Artículos en El Decano

29 julio 2008

SENDERISMO

Tierra de cien veres…y veredas

Cinco guías detallan los senderos del Alto Tajo, Molina, el pico del Lobo, el Jarama, la Alta Alcarria, la ruta del Cid y las Villas Alcarreñas
Una de las deficiencias que señalan la mayoría de actores implicados en el turismo de Guadalajara es la carencia de una oferta mayor en actividades. Falla el turismo activo. Faltan rutas de senderismo, actividades al aire libre, subidas a caballo o en burro, escaladas, navegación (si los pantanos lo permiten)… En definitiva, todo aquello que vaya más allá de apalancarse en una casa rural. El senderismo es una pieza básica de este engranaje. Su auge es imparable, ligado a unas formas de vida que se alejan del sedentarismo. Permite salir al campo, hacer ejercicio o visitar una comarca entera. Y todo ello, en ocasiones, sin machacar el cuerpo. Tanto la Junta de Castilla-La Mancha como la Diputación llevan tiempo apoyando cualquier iniciativa, dentro del ámbito privado, que potencie el senderismo, tanto para los aficionados como para los que se han convertido en consumados especialistas. Ya se verá al cabo de un tiempo si todo este trabajo da sus frutos o si se queda en un simple intento. En todo caso, el propósito parece loable. Y el mercado, sobre todo el más cercano, permite ser optimista. César González-Ruano dejó escrito que “los madrileños, a poco que podamos, huimos de Madrid en pleno verano. Ha sido una costumbre de siempre, una costumbre que nos parecía una necesidad. No es que los madrileños queramos poco a Madrid. Al contrario: es que lo queremos tanto que necesitamos “volver a Madrid”, y para ello hay que irse”.
El Decano de Guadalajara, 25.07.08
Raúl Conde

Hay quien apostó por el senderismo desde hace años. Editores del Henares acaba de publicar un nuevo volumen de su colección de libros y guías de los grandes senderos en Guadalajara. Se titula Rutas Villas Alcarreñas y comprende los recorridos por Alhóndiga, Auñón, Fuentelencina, Horche, Moratilla de los Meleros, Peñalver, Romanones y Tendilla. O sea, una parte sustancial de la Alcarria en una comarca donde abundan las fuentes, los olivos y unas vegas que en primavera lucen con hermosura. El librito es sencillo, pero útil. Tiene un formato de cuaderno y está editado con anillas, sin coser, para facilitar su consulta durante los recorridos. Sus autores son dos miembros del Club Alcarreño de Montaña especializados en indagar y marcar los grandes recorridos reconocidos en la provincia de Guadalajara. Tanto Manuel Martín como Ángel de Juan se han pateado nuestra tierra, que es la suya, durante los fines de semana de estos últimos años. El esfuerzo les está compensando. La colección de estas rutas de senderismo constituye una novedad editorial que enlaza la cultura del campo, las letras y el turismo activo. Esa es la gracia del senderismo. Pocas actividades fomentadas por las instituciones públicas, tan reacias a invertir en otras cosas, promueven la conjunción de todos estos factores. Ya lo decía Machado: “Caminante, son tus huellas el camino, y nada más; caminante, no hay camino, se hace camino al andar. Al andar se hace camino, y al volver la vista atrás se ve la senda que nunca se ha de volver a pisar”. Lo que proponen los amantes del senderismo, en síntesis, es darle la vuelta a este último verso del poeta andaluz.

Si el lector visita páginas en internet como andarines.com o senderista.com comprobará que el senderismo no consiste sólo en echar un paseo por los alrededores de un pueblo, y sentarse a beber de la bota. Hace falta algo más, que es justo lo que engancha. Por ejemplo, la posibilidad de recorrer decenas de kilómetros para conocer pueblos diferentes y paisajes opuestos. Las rutas tienen diferentes kilómetros y duración. Su nivel de dificultad también permite escoger, en función de la situación física de cada uno. Merece la pena recorrer a pata los caminos que llevan a las chorreras de Despeñalagua, en Valverde; al monasterio de Bonaval, en Retiendas; al pinar de Sigüenza, al Alto Tajo por Zaorejas; a la sierra del Alto Rey en Bustares y Gascueña de Bornova; a Valdicimbrio en Galve de Sorbe; a las minas de Hiendelaencina; al cañón del río Mesa; a la cascada de Cañamar en Peñalba de la Sierra; al Camino de los Cipreses en Alpedrete; al barranco del Dulce entre Aragosa y Pelegrina; a las hoces del Henares en Moratilla; o a la ermita de Peñamira, en Muriel. Perdonen esta retahíla de topónimos pero creo que merece la pena recordarlos, no sólo porque sus nombres sugieren todo aquello que merece la pena adorar en la naturaleza de Guadalajara, sino porque algunos de estos recorridos transitan por los pueblos más desconocidos de la provincia. Otros no. Otros tienen la dudosa suerte de ser conocidos, que nunca se sabe donde está el límite del progreso, pero todos merecen una caminata. Ojo: no todas las rutas están señalizadas, así que conviene agenciarse de buena información.

Actualmente, son cuatro los libros publicados para senderistas en Guadalajara y una página digital: www.caminosdeguadalajara.es. Según los editores, no sólo pretenden dar salida a guías de senderismo, sino “dar a conocer la provincia de Guadalajara” a los que “quieren descubrir sendas, veredas, viejos caminos, pueblos con historia o personajes con algo que contar”. No se trata de crear réplicas de Cela parapetados por los pueblos de la Alcarria, sobre todo porque no habría fondas para atender tanta demanda, pero sí de fomentar el conocimiento sobre la propia tierra, lo que nunca está de más. Editores del Henares ha publicado varios libros, todos ellos en forma de guía práctica por los GR, denominación oficial de la Federación de Montaña que distingue a los grandes recorridos de senderismo. El bautismo llegó con GR-10 “Senderos de la miel”, con recorridos desde el Alto de Orea hasta el Pontón de la Oliva cruzando el Alto Tajo, las Alcarrias y la sierra. Después apareció GR-66 “Camino de la Hermandad” y GR-88 “Senderos del Jarama”: la primera parte es la prolongación de otro gran recorrido aragonés por las altas parameras de Molina, el barranco de la Hoz, el parque natural del Alto Tajo y, finalmente, entra en Cuenca por Peralejos de las Truchas. La segunda parte del volumen se centra en un itinerario que empieza en La Hiruela (Madrid), entra en Guadalajara cruzando el río Jarama y El Cardoso de la Sierra, penetra en el pico del Lobo y concluye en la provincia de Segovia. El prólogo de esta guía corresponde al periodista Carlos Sanz Establés escribe un bello prólogo sobre las tierras del señorío. Pepa Aldea, presidenta del Club Alcarreño de Montaña, Antonio Martínez Yagüe del Grupo Senderista de Milmarcos y Goyo Vizcaíno del grupo de Rillo de Gallo, escriben unos pequeños textos. Cuenta también con las colaboraciones de José Ramón López de los Mozos con un estudio etnológico de las danzas del Barranco de la Hoz y otra de Benito García Martínez sobre la Soldadesca de Hinojosa. Posteriormente, se publicó Caminos de la Alta Alcarria, con rutas de senderismo por Brihuega, Budia, Cifuentes, Durón, Henche, Mantiel, Pareja, Solanillos del Extremo y Trillo. Los ejemplares de esta guía se pueden solicitar en el Centro de Información de la central nuclear de Trillo. El volumen GR-16 El Camino del Cid coincidió con el aniversario de la publicación del poema cidiano y fue un rotundo éxito. La provincia de Guadalajara, según De Juan, “ha sido la primera en tener marcado y señalizado el recorrido del camino del Cid”, una nueva ruta que ahora gustan de llamar “ecoturística” que recorre las provincias de Burgos, Soria, Guadalajara, Zaragoza, Teruel, Castellón, Valencia y Alicante.

La última guía publicada tiene como epicentro las rutas en las “villas alcarreñas”. El presidente de su mancomunidad, Santos López, se felicita por “el trazado, la señalización y la divulgación de una guía de rutas de senderismo entre los pueblos de la comarca, para atraer turistas y visitantes a la zona”. La introducción sobre la comarca corre a cargo José Luis García de Paz. El prestigioso investigador hace un recorrido histórico por la formación de la Mancomunidad Villas Alcarreñas, que nació por la necesidad de abaratar la recogida de basuras, y su realidad presente, mucho más pujante en pueblos como Horche, gracias a la cercanía con infraestructuras como el AVE o la N-320, carretera que vertebra este territorio. De Paz concreta las características de los municipios de esta comarca, sus monumentos, sus fiestas, sus rincones singulares. Los autores de la guía aportan la señalización de la ruta, los mapas y las fotografías. Imposible perderse. Tampoco se olvidan de los consejos, como la vestimenta adecuada, un calzado cómodo, una mochila pequeña, el agua, los planos y hasta un GPS, por lo que pudiera pasar. Merece la pena echarse un zurrón a la espalda y lanzarse a las rutas que nos proponen estas guías. Y volver al campo, a las veredas. José Jiménez Lozano escribió en sus cuadernos de letra pequeña: “En la ciudad, las gentes se expresan como si se estuviera cerniendo una desgracia, y ésta me esperase en el camino a casa, y me advierten de que debo quedarme; así que me tengo que callar, aunque estoy deseando llegar al pueblo para dar una vuelta bajo la luna con el perro, y oír nuestras pisadas en la nieve”. Dice un refrán antiguo de la provincia que Guadalajara es una tierra de cien “veres”, por lo mucho y variopinto que atesora en su interior. Cabe añadir, llegados a este punto de la historia, que también dispone de otras tantas veredas. Basta ponerse a caminar.