La publicidad tirana
“Los redactores se van y no los reemplazan. No damos abasto y la verdad es que el nuevo director no es el tío más popular del mundo. No hay presupuesto ni para bolígrafos, se han prohibido los taxis, tienes que tener una autorización expresa para invitar a alguien a comer y se ha acabado el volar en clase negocios salvo en casos excepcionales”. Este texto lo firmaba hace pocos días, en boca de sus fuentes, Walter Oppenheimer en El País. La bomba es que el gigante Financial Times (FT) vive su peor crisis por la caída de la publicidad. Ahí es nada, el “diario más prestigioso del mundo y una máquina de hacer dinero en tiempo de vacas gordas”, según el citado periodista. Lección que debemos extraer: un periódico grande y uno pequeño se asemejan siempre en que los problemas estructurales son idénticos. A unos les puede afectar en forma de cientos de millones de euros, y a los otros a través de recortes en el recibo de la luz o en ordenadores. Cambian los lectores. Cambian los presupuestos. Cambian los reportajes. Pero las vergüenzas son las mismas. No respetan la historia ni la tirada.
Si analizamos las ventas del rotativo londinense observaremos que el descenso es considerable, concretamente un 4,8% menos en 2002 que en el año anterior. Se queda en 454.000 ejemplares, que para sí los quisiera Pedro Jota. Cabe preguntarse si tal hecatombe se debe a la parsimonia de los redactores, a los vaivenes en la dirección o, por el contrario, existe un asunto que va mucho más allá de los profesionales. Habla un veterano periodista inglés: “La excesiva dependencia de la publicidad, en un momento de recesión, nos afecta mucho”. Cuando las empresas de comunicación del momento, convertidas en multimedia con participaciones mil millonarias en decenas de medios/productos, cuando estas firmas invierten grandes cantidades en ampliar sus fortunas, el periodismo funciona. Cuando las cuentas de resultados se desmoronan, entonces mejor aparcar la apuesta por el sector. “Aún creemos que la vida con Pearson es mejor que con Murdoch”. No es extraño teniendo en cuenta la personalidad enrevesada y ultraconservadora del magnate australiano: “¡Qué gran negocio éste de la comunicación si no fuera por los periodistas…!” La frase –suya- retrata al personaje. La pregunta es: ¿podemos imaginarla pronunciada también por Agnelli, Polanco, Kirch o Hersant? Está claro que sí. Ellos dominan a los políticos mediante las leyes de la economía de libre mercado (aunque éste no exista como tal), a los ciudadanos porque no se preocupan suficientemente de lo que consumen y a los informadores, que soportan una superhipoteca con un minisueldo. Quizá la oferta es excesiva, desde luego. Nunca antes habíamos tenido tantos recursos para acceder a los canales de información. Al menos en Occidente. Nunca antes, por tanto, habíamos estado tan desinformados como ahora. La manipulación no la tutelan censores estúpidos, sino capitalistas hábiles. Los anuncios revelan el grado de independencia de cualquier medio de comunicación. Miren la publicidad, pues, y luego lean las noticias con la cautela necesaria.
Por fin es sabido el plan de reajuste del diario que dirige el cuestionado Andrew Gowers. La base consiste en incluir el deporte y un bloque mayor de información general, y convertir la cabecera en una más de la prensa, laminando así su etiqueta elitista. Me desplazo a la estación de Chamartín para comprar un ejemplar, pero no venden prensa extranjera. Seguimos instalados en la prehistoria. Voy a Sol y allí lo tiene una quiosquera crispada porque le piden muchos cigarrillos. Se reconoce a distancia: tamaño sábana (ocho columnas), páginas salmón, color en la foto de portada, artículos de fondo, reportajes-análisis. Un texto en la última ironiza sobre las peripecias del cura Castillejo, presidente de Cajasur. Encuentro también un anuncio de media página –que en términos de espacio es casi el triple que un faldón en Guadalajara Dos Mil- del museo Guggenhein de Bilbao. Y en la sección Agenda hay reseñas de una exposición de Dalí en Atenas, además de otras citas en Barcelona, La Coruña y Madrid (ningún diario español recopila la agenda europea). Y, efectivamente, en la contraportada del suplemento para el fin de semana han bautizado a los deportes, o lo que es lo mismo, un rácano comentario de alguien que debe ser su Santiago Segurola. A lo mejor en la tercera acaban sacando a una chica en cueros… Ojo, con esto no cuestiono el planteamiento del Financial. Simplemente expongo que para que un periódico tan “serio” y en apariencia inmune a las miserias del oficio modifique sus contenidos, es que la cosa está muy jodida. En Londres y en La Alcarria, para desgracia de todos.