Periodismo

10 enero 2005

Tsunami mediático

GUADALAJARA DOS MIL, 10/01/2005

Las grasientas barrigas de los dos hijos de puta que tomaban una cerveza hace pocos días en la playa de Patong, en Tailandia, podrían servir de epitafio de la especie humana. La imagen, difundida por agencias, es una macabra anécdota en medio de la hecatombe. El maremoto “tsunami” se ha llevado por delante a cientos de miles de víctimas y la infraestructura vital de varios territorios del sudeste asiático. Uno de los pocos periodistas españoles desplazados al lugar de la tragedia nació en Sigüenza y se llama Georgina Higueras (¿qué tal si la trae Siglo Futuro en cuanto regrese?). Vibrantes y humanas, las crónicas de la enviada especial de El País suben la adrenalina de cada mañana. Pude entrevistarla cuando publicó, hace ahora un año, su libro sobre China y el “dragón” con el que simbolizaba el crecimiento desorbitado de esta economía. Me encontré con una profesional seria, equilibrada, sólida. Una maestra del oficio. Conocía poco Guadalajara, pero lo suficiente para recordar la infancia seguntina, el trabajo de su padre en el juzgado de la Ciudad del Doncel y sus excursiones a Pastrana y otros pueblos. Ahora es una reputada firma del periódico más leído en España. Y escribe: “Galle es el mismo infierno. Es imposible imaginar tanta destrucción junta. Las tiendas y casas que se levantaban entre la playa y la carretera son un amasijo pestilente, bajo el cual duermen, sin duda, algunos de los más de 5.000 desaparecidos que siguen buscando familiares y amigos”. Hay quien abandona las redacciones para pisar los paraísos perdidos. Su prosa constituye una vacuna contra el olvido de la realidad. “Estamos más y mejor informados, pero no estoy seguro de que seamos más sensibles” (Lluís Foix, en La Vanguardia). Sucede, por tanto, que nos acostumbramos a vivir en la normalidad de la tragedia, sobre todo si ésta es ajena. Los secuestros en Gaza, las torturas en Chechenia, el terrorismo islamista, el chantaje de ETA. Y, por orden natural, las desgracias provocadas por la acción de la tierra, la nieve o el agua. Cuatro minutos en el telediario y a correr. En cuanto cae el foco, la solidaridad oficial se desvanece. ¿Quién clama contra la miseria de Somalia? ¿Quién se acuerda del hambre que aturde a los sudaneses? ¿Quién censura las guerras tribales? El “tsunami” vuelve a poner en evidencia el influjo de la prensa y la fragilidad de nuestras opulentas sociedades. Quizá por ello Arcadi Espada tiene dicho que “los periódicos de papel ya sólo viven de los desinformados. Como antes. Sólo que antes eran muchos”.