La defensa de la cultura de la Sierra a través del paladar
Los autores de la obra son cuatro amantes de la Sierra de Guadalajara: Esperanza Fernández, Pedro Vacas, Rosario Nieves Zapata y Antonia Gutiérrez. Aunque viven en diferentes lugares, les une su pasión por la gastronomía y por Hiendelaencina, que es un pueblo cabecero de la comarca del Alto Rey que antaño llegó a tener renombre y mucha población gracias a sus extraordinarias minas de plata. En realidad, al pueblo se le conoce como “Las Minas” y destaca por sus amplias casas y sus calles anchas. Los historiadores afirman que a finales del siglo XIX llegó a tener 10.000 habitantes, cosa nada extraña teniendo en cuenta la actividad económica que generaban estas explotaciones naturales. Ahora, sin embargo, se ha convertido en el pueblo que ha sufrido la mayor bajada relativa de población de la provincia. Y se ha quedado en 160 habitantes. Pese a todo, conserva vida propia. Gracias, fundamentalmente, a dos estupendas iniciativas: la Feria del Ganado, orientada a la cabaña ovina; y la representación de la Pasión Viviente, que el pasado Viernes Santo congregó a más de tres mil personas. Se trata de una fiesta declarada de Interés Turístico Regional que, gracias al enorme trabajo que desarrollan sus creadores, se ha consolidado en el calendario festivo provincial.
Hiendelaencina es un pueblo que cuida sus raíces. De ahí la publicación de un libro, gracias al impulso de sus autores, que escarba en las recetas que, de forma oral, han conservado las diferentes generaciones que han pasado por este enclave serrano. Tal como escribe en el “prologuillo” el etnólogo José Ramón López de los Mozos, “Hiendelaencina en dulce es un título sugestivo y sugerente, que conduce al lector no sólo al desarrollo de las papilas gustativas, sino que también lo traslada a ese otro mundo que constituye todo lo bello en sí mismo, en su grandeza lograda a través de lo más pequeño, aquello que, precisamente por pequeño, pasa casi desapercibido”.
La dulcería tradicional es la base del libro que se presentó hace una semana en Hiendelaencina, en un acto entre rosquillas, limonada y moscatel. Los dulces de las abuelas, las recetas que han ido pasando de familia en familia, y también de pueblo en pueblo. Todo lo que normalmente figura en unos “escuálidos cuadernillos grasientos”, como dice López de los Mozos, ahora se ha puesto negro sobre blanco en un estupendo volumen de 236 páginas. La capacidad de atraer población de Las Minas antaño hizo que fraguara en el pueblo el conjunto de tradiciones resposteras que ahora surge. Los autores del libro han hurgado en la memoria del pueblo, han preguntado a las personas mayores, han rastreado en sus recuerdos y en sus cocinas, han fotografiado sus utensilios y se han encontrado con mujeres colaboradoras como Ángeles Pérez, Juanita, Carmen, Antonia, Victoria, Maruja, Nati, Teodorita, Milagros, Dorita, Carmita, Rosario, María Jesús, Manolo, Conchita y Charo. En la introducción, los autores escriben que “es difícil recuperar aquellos olores, aquellos aromas, aquellas noches en vela, que las mozas de este pueblo, se pasaban en el horno, en la víspera de la fiesta del pueblo haciendo toda clase de dulces para obsequiar a novios y pretendidos, demostrando con ello su valía y buen hacer en la cocina y el horno, pero quizá podamos sentirlos y degustarlos si hurgamos en los recuerdos dormidos de nuestra memoria cuando leamos estas recetas reposteras, y las fotografías que acompañan, que forman parte de nuestra cultura y de nuestras raíces”.
Uno de los autores del libro, Pedro Vacas, no es de Las Minas. En realidad procede de Bustares y es un defensor a ultranza de los valores y la cultura de la Sierra de Guadalajara, a la que considera Sierra, a secas, “sin el apellido administrativo de “Norte”, Sierra Norte, que a veces le ponen los periodistas o los políticos”, subraya. Emigró a Cataluña y ahora descansa a los pies del Alto Rey. Ha publicado ya varios libros sobre la comarca, entre los que destaca el Vocabulario de la Pastorería. Para él, este recetario de dulces de Hiendelaencina es algo más que un simple libro de recetas. “Es una parte de la cultura de un pueblo”. La importancia de los dulces no sólo era gastronómica. Había un interés, por ejemplo en los niños, que era común en los días de fiesta en todos los pueblos. Por eso el libro recoge la historia de “La Poli”, la confitera de las tierras altas de Guadalajara que endulzó la infancia de cientos de criaturas en la Sierra. Pedro Vacas recuerda que “Guadalajara es tierra de miel y colmena, es tierra dulce y de dulces, de postres y bollos”. El dulce es un espinazo de la historia de esta provincia. Y el libro rezuma el olor de almendrados, arroces con leche, barquillos, bizcochos, claras de huevo, crema de coco, mantecados de aceite, manzanas asadas, pastel de café, sartén de plátano, torrijas o tartas de mil formas y gustos. Son páginas ahormadas de forma discreta, sencilla, pero cargadas de razón histórica. También de memoria. Antonio Burgos tiene escrito que ya no quedan eruditos locales. Y añade: “la gran Historia no es otra cosa que la suma de muchas pequeñas historias locales, como la gran crónica de un tiempo es la suma de muchas pequeñas crónicas de esperanzas, de ternuras, de frustraciones, de ilusiones que marcan la mentalidad de una hora”.