Los anarquistas evocaron la época revolucionaria de Sigüenza
Sigüenza es una ciudad conocida por muchas cosas, pero no precisamente por ser el epicentro de uno de los episodios relevantes de la Guerra Civil. El año pasado ya se organizaron unas excelentes jornadas sobre este asunto. Durante este fin de semana, la Fundación Andreu Nin ha organizado unas jornadas que perseguían objetivos similares. Agustín Maraver, uno de sus impulsores, explica que “queríamos profundizar en los hechos que ocurrieron en Sigüenza en 1936 y, por otro, acercar a los jóvenes todo aquel mundo que, por fortuna para ellos, no los vivieron”.
Para conseguir estos fines, la Fundación Andre Nin programó, como aperitivo, la proyección de la película Tierra y Libertad en el Cineforum seguntino. El sábado llegó el turno para los debates, aunque no participaron todos los ponentes que estaban previstos, por ejemplo, ninguno de la Fundación Pablo Iglesias. Los que sí estuvieron presentes fueron los prestigiosos historiadores alcarreños Pedro García Bilbao y Juan Pablo Calero. Los debates fueron intensos. La segunda mesa redonda trató sobre la batalla de Siguenza y las transformaciones sociales en el frente este, sobre la que disertaron Javier Maestro y Julián Vadillo. Además, también se habló sobre la creación de las milicias de las organizaciones juveniles, las luchas sociales en Guadalajara y la batalla de Siguenza acaecida en 1936.
Los talleres también fueron otro de los puntos que más éxito obtuvieron. Concretamente, tres. La primera, sobre la revolución cultural de las juventudes obreras en la II República; la segunda, sobre libertarios, socialistas, comunistas y poumistas: las ideologías de las organizaciones obreras y sus propuestas en la II República en un juego de rol. Y, finalmente, la tercera acerca de la guerra y la organización militar obrera: milicias y ejército popular. El sábado por la tarde, los participantes realziaron un recorrido histórico por Sigüenza acompañados por historiadores y milicianos supervivientes de la batalla. Ayer domingo se realizó un homenaje en la Plaza de la Catedral a los caídos en la Batalla de Sigüenza. En este acto participaron Domingo Bartolomé, un histórico de la contienda; Ignacio, un viejo miliciano de Sigüenza que vivió el asalto a la catedral; y el sobrino de Mika Etxebere, que también presenció aquellos trágicos acontecimientos. Las mesas se celebraron en el Centro Cultural Municipal, del Paseo de los Arcos.
Agustín Maraver, de la Fundación Andreu Nin, tachó de “éxito” la celebración de estas jornadas: “Se trata de profundizar en la recuperación de la memoria histórica, y creo francamente que lo hemos conseguido, así que podemos darnos por satisfechos”. Por otra parte, también resaltó que “fue en Sigüenza donde murieron los jóvenes combatientes de nuestra formación durante la guerra, así que resulta muy instructivo que sean los propios jóvenes actuales de la organización los que conozcan todo lo que sucedió, bien sea a través de los talleres o de las charlas”.
El historiador Juan Pablo Calero, que ha escrito varios libros y multitud de ensayos y artículos sobre la materia, abordó la Batalla de Sigüenza desde otro prisma diferente al de anteriores congresos. “En mi ponencia del año pasado hablé sobre la Batalla de Sigüenza. Para este año, preparé otro asunto, por no repetirme. Hablé de los orígenes del movimiento obrero en Sigüenza y de la situación política en la comarca desde 1873 hasta 1936”. Su objetivo es que “quedase claro que la guerra en Sigüenza no fue cosa de las columnas de combatientes madrileños (republicanos) y sorianos (franquistas); en la comarca hubo muchos combatientes y ellos fueron los auténticos protagonistas y las principales víctimas”.
Los debates posteriores a las mesas fueron encendidos. Agustín Maraver los califica de “debate fraternales pero que reflejan las discusiones que hubo hace 70 años durante la propia guerra, pues referentes a la estrategia militar, el planteamiento de la guerra y las posiciones ideológicas”.
Batalla de Sigüenza
El 25 de julio de 1936 la vanguardia de la columna republicana entró en Sigüenza. Los primeros en llegar fueron los milicianos de una columna de choque ferroviaria que accedieron a la ciudad por la vía férrea. El valor estratégico del ferrocarril y su capacidad de articular el avance republicano se puso de manifiesto con la dura represión que los militares rebeldes ejercieron sobre los trabajadores ferroviarios, por ejemplo en las localidades próximas de Arcos de Jalón y de Aranda de Duero. Calero explica que “la columna republicana que avanzó desde Guadalajara no encontró resistencia armada en su camino hacia Sigüenza. La falta de guarniciones militares, con la excepción de algunos pequeños cuarteles de la Guardia Civil, y lo escaso y disperso de la población impidieron cualquier atisbo de resistencia de quienes simpatizaban con los sublevados. El control de la ciudad tampoco presentó dificultades”.
En su ponencia, Juan Pablo Calero sostuvo que “esta falta de reacción engañó a los mandos y milicianos que ocupaban Sigüenza. Por un lado, la ciudad no tuvo conciencia exacta de su situación hasta el 7 de agosto, cuando fue atacada por primera vez por los soldados rebeldes, que ese día fueron fácilmente rechazados. Los testimonios de los protagonistas insisten en la aparente tranquilidad que se vivía en Sigüenza, que no tenía la sensación de ser una ciudad amenazada. Ni se establecieron líneas defensivas en las rutas de acceso a la localidad, ni se preparó la infraestructura imprescindible para su defensa: vigilancia de la vía férrea, adaptación del hospital local, fortificación del núcleo urbano… El ambiente se volvió tan tranquilo que el 12 de agosto Sigüenza fue visitada por Francisco Barnés, ministro de Instrucción Pública, que tampoco se llevó la impresión de encontrarse en una ciudad amenazada”.
El 7 de agosto los soldados y voluntarios sublevados, dirigidos por el capitán Sancho, realizaron un primer ataque a Sigüenza, pero fueron derrotados con facilidad por las milicias leales de una ciudad que acogía a cerca de cuatro mil combatientes republicanos. Sin embargo, a finales de septiembre, la ciudad empezó a ser sitiada por unidades rebeldes , que habían consolidado sus posiciones en Atienza, Imón y Alcolea del Pinar. Cuando el 7 de octubre los requetés lanzaron su ataque nada se había preparado y para todo se había perdido un tiempo precioso. Ante los eficaces bombardeos enemigos sólo estaba el heroísmo de unos milicianos que se defendieron casa por casa. Fiados de una táctica errónea que resultó suicida, cientos de milicianos y campesinos se refugiaron en el templo catedralicio. Animados a la resistencia por unos mandos ausentes, que les hablaban de Numancia y del Alcázar de Toledo, casi todos permanecieron firmes en su interior esperando una columna que acudiría a liberarlos, mientras que un cañón situado frente a la catedral bombardeaba con precisión. Agotados los recursos, se rindieron. Inmediatamente, comenzaron las ejecuciones.
RECUERDO DE LA LUCHADORA MIKA ETCHEBÉHÈRE
Antonio González Cruz, de la Fundación Andreu Nin, con motivo de las jornadas celebradas en Sigüenza, escribe sobre Mika Etchebéhère. Nació en Santa Fe, en Argentina. Con su esposo, otro argentino, se unió a las filas revolucionarias. El murió en combate. Ella lideró y luchó junto a su propia columna. Vivió hasta los 90 años. Combatió en la batalla seguntina. Además, en la decisiva batalla por Madrid, en noviembre de 1936, la capitana Mika Etchebéhère ocupa un sector del frente en la zona de Moncloa, al mando de la columna miliciana del POUM, un partido de orientación trotskista después perseguido con saña y destrozado por los comunistas. González Cruz evocó algunas de sus acciones: “Citaremos esa frase de Mika que nos parece reveladora: “Los ardientes católicos que están derribando su rica catedral (de Sigüenza) a cañonazos dirán luego que han sido los rojos”. Y más que eso, mientras que en las iglesias figuran los caídos por Dios y por España, no se permite en ese recinto o sus alrededores poner una placa conmemorativa con los nombres de las verdaderas víctimas de un golpe de estado salvaje y criminal. Que mejor remate histórico que repetir las palabras de Mika en sus Memorias: “Mi marido y yo vinimos a buscar en España…la voluntad de la clase obrera de luchar contra las fuerzas de la reacción que se volcaban en el fascismo”.
La epopeya de Mika continúa hasta que sus propios milicianos deciden elegirla su capitana, la única mujer con mando de tropa en el Ejército republicano, a la que no sólo adoran y respetan sino que siguen hasta la muerte en todos los combates en que la argentina dirige a sus soldados. Un libro, que vende la librería Rayuela en Sigüenza, recuerda sus andanzas.Los episodios de la vida de Mika en la Guerra Civil, su relación apasionada con Hipólito, el drama de una comandante que no sabía leer mapas ni entendía nada de mando militar, el triunfo de una mujer que lidera con éxito a sus milicianos, están relatados magistralmente en el libro de Mika.