El patrimonio no se explica y la prensa no escucha
Muy cerca del pairón molinés, en la Fundación Lázaro Galdiano de Madrid, entre las calles Serrano y María de Molina, se celebró la semana pasada un debate sobre los medios de comunicación y el patrimonio, organizado por la Fundación del Santander y la asociación Hispania Nostra. Cómo se presentan las noticias relacionadas con el patrimonio. Qué impacto tienen en los ciudadanos. Qué relevancia otorga la prensa al patrimonio. Cuál es el sistema de comunicación de las entidades de patrimonio con los medios. Estas fueron, en síntesis, las grandes líneas del debate, en el que también participaron algunos de los asistentes.
La lección inaugural, que sirvió de pórtico para la conferencia central, fue a cargo del profesor José Jiménez Lozano. No hablaba cualquiera. Jiménez Lozano (Langa, Ávila, 1930) es licenciado en Periodismo, Derecho y Filosofía y Letras. Fue director de El Norte de Castilla. Premio Cervantes en 2002, Premio Nacional de las Letras, Premio Nacional de Periodismo Miguel Delibes y Premio de la Crítica. Un maestro de la vida con una capacidad para conjugar las costumbres rurales, la vida sencilla, y la más alta escuela intelectual. Su conferencia fue más breve de lo previsto. Leyó con rapidez sus cuartillas, pero dictó una clase magistral. ¿Ha servido el periodismo como promotor de la cultura?, se preguntó. “Las grandes cuestiones culturales –proclamó- no pueden ser difundidas por megáfono”, en referencia a la tranquilidad y el rigor con el que hay que afrontar los temas de cultura. Ahora, sin embargo, se imponen las “píldoras del pensar, la mentalidad moderna de Bertrand Russell”. A juicio de Jiménez Lozano, “el hombre de nuestro tiempo tiene esa mentalidad”. También tuvo una crítica para los mass media. Según dijo, “investigan primero la audiencia y modifican el mensaje si la audiencia no es óptima. Y como se dirigen a los grandes públicos, priman las cuestiones triviales o trivializan las que son importantes”.
Jiménez Lozano reivindicó la importancia de la cultura, no sólo en los medios de comunicación, sino en el conjunto de la sociedad. No se puede vivir sin cultura, vino a decir. Y los medios, por tanto, están obligados a amplificar estos conocimientos. “A veces, por lo visto, escribir artículos que hagan pensar no está permitido…”, masculló con ironía. También se preguntó si estamos “en una mala hora para la cultura”. Los periódicos tienen que contar con esta realidad, “a poco que quieran hacer honor a su pasado ilustrado”. En cambio, estableció una clara diferenciación entre la prensa nacional, donde las noticias de patrimonio se producen por algún tema desbordante, y la prensa de provincias, o provinciana, como la calificó el propio Lozano. Es en este ámbito donde el patrimonio alcanza mayor relevancia y calado. “Se trata de salvar ruinas y de fomentar su conservación”, agregó.
Cultura del presentismo
Tras la conferencia de José Jiménez Lozano, se celebró una mesa redonda donde participaron distintos especialistas en patrimonio y periodistas en activo vinculados con el área de cultura. Carlos Cachán, profesor de Ciencias de la Información y periodista en ejercicio desde hace treinta años, hizo un apasionada defensa de la importancia del patrimonio en la prensa, aunque no ocultó que “los periodistas cada vez salimos menos al lugar de los hechos”. También reivindicó la primacía del ser humano: “sin seres humanos, no hay patrimonio, no hay paisaje. Los periodistas vemos la vida de forma diferente. El mundo está globalizado. Esa globalización de la que hablaba Mc Luhan está dominada por la superficialidad y ha hecho cambiar algunas cosas y al propio ser humano”. En opinión de Cachán, “el espectador es hoy telespectador. Ya no hablamos de lo de antes, no hay contextos, vivimos en el presentismo. Y la cultura no se entiende sin contextos. Los periodistas nos copiamos unos a otros”. Cachán recordó una cita de Ortega que hizo fortuna en su época y que podría aplicarse a la actualidad: “nos enteramos de las cosas que pasan pero no conocemos los por qués”. Pues en esas estamos. Asimismo, recalcó que “el acceso a la información es un derecho, lo difícil es crear conocimiento, exige un tratamiento ético. El fin del periodismo es la utilidad de la información, y eso está relacionado con lo humano”.
Por su parte, Rafael Fraguas, periodista de El País, insistió en que el reto de la prensa es la divulgación cultural, que ahora mismo “es de baja calidad”, afirmó. “Esa tarea se deja en manos de docentes o gestores comerciales. Se han transformado los contenidos culturales en elitistas. Rara vez se orienta al ciudadano. El patrimonio vendría a ser el legado de la divulgación en un proceso informativo que deviene formativo”. Según Fraguas, hay tres pasos en la divulgación cultural: la percepción, el examen y la interpretación, que es donde se desarrolla la crítica cultural. El arte, sostuvo, “siempre está de actualidad”. Y concretó las causas del déficit cultural en los medios de comunicación: la profunda crisis que vive el sector, “que tiene su origen en el desprestigio de la palabra hablada a favor de la adjetivación, por lo que desaparece la sustantividad. Y si no hay sustantivo, desaparece la información”.
Araceli Pereda, vicepresidenta de Hispania Nostra, reflexionó en su disertación sobre las dificultades que encuentran los gestores del patrimonio cultural, sean público o privados, para dar a conocer sus actividades o protestas. O lo que es lo mismo, para comunicarse. Se preguntó cómo comunicarse ante la prensa. “Nosotros no somos un lobby”, advirtió. “Necesitamos la comunicación para conservar y transmitir los símbolos de la historia que representa el patrimonio. Es necesaria la comunicación para conocer, para amar y para implicar a las instituciones y ayudar a las personas a subirse al carro de la identificación de sus símbolos”. Pereda matizó que “no necesitamos confundir comunicación con publicidad. A veces, el consumo puede ser perjudicial para el patrimonio”. Según Pereda, “no se puede difundir lo que no se conoce”. A lo que Rafael Fraguas apostilló que en las redacciones “hay mucha ignorancia, mucha incultura y son reflejo de la sociedad”. Pereda concluyó su intervención cuestionándose en voz alta: “¿Por qué el patrimonio no consigue interesar a los diversos medios y por qué cuando lo hace se debe a connotaciones mercantilistas?”.
Finalmente, el vicepresidente de la asociación Hispania Nostra, Carlos Morenés, avisó que “los medios de comunicación sirven para modificar la imagen del patrimonio” y señaló a internet como “un medio excepcional de difusión”. Hasta ahora, consideró, “el patrimonio olvidado no tenía espacio”. De ahí nació la idea de elaborar una Lista Roja de monumentos que se encuentran en muy mal estado de conservación. La lista ha sido todo un éxito pulverizando todas las previsiones de la entidad promotora. “Se trata de llamar la atención y sensibilizar”, reveló Morenés. Incluso, irónicamente, se hizo eco de una pregunta reciente que le habían hecho en un foro: ¿cómo es posible que una lista roja tenga tantas iglesias y monasterios? Ironías aparte, lo cierto es que la Lista Roja es un compendio de la cara menos amable del patrimonio. En lo que afecta a Guadalajara, son once los monumentos incluidos, concretamente, el castillo de Galve de Sorbe, el castillo de La Torresaviñán, el convento de San Francisco en Atienza, la iglesia de la Asunción de Villaescusa de Palositos, el monasterio de Bonaval en Retiendas, el monasterio de la Salceda en Tendilla, el monasterio de Monsalud en Córcoles, el monasterio de San Bartolomé en Lupiana, el monasterio de San Salvador de Pinilla de Jadraque y, finalmente, el monasterio de Sopetrán, en Hita.