Entrevistas

17 junio 2008

JOSÉ MIGUEL MERINO DE CÁCERES, ARQUITECTO Y AUTOR DE "ÓVILA, SETENTA Y CINCO AÑOS DESPUÉS (DEL EXILIO)"

“No estoy satisfecho con la reconstrucción de Óvila que se hace en California”

“Óvila era un monasterio mediocre con una Sala Capitular magnífica” “Los restos de Óvila que quedan en Trillo dan pena, debería reconstruirlos la Junta de Castilla-La Mancha”
Nada más aparecer en su despacho de la Escuela de Arquitectura, cualquiera diría que ofrece una pose de arquitecto reputado. Camisa con gemelos, bigote afilado y un pasador en la corbata con sus iniciales grabadas. José Miguel Merino de Cáceres (Segovia, 1942) es uno de los principales expertos en arquitectura medieval de España. Imparte clases de Historia de la Arquitectura y de la Restauración en la Universidad Politécnica de Madrid. Ha escrito multitud de ensayos sobre los expolios que ha sufrido el arte español. El próximo 19 de junio presentará un nuevo libro, en la Biblioteca Pública de Guadalajara, a partir de las 20 horas: “Óvila, setenta y cinco años después (de su exilio)”. La publicación corre a cargo de la Junta de Castilla-La Mancha y la edición de Editores del Henares. Es un volumen de 158 páginas que agrupa toda la información acerca del monasterio cisterciense de Óvila, en Trillo. Tras pasar por subasta pública, el magnate de la prensa sensacionalista de EE.UU., William Randolph Hearst, lo compró por 85.000 dólares. Entre los meses de marzo y junio de 1931, los elementos monasteriales deseados por Hearst (la Sala Capitular, el claustro medieval y la iglesia) se desmontaron y trasladaron hacia América. Luego tuvo que suspender sus planes por falta de dinero. Actualmente, la abadía de New Clairvaux reconstruye la Sala Capitular en California.
El Decano de Guadalajara, 13.06.08
Raúl Conde

¿Cómo surgió la idea de publicar un libro sobre Óvila?
Me ofrecieron la posibilidad de publicar el libro. Yo había trabajado sobre Óvila hace muchos años, una parte de mi tesis doctoral. Luego fui ampliando. Me llamó José Luis García de Paz para preparar un artículo sobre Trillo, y ese artículo se convirtió en algo más largo y en libro. Investigué más y le hemos dado otra dimensión.

Arthur Byne fue un fotógrafo, licenciado en arte, que vivió en España desde 1915 a 1935. ¿Qué papel tuvo en el expolio de Óvila?
Era arquitecto. Había trabajado con diversas empresas y se dedica a la investigación. Entra en contacto con la Hispanic Society y le comisionan para venir a España a hacer investigación. El año 1913 viene por España, hace un primer libro y, efectivamente, luego ya viene en 1915 y se queda estable, aunque mantiene una casa en Nueva York. Al principio se dedica a hacer fotos que vende a las universidades americanas, también fue un magnífico dibujante. En 1919 se convierte junto a su mujer, Mildred Stapley, en anticuarios. Se dan cuenta que da más dinero que hacer fotos. Su mujer había conocido a Julia Morgan, al arquitecta de Hearst, en París. Morgan, cuando entra a trabajar para Hearst, le pide fotos de España para sus fincas. A Hearst le encantaba el arte español. En un momento determinado, el matrimonio Byne garantiza a Hearst que puede comprar todo el arte español que necesite para llenar su proyecto de residencia en San Simeón, en California. Le vendieron muchas cosas. Además, Hearst quiso hacer en San Francisco un museo de arte medieval y compró hasta nueve claustros. El de Óvila no lo compra para ahí, sino para una casa que tenía al norte de California, para reconstruirla.

¿El desmantelamiento del monasterio se hizo piedra a piedra?
Siempre es piedra a piedra. Lo mismo que se construyó, se demuele. No fue excesivamente complicado. Pero la verdad es que no se desmontó con mucho cuidado, sólo las piezas singulares, lo que eran los muros de sillería, pero lo otro en las fotos se ve que están demoliendo a lo bárbaro.

Demuelen el edificio en Trillo y lo llevan a Madrid. ¿Por dónde siguió luego el traslado?
Algunas partes las llevaron a Valencia desde la estación de Matillas, de ahí a Madrid y luego a Valencia. En el paseo del Rey, en unos almacenes de una fábrica de somieres, se hicieron los embalajes. Desde Valencia salió el edificio en 11 barcos, todo pagado por Hearst. Fueron a parar a California, los barcos tuvieron que cruzar el canal de Panamá. Allí se quedó en cinco almacenes del puerto de San Francisco.

En el libro indica que hubo casi 50 operarios en Madrid y 92 en Óvila. ¿Eran gente de Trillo?
Había gente de Madrid, pero poca era de Trillo. He hablado con algunos que su padre o su abuelo había estado allí, pero pocos. Iba gente de Ruguilla y otros pueblos. Algunos tenían que hacer hora y media andando para ir trabajar y otra hora y media para regresar a casa por la tarde. Y eso que no pagaban buenos jornales. Era la época de preguerra y la depresión y había una gran crisis. La proclamación de la República les pilló de por medio, los operarios cogieron la bandera española, la sustituyeron por la tricolor y siguieron trabajando. Allí también se montaron algunos barracones para alguna mano de obra especializada y pusieron cocina que se aprovisionaban desde Madrid.

¿Algunas partes, como columnas, arcos o cornisas, que fueron desechadas para su traslado?
Las columnas no. Lo único que no se llevaron de interés fue la arquería del claustro. Eran de carácter renacentista. Y Hearst lo que quería era arquitectura medieval. La iglesia la desmantelaron enteras.

¿Qué tenía pensado hacer Hearst con Óvila en California?
Quería llevarlo para su casa de Wyntoon, en California, a los pies de Mount Shasta, al sur de la frontera entre California y Oregón. Esa finca, que se había construido su madre en 1915, se quema. Y para reconstruirla, Hearst quería hacer un gran castillo. Como ya ha fracasado en el empeño de hacer un museo de arte medieval en Berkeley, pues se propone este nuevo objetivo. De todas maneras, como este hombre tenía tantas propiedades, es difícil saber para dónde quería las piezas que iba adquiriendo.

Un año después de comprarlo, Hearst pasa por apuros económicos y no puede afrontar el proyecto que tenía pensado para Óvila. ¿Qué pasó entonces con sus proyectos?
Bueno, en realidad él empieza a pasar apuros económicos desde 1929, fruto de la depresión, y compró Óvila en 1931. Cuatro años después, tiene hecho el levantamiento de Óvila en California, el acotamiento del lugar y cuando van a empezar las máquinas a funcionar, la víspera, da la orden de detener los trabajos porque no tiene un duro. Lo suspendió cuando lo tenía todo pensado. El Consejo de Administración de su empresa, cuando aquello es insostenible, empieza a vender de todo: fincas, periódicos deficitarios (llegó a tener 40), emisoras de radio, agencias de información deficitarios, terrenos al lado de Manhattan, ranchos… Es una época muy mala. Él, que era un manirroto, había comprado a precios de inflación y tiene que vender a precios de saldo, con lo cual hay un desequilibrio grande. Se niega a vender San Simeón, pero vende algunas de las fincas, como la del Cañón del Colorada. Mantiene la casa de Wyntoon y hace unas casitas para sus nietos, en plan poblado bávaro. El monasterio de Óvila lo tiene en cinco almacenes portuarios en el muelle de San Francisco. Hace unos años se quemó uno de los depósitos, pero no eran suyos. Los tenía alquilados. Estaba tan mal de dinero que no tenía para pagar el alquiler.

El investigador José Luis García de Paz sostiene en el prólogo de su libro que Óvila es el monumento expoliado más importante de Castilla-La Mancha. ¿Está de acuerdo?
Hombre, no sé, si por expolio entendemos el traslado, sí es el más importante. A eso lo llamo yo elginismo, que viene del conde de Elgin, que fue el señor que se dedicó a comprar los mármoles del Partenón para traerlos a Inglaterra. A estas operaciones de venta y traslado de monumentos lo llamo elginismo. La palabra la inventó Lord Byron en uno de sus libros. Es el desmontaje y traslado de monumentos, generalmente de forma subrepticia, clandestina, con fuertes intereses de por medio. La salida de Óvila fue clandestina como la del monasterio de Sacramenia, seis años antes. Óvila sale como material de construcción, en ningún momento se dijo que se iba a derribar el edificio. Además Byne confiesa en algunas cartas que tiene que andar con sumo cuidado y se ve obligado a sobornar a funcionarios.

Algunos intelectuales alcarreños de la época, como Layna Serrano, Luis Cordavias o Serrano Sanz, advirtieron al Gobierno republicano del saqueo. Sin embargo, Byne saqueó iglesias y robó cuadros con absoluta impunidad. ¿Cómo se explica el pasotismo de las autoridades?
Byne era un señor que tenía influencias en las altas esferas. Era un señor de los más ricos de la colonia americana. Él se relacionaba muy bien. Se cameló a las autoridades, era amigo del que fue durante ocho años ministro de Instrucción Pública y Bellas Artes Eduardo Callejo de la Cuesta. Hizo la vista gorda.

¿Qué destacaría, desde el punto de vista arquitectónico y artístico, del monasterio?
Óvila no era uno de los grandes monasterios. Hay otros, como el de Santa María de Huerta, en Soria, o el mismo de Monsalud, en Córcoles. Hablo entre los monasterios cistercienses. El de Óvila era un monasterio mediocre con una magnífica Sala Capitular, un buen refectorio. La iglesia era tardía del siglo XVI, posiblemente hecha por Rodrigo Gil de Hontañón. Todos los monasterios tienen algo de interés. Óvila no está entre los primeros, desde luego.

¿Es cierto que, hasta que usted empieza a interesarse por Sacramenia y otros expolio, la figura de Byne pasaba incluso por ser un “experto hispanista”?
Cuando yo empiezo a escribir sobre él, nadie conocía a Byne. Hoy todo el mundo habla de él y parece que lo han descubierto. Yo, modestamente, descubro a Byne y hago mi tesis doctoral. El único que lo conocía era Fernando Chueca, mi director de la tesis. Cuando yo hago la tesis, la gente se queda sorprendida porque descubro una faceta de Byne totalmente desconocida. No se sabía nada.

En el libro le llama “chamarilero”.
Hombre, es que lo es. Un chamarilero es que el trafica con bienes. Ha sentado mal que diga eso, pero tampoco es un insulto.

¿Es posible exigir a estas alturas todo lo que fue expoliado en el país por Byne, incluyendo Óvila?
No, en absoluto, y menos habiendo pasado 50 años. Eso se vendió, se hizo una transacción. Lo pagaron y no fue un robo.

La abadía de New Clairvoux está reconstruyendo ahora la Sala Capitular en California. ¿Está satisfecho de estos trabajos?
No, en absoluto. Y prefiero no hablar de aquello. Quiero mucho a esa gente y no voy a hablar.

¿Y con lo que queda de Óvila en Trillo qué se debería hacer?
Ponerlo dignamente y rehabilitar. Aquello es un desastre. Siempre he tenido las puertas abiertas cuando ido allí, he llamado al dueño y me ha atendido. Me sabe mal el criticarle, pero de alguna manera lo he hecho. De alguna manera, la culpable es la Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha. Tiene que cuidarlo. La Junta tiene que gastarse los dineros y arreglar aquello y permitir que se visitara.

En Guadalajara, los monasterios de Monsalud, en Córcoles, y Bonaval, en Retiendas, se encuentran también en un lamentable estado de conservación, sobre todo éste último. ¿Qué solución tienen?
No lo sé. Por ejemplo, en Córcoles se ha hecho una restauración pésima. Pésima. Soy arquitecto dedicado a la restauración, y los que han intervenido son compañeros y amigos míos, pero no me duelen prendas en reconocer que se ha hecho una pésima restauración. El criterio de intervención que se ha manejado ahí es muy equivocado y el resultado estético es penoso. Todo ese hormigón que han metido… La restauración no es una actividad que admita recetas. Cada intervención es diferente y necesita una adecuada. Estos arquitectos modernos, puristas, que dicen que no, que hay que intervenir con unos criterios de construcción moderna y meter hormigón, pues yo no estoy de acuerdo. No se puede dar una receta general, pero podemos analizar cada edificio, que requiere una actuación diferente. En general, lo que hay que hacer es consolidar, no inventar, no recrea, no construir. Se deben utilizar los mismos materiales que se usaron en su momento, perfectamente identificados.

¿Qué se ha escrito sobre Óvila en Estados Unidos?
Nada, se ha escrito poco. Algo más sobre Sacramenia, que se llevaron de Segovia a Miami. Sobre Óvila ha aparecido algún suelto en los periódicos de California, pero poco. No tiene una dimensión como para que la gente se preocupe.