “Castillos de Guadalajara”. Aquel día ya advirtió que tuvo que pedir la intervención de la Consejería de Cultura ante el peligro de desprendimiento en algunos muros de la fortaleza. Se lo comenté luego a la delegada del ramo, Riansares Serrano, y me dijo que no era para tanto. El tiempo le ha acabado dando la razón. Al alcalde, claro.
Los castillos de Guadalajara son una muestra capital del patrimonio de nuestra tierra. Pero casi nunca han gozado de la máxima protección. Desde 1949, todos los castillos de España están declarados por ley, vía decreto, Bien de Interés Cultural (BIC). También tienen alguna mención específica tanto en la ley estatal del patrimonio histórico como en la que está vigente en Castilla-La Mancha. Sin embargo, el esfuerzo es insuficiente. Hacen falta más inversiones. Muchas más. Y que los políticos entiendan que invertir en piedras, aunque sea muy caro, resulta rentable. Al director general de Patrimonio de la Junta, Enrique Lorente, le he escuchado en más de una ocasión decir que la Administración regional no da abasto para atender la demanda que exige el patrimonio en Castilla-La Mancha. Interpreto que no dar abasto significa que no hay presupuesto suficiente. Y si no hay presupuesto suficiente, cualquier ciudadano de esta comunidad tiene derecho a preguntarse si no lo hay porque se destina a otras cosas, supuestamente prioridades, o porque ni aun invirtiendo el presupuesto anual que maneja el Gobierno regional conseguiría resolver todas las necesidades en este área. En fin, esperemos que algún día el señor Lorente, o tal vez alguien de la Delegación provincial de Cultura, nos aclare estas premisas. Quizá entonces sepamos cuál es la medida exacta del compromiso que la Junta tiene con el patrimonio de esta tierra. Entretanto, todas las comunidades autónomas recurren al 1% Cultural de Fomento como si fuera la panacea. Y no lo es. Tampoco un maná, como sostienen aquellos que creen que la inversión destinada al patrimonio no es inversión, sino gasto. Ojo al matiz semántico porque no es lo mismo una cosa que la otra. Destinar una millonada para convertir el castillo de Sigüenza en Parador de Turismo o el de Torija en Centro de Interpretación Turística es sinónimo de inversión. En cambio, obligar al dueño de un edificio histórico en mal estado a rehabilitarlo o tener un castillo en condiciones dignas, pero sin darle un uso, son parches. No soluciones: parches. Los resultados del 1% Cultural en la provincia de Guadalajara tampoco son muy alentadores, aunque una ayuda nunca viene mal. Según un estudio de Rosa Herrero, máster en gestión del Patrimonio Cultural por la Universidad de Alcalá y ex colaboradora de la Diputación Provincial, Guadalajara es la menos beneficiada de este programa estatal de las cinco provincias de Castilla-La Mancha. Algunos edificios emblemáticos, como las murallas de Atienza, han recibido fondos de Fomento, pero son actuaciones puntuales. La realidad de fondo es que no ha existido una política integral auspiciada por la Junta, en colaboración con el resto de administraciones y con empresas privadas, para recuperar los castillos. Ni ha existido ni existe porque, hasta la fecha, falta voluntad política.
El Ayuntamiento de Zorita recuperó en el año 2000 la titularidad del castillo comprándoselo a su dueño por una peseta que, curiosamente, encontraron cerca y era de la época de Pedro I el Cruel. En Jadraque, su ayuntamiento recuperó la fortaleza hace un siglo por 300 pesetas. Hoy día los apaños o ventas de castillos alcanzan cifras millonarias. Y si se opta por la expropiación, como en Pioz, conviene prepararse para un proceso largo, difícil y costoso. Zorita y Jadraque son dos buenos ejemplos de que, a veces, la historia tiene un final feliz, y hasta de cuento. Por desgracia, no siempre es así. El investigador José Luis García de Paz sostiene que “Guadalajara es la provincia con más fortificaciones, pero no es la más poblada ni la más rica para mantenerlos”. De los 50 castillos de la provincia, a su juicio, 20 están en buen estado y 35 sufren una ruina de diverso grado. Los más importantes son los de Sigüenza, Atienza, Palazuelos, Jadraque, Torija, Galve, Cifuentes, Hita, La Torresaviñán, Brihuega, Pioz, Anguix, Zorita, Molina, Zafra, Villel y el alcázar de Guadalajara. Amador Ruibal, vicepresidente de la Asociación de Amigos de los Castillos de España, está convencido que durante la época del desarrollo, en los años 60, se fomentó “una especulación inmobiliaria terrible” que perjudicó al patrimonio. A su juicio, consolidar siempre merece la pena, restaurar depende de qué y cómo. Lo que no es admisible es la proliferación de casos de abandono y de ruina. Máxime teniendo en cuenta que los castillos son siempre un señuelo que atrae el turismo y dinamiza la economía. Lauro Olmo, director de Recópolis, considera “fundamental planificar el patrimonio, redactar planes directores”, es decir, no quedarse sólo en las subvenciones. El propio Lauro acostumbra a recordar esta frase de Diderot: “hay que abrir al pueblo los palacios de la monarquía”. ¿Qué quiere decir? Que no basta con recuperar el patrimonio; hay que darle una utilidad. Que existe una demanda de conocimiento. Y que de poco sirve conservar el patrimonio si no se hace de forma integral y teniendo claro que más importante que las piedras es interpretar lo que significan. O lo que es lo mismo, divulgar el patrimonio. Usarlo a nuestro favor.