La polémica de Villaescusa pone al descubierto la situación de los pueblos abandonados
La provincia de Guadalajara tiene más de una veintena de pueblos abandonados. Algunos de ellos son Jocar, Picazo, Matallana, La Vereda, Umbralejo, Fraguas, Villacadima, Hontanillas, Valdelloso, Villaescusa, Las Cabezadas, Robledarcas, Torrecilla del Ducado, Bujalcayado, Matas, Querencia, Sacedoncillo o Santotis. Hay más, pero sirvan estos topónimos para reconocer a una clase de pueblos de los que nadie, o casi nadie, se ha ocupado nunca en Guadalajara. En muchas ocasiones, ni tan siquiera los municipios de cabecera a los que pertenecen. La gente emigró por falta de perspectivas: no había carreteras, ni trabajo, ni servicios, ni infraestructuras de ningún tipo. En su momento eran poblaciones con un censo modesto y quizá por ello todas se vieron abocados al abandono, fruto de la desidia no de sus vecinos sino de aquellos, fundamentalmente las políticas de las distintas administraciones, que les habían condenado a vivir esa situación. Pocas cosas habrá tan desagradables como ver convertido a tu pueblo en un simple amasijo de construcciones. Sin gente. Sin vida. Sin alma.
Puestos a analizar cada caso, estos pueblos abandonados presentan diferencias entre ellos. Hay pueblos abandonados de propiedad privada sumidos en un problema jurídico, como Villaescusa. Los hay de propiedad pública en vías de recuperación, como Umbralejo. Los hay en los que, a modo de segunda residencia, los vecinos que en su día tuvieron que emigrar regresan al lugar de sus orígenes, como Villacadima. Y los hay dejados totalmente de la mano de Dios, como Las Cabezadas. Los ejemplos son variopintos. Jocar, perteneciente al municipio de Arbancón, fue comprado hace 35 años por el Icona. Ahora apenas quedan sus huellas. Hontanillas, en Pareja, pertenece al Estado, no está cercado y se puede visitar manteniendo las precauciones adecuadas ya que se trata de terrenos y edificios ruinosos. El caso de Valdelloso, también en Pareja, es muy diferente. Sólo quedan vestigios de lo que fueron sus calles y casas, debido a que fue abandonado en la Edad Media por una peste. En todo caso, todos los pueblos abandonados de Guadalajara conforman un conjunto de núcleos en los que poco o nada se ha invertido. Son los “patitos feos” de la provincia. Y no precisamente por su estampa.
Recuperar el espacio
Villaescusa de Palositos es un caso paradigmático porque es el único pueblo abandonado de Guadalajara, y podría decirse que de toda Castilla-La Mancha y España, que ha conseguido reunir a todos sus antiguos vecinos en una asociación y luchar por su pueblo. En los años 70, casi todos los vecinos de Villaescusa tuvieron que vender sus casas. Sus habitantes emigraron. Casi todas las propiedades se las quedó un señor que ha vallado el término municipal. Su comportamiento está siendo caciquil. Los vecinos ni siquiera pudieron acceder al cementerio para honrar a sus muertos durante el pasado día de Todos los Santos. En Villaescusa sólo quedan en pie el Ayuntamiento, la escuela, el cementerio (de propiedad municipal), el frontón, la casa del último alcalde y la iglesia románica, en ruinas y sin tejado, propiedad del Obispado. También quedan una fuente pública en el camino “Ruta de la Lana”, perteneciente al Camino de Santiago y una cañada real. Carlos Otero, impulsor de la Asociación Amigos de Villaescusa, afirma que “no es cierto que el pueblo de Villaescusa sea una finca privada. No todos los edificios fueron adquiridos por los actuales ocupantes del pueblo: los caminos y las calles del pueblo son de propiedad pública, a pesar de que los actuales ocupantes del pueblo traten de vallarlos y evitar el paso de gente; el cementerio, el antiguo Ayuntamiento y las escuelas son propiedad del Ayuntamiento de Peralveche, la iglesia románica propiedad del Obispado de Sigüenza, y todavía queda alguna casa de propiedad particular”. La situación de este pueblo ha tenido resonancia a todos los niveles, incluso en la prensa nacional. Pero nadie toma medidas. Incluso la Guardia Civil ha prohibido el paso a los vecinos en más de una ocasión, a pesar de utilizar caminos públicos. El conflicto se alarga y no consigue desbloquearse.
En un escrito dirigido a la Junta de Castilla-La Mancha, en marzo de este año, los responsables de la Asociación Amigos de Villaescusa de Palositos explicaban que “los objetivos de nuestra recién creada asociación se centran fundamentalmente en lograr la rehabilitación de la citada iglesia, la recuperación de los espacios y lugares públicos que existen en Villaescusa de Palositos, y en especial su cementerio, así como el libre acceso a todo lo anterior por los caminos públicos que siempre lo han sido, que comunican Villaescusa con otros pueblos y que en la actualidad están cortados, Ruta de la Lana del Camino de Santiago incluida. Hay que considerar que Villaescusa nunca tuvo ni tiene carretera por lo que los únicos medios de acceso eran y son los antiguos caminos vecinales tal y como se reseñan en la cartografía oficial del Instituto Geográfico Nacional y del Catastro”. Los fines de esta asociación se centran en restablecer los derechos históricos que “los descendientes de Villaescusa, los peregrinos del Camino de Santiago, Ruta de la Lana y el resto de ciudadanos en general tienen de libre acceso con independencia del respeto a lo privado, que no es todo lo que en Villaescusa hay, haciendo respetar los muchos bienes públicos y de otros particulares allí existentes que ahora están inaccesibles al otro lado de una alambrada supuestamente ilegal”.
El caso de Villaescusa es, quizá, el más lacerante de toda la geografía provincial. El resto de pueblos abandonados de la provincia registran una situación diferente. Otro de los núcleos destacados en este grupo es Villacadima. El pueblo quedó abandonado en la década de los sesenta y pasó a pertenecer al término municipal de Cantalojas. La soledad del pueblo aconsejó el traslado de parte del material de la iglesia románica, una de las joyas más valiosas de este estilo en Guadalajara, al Museo Diocesano de Sigüenza. Para hacerse una idea del grado de abandono: la acometida de agua no se llevó a cabo por parte de la Diputación Provincial hasta finales de la década de los 90. El suministro de agua ha hecho posible un pequeño renacimiento: muchas casas siguen hundidas, pero otras han empezado a reconstruirse, por lo que, al menos como segunda residencia, el pueblo recobra tímidamente su vida.
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Umbralejo, la cara amable de los pueblos sin vecinos
Los programas estatales de restauración están dando sus frutos. El pueblo carece de habitantes, pero al menos se mantiene con vida.
El pueblo expropiado por Icona en 1971 renace con los talleres de jóvenes organizados por el Ministerio de Educación
Ninguno de los pueblos abandonados de Guadalajara ha recuperado su antigua vida. Ninguno de estos pueblos ha visto cómo los niños corretean por sus calles, el panadero toca el pito para que salgan los compradores o la tasca reabre para echar unos vinos. Pese a ello, no todos los pueblos que se quedaron sin vecinos han vivido trayectorias paralelas. Si la cruz la representa Villaescusa, no por sus vecinos, sino por la situación que está soportando con el propietario de parte del término municipal, la cara pertenece a Umbralejo. Sus antiguos vecinos no pueden regresar a sus casas, pero nadie diría que se trata de un pueblo abandonado, a juzgar por su aspecto. El Ministerio de Educación lo ha utilizado para aplicar programas medioambientales y de reconstrucción con grupos de jóvenes.
Umbralejo sólo tiene un defecto: durante los meses que no hay campamentos ni chavales, el pueblo vuelve a quedarse vacío. Y es ahí donde se observa que la mejora experimentada en apariencia es efímera porque sin gente, no hay pueblo. Sin vecinos, no hay actividad. En todo caso, ante el triste olvido al que han sido sometidos los núcleos abandonados en Guadalajara, el ejemplo de Umbralejo demuestra que, al menos, algo se puede hacer. Lógicamente, es imposible recuperar la vida de antaño tal como era en estos pueblos, pero sí como mínimo se pueden tener las casas en buen estado y cumplir un objetivo medioambiental.
Hasta 1984, fecha en la que comenzó a aplicarse los programas de recuperación del Ministerio de Educación, las casas de Umbralejo sufrieron un fuerte deterioro, así como el entorno del pueblo. El programa gubernamental encaminado a recuperar tres núcleos abandonados en España está teniendo un éxito notable. Los pueblos de Granadilla, en Cáceres, y Bubal, en Huesca, además de Umbralejo, forman parte de la actividad de “Recuperación y Utilización Educativa de Pueblos Abandonados”. El Ministerio de Educación y Ciencia concede ayudas (precisamente acaba de salir estos días la convocatoria de 2008) destinadas a gastos de alojamiento, manutención y desarrollo de la actividad. Pueden participar todos los alumnos matriculados en centros docentes españolas que cursen segundo ciclo de ESO, Bachillerato, Formación Profesional, Garantía Social y alumnos de Enseñanza Superior cuya edad no supere los 25 años.
El periodo de participación es del 2 de julio al 4 de septiembre. Durante dos meses, Umbralejo renace cada año. Y no sólo en esas fechas, también el resto del año, aunque a tramos, siempre que haya algún colegio o instituto interesado. Este es el caso del Instituto de Secundaria “Miguel Catalán”, de Coslada, que el año pasado se llevó a 25 de sus alumnos a Umbralejo que, durante una semana, pudieron aprender lo que es sobrevivir lejos del bullicio de nuestra sociedad urbana. Carmen Díez es la profesora que coordinó esta expedición: “Primero hay que una convocatoria para pedir el proyecto y ahí tienes que presentar una serie de características, entre ellas, se valora mas si hay algún alumno con dificultades, si los temas que propones están relacionados con el medio ambiente, la naturaleza, la agricultura y la ganadería, para trabajarlos con los muchachos, y que luego tengan esa convivencia para experimentar el proyecto”. Si el grupo de estudiantes acude fuera del tiempo estival, son los profesores del centro los que adquieren la responsabilidad de los talleres sin embargo, durante el verano, esta tarea corre a cargo de los monitores que están en el pueblo. En el caso del instituto “Miguel Catalán”, fue Carmen Díez la profesora que coordinó el proyecto, aunque luego cada taller tiene su monitor para llevar un orden en las labores que realizan los chicos. “Durante todo el día hay actividades en las que se fomenta bastante la convivencia y el descubrimiento de la vida en la naturaleza”. Trabajan en grupo en los talleres; comparten las tareas del pueblo y también las que se generan durante la convivencia, como recoger los platos y mantener la limpieza; tiran los restos y lo reciclan, separan la basura y la comida que puede servir a los animales de allí; y tan pronto extraen miel de unas colmenas como reconstruyen un muro que está tirado. No es lo mismo que un vecindario, desde luego, pero al menos el pueblo se mantiene en pie y sus calles no están siempre vacías.
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Volver a levantar el caserío
El Ministerio de Educación y Ciencia, organizando el proyecto para trabajar en tareas de recuperación de pueblos abandonados, persigue estos objetivos: “Transmitir al alumnado participante el sentimiento de recuperación cultural de un pueblo a través de las distintas actividades que se realizan; fomentar la convivencia entre jóvenes de distintas localidades y países; aprender técnicas, que dada la peculiaridad de este pueblo, no pueden realizar los jóvenes en su entorno habitual; impregnar todas las actividades de contenidos medioambientales; valorar y respetar el patrimonio natural, cultural, artístico e histórico, asumiendo las responsabilidades que supone su conservación y mejora”. Hay cinco ámbitos de intervención y actividades. El primero, recuperación y mantenimiento, incluye talleres de carpintería, cerámica, fragua, cestería y casa-museo y cocina tradicional. El segundo, de medio ambiente, consta de trabajos relacionados con el ganado, el reciclaje, los huertos y los jardines, y también la apicultura. El tercer ámbito es de la salud, donde se trata con plantas medicinales, cosmética natural y primeros auxilios. El cuarto, animación y convivencia, agrupa las veladas nocturnas, las ferias, las danza del mundo y los juegos populares. Y, por último, el quinto ámbito, abarca las actividades globales del proyecto, como itinerarios por el entorno, rutas histórico-culturales, vivac y una fiesta patronal que, puntual a su cita, se celebra a mediados de agosto. Además de Umbralejo, también se han llevado a cabo tareas de reconstrucción en Matallana, pueblo abandonado donde se conserva toda la pureza de la Arquitectura Negra. En los años setenta, los llamados movimientos alternativos descubrieron el idílico paraje de Matallana. Grupos de jóvenes ocuparon las casas desiertas e intentaron emprender un nuevo tipo de vida. Los incipientes colonos estudiaron el entorno y reconstruyeron algunas viviendas. Pidieron permiso para establecerse legalmente en la zona. Nadie les hizo caso. Desengañados, abandonaron el pueblo. Sin embargo, dejaron un legado: un profundo estudio sobre la fauna, flora e historia del lugar.