Artículos en Nueva Alcarria

12 diciembre 2007

EL EJE URBANO MAYOR-AMPARO EN GUADALAJARA

De los talabarteros a las “boutiques”

El embellecimiento urbano de otras ciudades, un acicate para el eje Mayor-Amparo en Guadalajara
La estatua del cardenal Mendoza, vetusta y oronda, y un reloj que marca también la temperatura son las dos cosas que se encuentra el visitante al aterrizar en Guadalajara al pie del Infantado. El palacio sigue siendo, como antaño, el monumento que identifica a Guadalajara. Cela escribió en el 46: “el palacio del duque del Infantado está en el suelo. Es una pena. Debía ser un edificio hermoso. Es grande como un convento o como un cuartel”. Pero también hay otras cosas que la identifican: los bizcochos borrachos, la estrechez de su calle más añeja y hasta el color negruzco de la fachada del edificio de Ibercaja.
Nueva Alcarria, 09.12.07
Raúl Conde

De la misma forma que Barcelona tiene en el paseo de Gràcia su arteria principal, al menos la que más comercios y glamour ostenta, Guadalajara exhibe la mayoría de sus constantes vitales en el tramo que va desde el palacio del Infantado, al final de la Avenida del Ejército, hasta la cárcel. En Barcelona, a propósito del desastre de las infraestructuras y del caos de los trenes, las quejas abundan. Y ha empezado a cundir una preocupación creciente entre los ciudadanos, entre sus gremios artesanos, entre sus comerciantes e incluso entre los periodistas, por todo aquello que atañe al funcionamiento y al embellecimiento de la ciudad. O sea, que no se trata sólo de que la ciudad está bonita, sino de que funcione. Es decir, que sea útil para sus ciudadanos, que les facilite la vida y no al contrario.

Hace unos años, el Ayuntamiento de Barcelona popularizó un lema que repitió en la tele hasta la saciedad. “Barcelona posa’t guapa”, decía. Barcelona, ponte guapa, en traducción castellana. La publicidad municipal pretendía encauzar así un sentimiento social encaminado a remozar fachadas, limpiar calles, embellecer los espacios urbanos y hacer de la ciudad condal la urbe cosmopolita y moderna que siempre ha pretendido ser. Los resultados, al decir de algunos analistas, no han sido todo lo positivos que se esperaban. El diario “La Vanguardia” publicó el domingo pasado un demoledor artículo titulado “Un Paseo con muy poca gracia”. El autor hacía un repaso exhaustivo, y a la vez irónico, sobre la “belleza” del Paseo de Gràcia, que pasa por ser la cumbre de la modernidad urbana de la Barcelona postolímpica. Suciedad, bancos estropeados, farolas ennegrecidas, parasoles estridentes… “El lujo y la dejadez. El oro y la chatarra. La arquitectura impactante y la chapuza”, relata el diario barcelonés.

Dos caras

Guadalajara también tiene su particular arteria. La vida capitalina circula desde la calle Mayor, y su continuación Miguel Fluiters hasta el Infantado, hasta la calle Virgen del Amparo, a la altura de la obsoleta prisión provincial. La cosa viene de lejos. En 1946, después de encontrarse “a un tonto con una gorra de visera amarilla y la cara plagada de granos”, Camilo José Cela subió por Mayor. Y relata: “El viajero entra en una tienda donde hay de todo. ¿Tienen ustedes algo típico de aquí, algo que me pueda llevar como recuerdo de Guadalajara?”. El comerciante le contestó: “¿algo típico? No sé…¡Cómo no busque usted bizcochos borrachos!”. Al final el viajero entró en una talabartería, Casa Montes, y compró una testera de cuero.

La vida local sigue marcando latidos parecidos. Los comercios, los bares, la gente haciendo gestiones, los tobillos torcidos en los adoquines de la plaza Mayor, el papeleo en Hacienda, los abuelos mirando al sol en la plaza Santo Domingo y los clientes comprando en las “boutiques” del Amparo. Entre la cárcel y el palacio de los Mendoza coinciden las dos Guadalajaras, que aparentan vivir en armonía. La vetusta, la de toda la vida, con la librería La Alcarreña o Pilar, con la esquina del bar Soria, con la placa que inmortaliza la casa donde nació y vivió Antonio Buero Vallejo. Y, más arriba, pasado Cobos, la Guadalajara que mira hacia arriba, que en realidad es el sur, la de las tiendas con firma. La una no tiene que ver con la otra, pero lo cierto es que son dos caras de la misma moneda. Porque Guadalajara no podría entenderse sin su barniz antañón, pero tampoco sin esa otra mitad que no para de crecer y que piensa en el futuro. ¿Por qué un arriacense no puede comprar, al mismo tiempo, en Camisería Aguilar y en Adolfo Domínguez? Guadalajara es así.

En todo caso, y buscando en el paralelismo con el Paseo de Gràcia catalán, o quizá también con Serrano en Madrid, o con la Gran Vía de Bilbao, incluso con el paseo de la Independencia en Zaragoza, Guadalajara necesita una profunda remodelación urbana. Lo ha dicho María Luisa Cerrillos, encargada de redactar el proyecto del Casco Histórico de la capital alcarreña: hay que respetar lo poco que queda, salvarlo de la quema del desprecio y de la humillación histórica y aprovechar las virtudes, las pocas que aún conserva, la zona más arcaica de la antigua Arriaca. Frente a todo ello, una errática política municipal, que atraviesa los años y los partidos políticos, mantiene en el sumidero al casco histórico. A diferencia de Salamanca, o de Segovia, nadie puede tomarse una cerveza en la plaza Mayor, un sitio perfecto para tropezar entre sus baldosines. “Falta tener un gusto especial por conservar lo que vale, pero también para añadir nuevas incorporaciones al mobiliario urbano, para innovar, para salirse de la raya pero sin entorpecer la historia local”. Así se expresa un comerciante de la zona. Los políticos, todos, han dicho que esta parte de la ciudad se va a “revitalizar”, que es la palabra mágica cargada de humo.

Más empuje privado

La llegada de El Corte Inglés ha revolucionado el sector del comercio. Ahora, los pequeños tenderos tienen que adaptarse. También los de la calle del Amparo. ¿Hay mercado para todo el mundo? Esta es la respuesta que los ciudadanos de Guadalajara se encargarán de responder en un futuro que ya es presente. En todo caso, más allá del comercio, lo cierto es que tanto la calle Mayor, como la del Amparo, igual que el Paseo de Gràcia en Barcelona, no están bien conservados. O, como decía el propietario de un local en la capital catalana: “no está presentable”. Pues lo mismo en Guadalajara, pero salvando todas las distancias modernistas, aquellas que moldean las filigranas de Gaudí en la Casa Batlló y los turistas japoneses. Aquí no hay ni Gaudí ni turistas, casi. Pero a cambio persiste una cierta tendencia a derrocar todo lo que tiene de valor: ya sea la iglesia de San Gil, lo poco que quedaba de muralla, los edificios que merecían la pena o el propio Alcázar, que ahora están empezando a resucitar. Pedro J. Pradillo, que lleva más años que Mathusalen clamando en el desierto de la dejadez de esta ciudad, pide más ayuda privada. Otro paralelismo con Barcelona y su Paseo de Gràcia: algunos empresarios no se mojan y lo confían casi todo a eso tan etéreo que recibe el nombre de “autoridades municipales”. En Guadalajara, las autoridades municipales decidieron poner patas arriba la plaza Mayor, y así sigue. Y plantar unas jardineras de dudoso gusto en los laterales de la calle Mayor. Y restringir el tráfico.

Un escritor castellanohablante afincado en Barcelona desde hace más de cuarenta años, Francisco González Ledesma, extraordinario periodista y escritor, tiene escrito que “esta ciudad nunca acaba de estar bien construida”. Son palabras que recuerda “La Vanguardia” en su crónica sobre el que califica como “paseo con muy poca gracia”. Lo dice en referencia a la capital de Cataluña, pero podría valer para Guadalajara. Desde Barcelona, los comerciantes apuntan que “los gobernantes de la ciudad no se atreven a hacer reformas en esta calle, por lo emblemática que es”. En Guadalajara lo han intentado, pero se han quedado a medias y son los comerciantes los que reclaman, una y otra vez, medidas para reactivar el consumo. Lo hacen, ciertamente, con iniciativas, pero quizá no acompaña el entorno. Mejor dicho, la conservación del entorno. Sin embargo, al igual que en Barcelona, “otros defectos son corregibles con tan sólo dedicación”.