“Guadalajara es una ciudad perdida para siempre”
Madrid ha perdido gran parte de su patrimonio. Sin embargo, hay otras ciudades como Guadalajara donde la destrucción del casco antiguo ha sido casi total.Han pasado toda clase de corporaciones, planes incumplidos y proyectos… Lo más triste no es que se pierda el patrimonio, sino que el poco que queda se agrede con otro tipo de construcciones en sus entornos, con auténticas barbaridades. ¿Qué opina de todo ello?
Es verdad. Yo en mi libro dedico a Guadalajara bastante espacio, en concreto un capítulo entero. Guadalajara es una pena, porque era una ciudad extraordinaria, maravillosa. Ojalá hubiera mantenido lo que era más histórico: primero las terrazas romanas se las han cargado y evidentemente los yacimientos arqueológicos se suprimieron, se anularon, se ignoraron porque la construcción de la ciudad del siglo XIX se asentó sobre territorio romano y por supuesto sobre el árabe. El problema es que no se respetó nada. Hasta este siglo, Guadalajara había llegado relativamente bien, lo triste es que se haya destrozado la ciudad en un tiempo en el que teóricamente había más cultura y sensibilidad. En Guadalajara lo que primó fue la ignorancia y la codicia, más que en cualquier otra ciudad de Castilla como Zamora o Palencia. Sus poblaciones están estabilizadas, porque habían caído en un declive económico y tenían grandes posibilidades de salvarse. Normalmente lo que ha aniquilado las ciudades ha sido el exceso de demografía, el hacinamiento y la expansión como ha ocurrido en Madrid. Pero eso no ha ocurrido en Guadalajara. Es una ciudad que había alcanzado los 40.000 habitantes en el siglo XV y que luego bajó hasta 7.000 a finales del siglo XVIII. No había industria, la agricultura era pobre y todos conocemos a los alcarreños que se marchaban a vender miel fuera de su ciudad para poder sobrevivir. Cuando hablamos de Guadalajara no nos referimos a la ciudad, sino a la provincia, de tal modo que esta ciudad no soportó la inmigración interior, porque la gente malvivía en la ciudad. Los pueblos como Atienza mantuvieron su población estable. Es decir, podrían haber mantenido su patrimonio estable. El problema está cuando llega una población enorme y tienes que habilitar espacios, casas, mansiones, palacios para todos. En principio, los pocos palacios que había allí, a excepción del Palacio del Infantado, desaparecieron. El abandono de los palacios significó que los nobles establecieran unos administradores que después alquilaban los palacios a multitud de gente. Cuando se fueron los señores, los administradores metían a treinta o cuarenta familias en estos palacios y de ahí vino la destrucción.
¿Cuál es el balance de esta historia en el tratamiento que Guadalajara ha dado a su patrimonio, tanto en la provincia como en la capital?
Hay que considerar otro fenómeno, el odio a todo lo árabe como sucedió a Toledo. Entonces una ciudad que tiene nombre árabe y conocemos que el árabe de Guadalajara era espléndido por las descripciones gráficas. Cuando este famoso holandés viaja por toda España por indicación de Felipe II haciendo los dibujos, yo conozco y lo reflejo en mi libro, son unos dibujos que se conservan de El Escorial y que han aparecido en Viena. Allí hay representación gráfica de este extraordinario dibujante tomada a distancia de Guadalajara. Efectivamente ese antes y ese después ha marcado una distancia de tal forma que hoy en Guadalajara después de las destrucciones sufridas no ha quedado más que un palacio, salvo una sepultura en el cementerio pagada por nobles que merece la pena.
¿La ciudad de Sigüenza se ha conservado adecuadamente?
Sigüenza era un pueblo maravilloso, extraordinario. En mi libro he seleccionado las fotos más trágicas de la Guerra Civil para demostrar hasta que punto los franquistas se ensañaron. Ya en la democracia me encontré con un libro que había conseguido publicar todas las referencias gráficas de las destrucciones de Sigüenza con los cañones puestos en la calle del Doncel. El castillo lo destruyó el propio pueblo, antes de que se convirtiera en Parador. Los castillos también sufrieron lo indecible, porque había en Castilla 2000 castillos en el año 1600…
¿En qué medida influyó la Guerra Civil en la destrucción de los monumentos?
Hay zonas que se vieron muy afectadas. Por ejemplo, cayeron sobre Atienza los aviones alemanes e italianos como experimentos sin cargar contra la población. Un experimento criminal con el que querían saber el efecto del pánico sobre la población civil y era insólito el bombardeo sobre municipios como ocurrió en Torija y Brihuega. Guadalajara tuvo desastres primero por los milicianos, pero después estuvo tres días en llamas el mejor palacio con artesonados mudéjares y tesoros, el Infantado. Layna Serrano fue un hombre bueno del régimen con gran sensibilidad que defendió que el Palacio del Infantado lo estaban ‘prostituyendo’ durante su reconstrucción. Amaba Atienza y entonces le dolía todo lo que había ocurrido allí. Guadalajara es una provincia desgraciada en este sentido. En la ciudad cayeron cuatrocientos edificios extraordinarios y los que no, fueron ocupados por los militares. Había una escuela militar soberbia que también cayó.
Otra cuestión fundamental es la responsabilidad del Estado sobre los propietarios de castillos y edificios históricos. Hay en España algunos que los conservan como verdaderas joyas, pero otros como los de Riba de Santiuste o Galve los tienen en un pésimo estado. ¿Qué se debe hacer?
Muchos están mal porque no ha habido nadie que le haya hecho una buena oferta económica al dueño. Muchos de estos edificios, desde el punto de vista estético, tienen poco. Ha habido castillos buenos como el de Jadraque que hoy son un desastre y fue atestado por las bombas. Guadalajara es una tierra de paso, pero de paso de guerras importantes que han causado estragos. Es un modelo de expansión no imitable con una carretera mal planificada, construcciones unifamiliares, edificios, colmenas, una ciudad para salir corriendo. Sólo queda el Palacio del Infantado y no porque no hubiera más en el pasado. Tiraron casas barrocas del siglo XVII y la mejor arquitectura de la Reconquista.
El profesor José Luis García de Paz ha escrito un libro sobre el patrimonio de Guadalajara en el que dice que fue especialmente duro para Guadalajara el siglo XX.
Claro, totalmente de acuerdo, coincide con los años del desarrollismo. En Guadalajara ocurrió lo peor cuando empezó a incrementarse la población en los años 60. Subió hasta los 70.000 habitantes en muy poco tiempo, como en Alcalá de Henares. Como se ve, es una triste historia.
¿Qué reivindicación se puede hacer ahora de todo el material histórico y artístico expoliado?
La gente desconoce el expolio porque los historiadores no se han esforzado en contarlo. Estas cosas pasadas no interesan ya y entonces te lo quitan. Sigue existiendo la censura, porque hay temas que no son políticamente correctos y la gente no se entera. Conviene reivindicar la memoria de los expolios.
¿Los castillos son los grandes perdedores de la hecatombe arquitectónica?
Los castillos españoles han sido castillos guerreros. El problema de los castillos-palacio es que un número elevado han sido vendidos. Muchos se dieron cuenta de que había castillos interesantes, sobre todo por Levante, con cierto valor y los adquirieron para después desmantelarlos. Layna Serrano publicó una obra sobre los castillos de Guadalajara, pero no se sabe nada sobre su destrucción. A Franco no se le escuchó nunca ningún interés del patrimonio, tuvo una actitud permisiva y de consentimiento. Si éste reconstruyó Sigüenza lo hizo por vergüenza, porque había destruido un edificio eclesiástico y tenía que reconstruirlo rápido. Guadalajara es una ciudad perdida, pero perdida para siempre. En el caso de Sigüenza lo que ha quedado de representativo ha sido muy poco también. Había cinco iglesias románicas, de las que se han conservado tan sólo dos y estaban en el mismo pueblo. Sería una vergüenza para los propios lugareños reconocer todo esto, pero se debe empezar por aquí. ¿Quién se preocupa en Guadalajara de Layna Serrano?
En todo este mundo entra también no la política, sino la ‘politicucha’, porque Layna fue un hombre del régimen.
Pero era un hombre del régimen protestón y se la jugó. Le respetaron hasta cierto punto en la provincia porque no era considerado peligroso, sino bondadoso. La vida de este hombre fue interesante.
¿Cuál es la responsabilidad de la Iglesia en el patrimonio perdido?
La Iglesia ha sido víctima y cómplice de la destrucción de su propio patrimonio. Ha tenido y tiene el 80% de la riqueza patrimonial de España. No conocen el verdadero valor económico de lo que custodian y por eso siguen vendiéndolo los ignorantes. Desde el Vaticano se le ha comunicado mil veces a la Iglesia Española que no podía vender el patrimonio y los eclesiásticos españoles han hecho oídos sordos. Desde el siglo XIX se han realizado ventas clandestinas horrorosas. Hoy por Hoy son los mayores responsables del patrimonio mueble. Si hubiera habido en España desde hace mucho tiempo un decreto de lo que contenía cada convento, todo hubiera sido diferente.
En Guadalajara han ido surgiendo plataformas ciudadanas, ¿cómo ve la situación del patrimonio en Guadalajara y en España?
Las plataformas tienen un defecto y es que no las integran gente culta todavía. Las reivindicaciones políticas que hacen son muy respetables y razonables, pero para que tengan peso han de tener gente conocedora. No hay dinero suficiente para todo y entonces hay que emplearlo en cosas útiles y no en ruinas que mejor dejarlas como están. La reivindicación de los cascos históricos me parece mucho más apremiante. Estas plataformas cambian los términos. Sería preferible plantear las reivindicaciones desde un signo cultural y económico.