Preston indaga en los corresponsales de guerra que estuvieron en La Alcarria
El historiador Hugh Thomas, quizá el autor que con mayor rigor ha tratado la batalla de Guadalajara en la Guerra Civil española, tiene escrito que “así como, hacia 1850, fue la gran época de los embajadores, los años treinta constituyen la edad de oro de los corresponsales en el extranjero. Desde finales de julio de 1936, y durante dos años y medio, resultaba habitual encontrar al sur de los Pirineos a los más grandes periodistas del mundo”. La Guerra Civil fue contada entonces por varios centenares de periodistas o voluntarios que ejercieron en algún momento trabajos de información. “Los grandes periódicos y revistas del mundo –sostiene Carlos García Santa Cecilia- enviaron a sus mejores profesionales a un conflicto en el que se dilucidaba el modelo ideológico y política que habría de ahormar un futuro que tan incierto se presentaba a mediados de los años treinta” (Instituto Cervantes, 2006).
Preston indaga en los corresponsales extranjeros con rigor y seriedad. En condiciones precarias, afrontando graves riesgos e inmersos en el frenesí del combate, a todos ellos les trasformó la guerra. Paul Preston presenta en Idealistas bajo las balas el retrato de un colectivo legendario, formado por algunos de los personajes más atractivos de la época y decisivo a la hora de fijar la imagen de la Guerra Civil en el imaginario colectivo. Muchos de los periodistas que se desplazaron a España eran plumas reconocidas en el ámbito internacional. Sirvan como ejemplos el portugués Félix Correira; los franceses Antoine de Saint-Exupéry, Bertrand de Jouvenal o Louis Delaprée, que durante un vuelo tuvo que realizar un aterrizaje de emergencia en Pastrana; los norteamericanos Errol Flynn, Jay Allen, Herbert L. Matthews, John Dos Passos, Hughes, Virginia Cowles, Robert Capa, William P. Carney, Ernest Hemingway o su mujer Marta Gellhorn; el holandés Van Paassen; los soviéticos Koltsov o Ehrenburg, que en 1937 publicó un libro titulado Guadalajara: una derrota del fascismo; el polaco Pruszynski; el húngaro Arthur Koestler; el neozelandés Geoffrey Cox; los ingleses Orwell, Sefton Delmer, Kim Philby, Cyril Connolly, Christopher Holme y George Steer; el belga Mathieu Corman; el italiano Indro Montanelli; la sueca Barbro Alving, que firmaba con el pseudónimo “Bang”; o el surafricano O´Dowd Gallagher. Son los nombres dorados de una época irrepetible para el reporterismo. La Guerra Civil española es uno de los hechos del siglo XX, en todo el mundo, que mayor bibliografía han generado. No es extraño, por tanto, que en su momento despertara el interés de los principales periódicos de Occidente. La prensa extranjera contribuyó a difundir la dimensión de la derrota fascista en Guadalajara. Herbert Mathews, corresponsal de The New York Times, afirmó que la batalla de Guadalajara fue “el Bailén del fascismo”.
DESPIECE
Dos Passos, Hemingway, Errol Flynn y Mathews
Hubo cuatro periodistas sobresalientes que vivieron de primera mano el frente de Guadalajara. Los cuatro, excelentes escritores que representan la calidad de muchas de las crónicas que emanaron de la contienda española. Se trata de los norteamericanos John Dos Passos, Ernesto Hemingway y su esposa, Marta Gellhorn, y el australiano Errol Flynn. Se alinearon con el bando gubernamental, es decir, a favor de lo que consideraban el gobierno legítimo de la República. Quizá fue Mathews, el enviado especial de The New York Times, el más objetivo e informado de todos cuantos pisaron territorio alcarreño. El resto, con ligeras variantes, mostró sus preferencias sin disimulo por los republicanos. Dos Passos se fue con los milicianos a celebrar la fiesta en la decimoquinta brigada. Hemingway estuvo implicado a fondo en la estrategia del bando gubernamental.