El pastor, un oficio en vías de extinción
Los ganaderos de Guadalajara realizaron el pasado mes de octubre una importante protesta para dejar clara su opinión de que el sector está sumido en una crisis profunda. No les falta razón. Sin embargo, en el fondo de su protesta subyace algo más profundo que un problema de precios o subvenciones: el futuro de un sector que no está arraigando entre los jóvenes de la provincia. La mayoría de los hijos de aquellas personas que se han dedicado a la agricultura o la ganadería no siguen con el oficio de sus padres. Esto quiere decir dos cosas. Primero, que el oficio tiene los días contados, mejor dicho, los años. Y, segundo, que su futura desaparición, si es que se produce, acabará afectando al sustrato de los pueblos. Será muy difícil entender su pervivencia y su idiosincrasia sin la aportación de los ganaderos y agricultores. Por algo el lema de la Asociación Provincial de Agricultores y Ganaderos (APAG) es: “sin agricultura ni ganadería, nada”.
Según datos de la APAG, en Guadalajara hay 800 ganaderos que se ocupan de 300.000 cabezas de ganado ovino, 55.500 vacas reproductoras de más de dos años y matan 8.000 terneros de carne. “Las explotaciones son cada vez menos rentables y muchas se están cerrando, porque los jóvenes quieren contar con unas condiciones laborales más dignas”, afirma uno de los ganaderos que participó en la protesta de octubre en Guadalajara capital. Los ganaderos reclaman un Plan Especial para luchar contra el abaadono del oficio ganadero. “Es un trabajo que supone mucho sacrificio, ya que exige una dedicación los 365 días del año y las 24 horas del día, y eso no todo el mundo está dispuesto a asumirlo”, sostiene un ganadero de Campisábalos.
El oficio de pastor ha cambiado en todo, y no sólo en el número de personas que lo mantienen. Para ayudar a la mermada economía familiar además de contar con la caballería de labranza, era necesario un rebaño de ovejas, bien compartido por varios dueños, o de uno solo si éste era más o menos pudiente. La figura del pastor estaba asociada en el primer tercio del siglo XX y anteriores a un oficio necesario para el sostenimiento de la familia campesina. Era en aquellos tiempos, no demasiado lejanos, un oficio sacrificado, escasamente retribuido, mal alimentado y lleno de penuria. Normalmente con una sartén de gachas por la mañana –si es que había-, y un trozo de pan con una sardina o trozo de tocino para el mediodía. Su única compañía era su manta y su zurrón que, junto a sus ovejas, iban siempre tras los escasos pastos que estas montañas les brindaban. Actualmente todo ha variado. El pastor de hoy lleva por término medio un rebaño de 300 ovejas, un transistor, su teléfono móvil y dos buenos perros para ayuda. Acude a recoger el rebaño en su vehículo y recibe ayuda del Estado. Sin embargo, no se puede decir que el sector esté satisfecho. Pedro Vacas, de Bustares, es un enamorado del campo, de la sierra y del pastoreo. Ha estudiado y conoce a fondo este trabajo. Está en contacto con casi todos los ganaderos de la Sierra. Su opinión es rotunda: “No es que el oficio de pastor esté en peligro, es que desaparece. No hay nadie que tome el relevo. Pastor que se jubila, vende el rebaño y ya se acaba. Sus hijos no viven en los pueblos y no continúan con el oficio, excepto dos en Villares de Jadraque y Jesús en Atienza, pero son casos aislados. La emigración a las ciudades hizo mucho daño y ahora es muy difícil que se vuelva otra vez a estos oficios. En todo caso, como los serranos somos austeros y espartanos, nos conformamos con poco, pues con poder echar una cerveza en algún sitio ya nos vale”.
Duro y muy esclavo
El oficio de pastor nunca ha sido romántico. Ha sido muy duro y muy esclavo: no tienen vacaciones, no tienen sábados ni domingos, el horario es de sol a sol, cuando están pariendo las ovejas es toda la noche. Es un trabajo esclavo y de mucha soledad. Pedro Vacas publicó un “Vocabulario Ilustrado de la Pastorería” en parte “para reivindicar que los serranos a veces no son conscientes del poso histórico que representa el oficio de pastor en nuestra historia. Nos han dicho que esto es una mierda, o no vale para nada. Los propios hijos de los pastores dicen que no vale para nada o que es viejo. No han dado valor ni al pastor, ni a la arquitectura, ni a las jotas, ni a las rondas. Que sean mejor o peor, pero son nuestras. Es nuestra cultura. No es ni más importante ni menos, está al mismo nivel que las demás”. Y luego están las Ferias de Ganado. El PP sostiene en la Diputación que estas ferias, fundamentalmente las de Hiendelaencina y Cantalojas, funcionan bien pero no suponen todo el apoyo que debería para los ganaderos. Es decir, que se puede hacer más por este sector. Pedro Vacas opina que estas ferias “son testimoniales, sirven para reunirse la gente, como fiesta. Ya no se hacen los tratos, incluso antes se hacían para emparentar novios. Ahora son prácticamente testimoniales, y la de Hiendelaencina queremos darle un nuevo aspecto, que es el Día del Pastor, como reconocimiento a los pastores que todavía quedan y que los pastores se sientan importantes. Necesitamos que ellos asuman eso, que son importantes”.