AVIACIÓN ESPAÑOL

La huella alcarreña sobresale entre las figuras de la aeronáutica española

Unas jornadas en Madrid rememoran las figuras de Emilio Herrera, Ortiz Echagüe, Pedro Vives Vich y Kindelán
La Fundación Aena, en colaboración con el Ministerio de Fomento, organizó a lo largo de esta semana las XI Jornadas de Estudios Históricos Aeronáuticos, centradas en diversas figuras de este sector. Las charlas, todas a cargo de destacados especialistas, se celebraron en la Casa de América, en Madrid. La huella alcarreña estuvo presente a través de notables nombres de la Aviación Española como Emilio Herrera Linares, padre del poeta alcarreño “Petere”; José Ortiz Echagüe, un piloto pionero guadalajareño de nacimiento; y Pedro Vives Vich y Alfredo Kindelán, que ingresaron en la Academia de Ingenieros de Guadalajara.
Nueva Alcarria, 21.10.07
Raúl Conde

La vinculación de Guadalajara con la aviación y la aeronáutico ha sido histórica y fecunda. Quizá la figura más sobresaliente fue la de Mariano Barberán que, junto a Joaquín Collar, pusieron en marcha el vuelo del “Cuatro Vientos” en 1933 cuando cruzaron el Atlántico en un viaje que acabó con la vida de ambos. Sin embargo, las jornadas organizadas por la Fundación Aena se centraron en cuatro figuras cuya raigambre en la aviación española no puede entenderse sin mencionar a la Academia de Ingenieros de Guadalajara: Emilio Herrera, Ortiz Echagüe, Vives Vich y Kindelán. La Academia está considerada una de las primeras universidades politécnicas de España, y el centro donde se comenzaron a impartir los primeros estudios propiamente dichos de ingenieria aeronáutica en nuestro país. Según los historiadores de la materia, Guadalajara vivió la “Edad de Oro de la Aeronáutica española”.
Como “un personaje fascinante que tocó todos los ámbitos del saber y de la tecnología”, definió el pasado martes el experto en aviación española, Emilio Atienza, al conocido ingeniero Emilio Herrera Linares. Sus palabras abrieron el ciclo de charlas de las jornadas llevadas a cabo en Madrid. A lo largo de sus casi 90 años de vida, Herrera contribuyó a la modernización de la aeronaútica en nuestro país como ingeniero militar y piloto. Su gran inquietud por esta materia y la fortaleza de convicciones le llevaron a estar presente en el inicio de la aviación y de la aeroespación, a comienzos del siglo XX. Fue introductor y difusor de la nueva física en España, pionero de la aeronaútica y el primer estudioso de la aerodinámica que “desbordó su época y su contexto militar”, según Atienza. Entre sus incesantes proyectos destacaron el fracasado intento de unión aérea de Europa y América, a través de dirigible, la creación del laboratorio aerodinámico de Cuatro Vientos y su influyente labor en la dirección de la Escuela Superior de Aerotecnia a la que le “imbuyó de modernidad”. Pero la carrera de “este hombre de ciencia” no acaba aquí, porque proyectó la ascensión a la estratosfera, plan que se vio frustrado por el estallido de la Guerra Civil. Encuadrado en una de las épocas más brillantes de la ciencia española, la generación del 14, junto a Torquevedo y Juan de la Cierva, ingresó en la Academia de las Ciencias en el puesto de Echegaray.
Tras el trágico conflicto, se entregó al estudio de las partículas durante su largo exilio en París, tiempo en el que ejerció también la presidencia del gobierno de la república en el exilio. Herrera Linares, que destacó en su actividad científica, era burgués, liberal y conservador, según le definió el profesor Atienza. Su hijo fue José Herrera “Petere”, nacido en Guadalajara, poeta perteneciente a la Generación del 27 y comprometido con las ideas de izquierda. Fue Premio Nacional de Literatura en plena Guerra Civil por su relato “Acero de Madrid”. Desde Ginebra viajaba con frecuencia a París, donde mantenía contacto con diversos escritores y artistas españoles exiliados en Francia, como Jorge Semprún, Rafael Alberti, y F. Giner de los Ríos. Junto a ellos colaboró en el Boletin de la Unión de Intelectuales Españoles (París, 1944-48) Falleció en Ginebra el 6 de febrero de 1977 y fue enterrado en el cementerio de Petit-Saconnex.
El Club del Libro en Español, de la ONU, le dedicó un homenaje póstumo el 4 de abril de 1979, en el que tomaron parte intelectuales, escritores y amigos del poeta.En marzo de 2004, “Petere” fue nombrado hijo predilecto de Guadalajara. Desde entonces, su legado como escritor pertenece al archivo de colecciones de la Diputación.

Pedro Vives Vich
El Ejército del Aire, creado por ley de 7 de octubre de 1939, tiene su embrión en la unidad de Aeroestación. A ella contribuyó decisivamente Pedro Vives Vich, comandante del primer Servicio de Globos, compañero de los hermanos Wright en sus vuelos en Francia, creador del primer aeródromo militar en Cuatro Vientos y primer jefe del Servicio de Aeronáutica.
El profesor Julián Oller, en las jornadas desarrolladas por la Fundación Aena, glosó su figura en un plano estrictamente profesional. Estudioso, políglota y viajero incansable, era ya comandante cuando se creó la Compañía y parque de Aerostación, que estaban bajo su mando. En Cuatro Vientos estableció un primer aeródromo experimental y de escuela. A menudo voló de observador en misiones de guerra en Marruecos y preparó la instalación en Los Alcázares de la primera unidad de hidros. Al estallar la guerra, el general Vives se refugió en la embajada de Noruega, en la que falleció a los 80 años, en marzo de 1938.
Su hijo era Francisco Vives Camino, que a más de un arriacense le sonará aunque sea por el callejero local. Camino también fue aviador. Nació en Alcalá y fue jefe del Servicio de Aerostación creado en Guadalajara y que dirigió hasta 1916. Tras ser herido en combate, se incorporó a la Escuadrilla de Breguet, mandada por el capitán Mariano Barberán, con la que tomó parte en el desembarco de Alhucemas. Después de la Guerra Civil fue nombrado director general de Infraestructura del Ejército del Aire. Falleció en 1997 en Azuqueca de Henares. Una estatura cerca del parque de La Concordia es el recuerdo que Guadalajara ha tributado a Pedro Vives Vich.

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Los expertos destacaron el trabajo
de Ortiz Echagüe, piloto y fotógrafo

El alcarreño, pionero de la Aviación Española, fue también el primer presidente de SEAT

El objetivo de las jornadas organizadas por la Fundación Aena, que organiza cíclicamente, era ensalzar la aportación de distintas figuras de la aeronáutica española a este importante sector. Uno de los nombres que más atención concitaron fue el de José Ortiz Echagüe, cuyo perfil polifacético aún hoy sigue sorprendiendo a todos. Nacido en Guadalajara, Ortiz Echagüe destacó como piloto, pero ahí no quedó su trabajo. También fue fotógrafo pictorialista y fundador de la empresa SEAT. En definitiva, un hombre iniquieto y adelantado a su tiempo.

El perfil de José Ortiz Echagüe (Guadalajara, 1886 – Madrid, 1980) centró el segundo día de las Jornadas de Estudios Históricos Aeronáuticos celebradas en Madrid durante esta semana. El profesor José Antonio Martínez Cabeza trazó la figura de Ortiz Echagüe desde todas sus vertientes, pero prestando especial interés en su aportación a la aviación española. Serrano Belinchón, en su “Diccionario Enciclopédico de la Provincia de Guadalajara”, le define como “ingeniero y maestro de la fotografía pictórica, fue uno de los pioneros de la Aviación Española, pilotando los iniciales aeroplanos hispanos. Como ingeniero militar fundó la C.A.S.A. (Construcciones Aeronaúticas S.A.), y fue el primer presidente de SEAT. Está considerado como uno de los gigantes de la fotografía española, sobre todo por cuanto se refirió en su tiempo a la concepción temática y a la técnica. Su obra fue depositada por SEAT en mecenazgo a la Universidad de Navarra, y ha recorrido en exposición varias de las más importantes salas del mundo. Los paisajes y tipos de Guadalajara y su provincia son parte fundamental en la obra de Ortiz Echagüe”.
Miembro de una familia militar, Ortiz pasó su infancia en Logroño, donde su padre estaba destinado, hasta que en 1903 regresó a su ciudad natal para ingresar en la Academia de Ingenieros Militares. Cumpliendo destino en el norte de África, trabajó en 1909 como responsable del servicio de fotografía aérea, lo que le permitió practicar sus dos grandes pasiones, la toma de instantáneas y los ingenios aeronáuticos. Para entonces ya era un fotógrafo de reconocido prestigio que había conseguido retratar a Alfonso XIII. En 1911 formó parte de la primera promoción española de pilotos de aviación y obtuvo una de las titulaciones pioneras del país. En 1912 marchó a Argentina pero, con el recrudecimiento de la guerra de Marruecos, decidió regresar. En París adquirió tres aviones que trasladó al aeródromo de Tetuán y en 1914 se convirtió en el primer aviador en realizar la travesía aérea del estrecho de Gibraltar, al hacer el raid Tetuán-Sevilla. En 1915 abandonó África y se incorporó a la dotación de Cuatro Vientos en Madrid. Solicitó al Ejército la concesión de una contrata para construir aviones en talleres ferroviarios de Aragón y, un año después, abandonó la actividad de piloto para dedicarse definitivamente al ejercicio empresarial. Estableció en Madrid un taller mecánico para la fabricación de bombas aéreas e inició las primeras gestiones para crear una empresa de construcción aeronáutica.
Alfredo Kindelán
Una de las últimas charlas corrió a cargo de Carlos Lázaro sobre Alfredo Kindelán Duany. Fue un militar y aviador nacido en Santiago de Cuba en 1879. Su familia, que se había trasladado a España como consecuencia de un cambio de destino de su padre, ingeniero militar, perdió toda su fortuna como consecuencia de la guerra con los Estados Unidos en el 98. Quedó huérfano de padre a los trece años y a los catorce, ingresó como cadete en la Academia de Ingenieros de Guadalajara. En los años siguientes además de hacer frente a sus obligaciones familiares, contribuyendo al sostenmimiento de la familia y a la educación de sus hermanos, se dedicó a la aeronáutica, tras obtener el título de piloto de globo libre en el Servicio de Aerostación militar, donde fue el colaborador más próximo al general Vives, realizando numerosas ascensiones en globo y convirtiéndose en el primer piloto español de dirigible, destacando en el campo de la aerostación europea, al obtener el tercer y cuarto puesto en sus dos únicas participaciones en la Copa Gordon Bennett, verdadero campeonato del mundo de aerostación. Publicó el libro “Dirigibles y Aeroplanos” y “La flota aérea española”. Participó con el ingeniero Torres Quevedo en los trabajos de construcción del primer dirigible semirrígido español, el España.
Con la llegada del aeroplano, por encargo del gobierno y junto al general general Vives desarrolla el estudio para la creación de una escuela de pilotos militar que finalmente se establece en Cuatro Vientos y de la que se le encarga la dirección, obteniendo el primer título de piloto militar de aeroplano que en ella se expide. Después se le nombra jefe de Aviación, asumiendo el mando de la primera escuadrilla, con la que participa en la guerra de Marruecos. Destinado de nuevo a la península, pone en marcha en Los Alcázares (Murcia) la Escuela de Combate y Bombardeo y manda la Escuadra Expedicionaria, comoponente aéreo de la operación del desembarco en Alhucemas. En 1926, ya general, fue nombrado por Primo de Rivera Director General de Aeronáutica bajo su dirección se realizan los grandes vuelos de la aviación española. Profundamente monárquico, al proclamarse la República pasó a voluntad propia a la reserva y se trasladó a Francia y a Suiza, donde trabaja como ingeniero en la empresa Saurer. Regresó a España en 1934 donde colaboró muy activamente en la preparación del alzamiento del 18 de julio de 1936. Al acabar la guerra, Franco le nombró ministro del Aire.