“Ninguno de los tapices confeccionados en Pastrana se conservan en Guadalajara”
¿Por qué un libro sobre tapices y textiles?
Bueno, con Antonio Herrera tengo mucha relación desde hace muchos años. En los años ochenta hice un artículo para la revista “Wad-al-Hayara” de la Diputación. Era sobre un tema que yo le había consultado a él como cronista provincial, sobre los rollos y picotas. Aunque no soy de Guadalajara, he salido mucho los fines de semana a viajar y conocer la provincia y la región. Me llamaron la atención esos monumentos que en Andalucía [su tierra de nacimiento] no hay. Entonces pues con su editorial hemos hecho cosas juntos, la última vez un libro sobre museos de Castilla-La Mancha y a continuación este trabajo de tapices y textiles. Era un mundo casi inédito, no sólo en Castilla-La Mancha sino en general en casi toda España. Hay poco investigado sobre esta materia.
¿Había trabajado antes el asunto de los tapices?
No, la compañera que ha hecho la parte de tapices es una investigadora muy buena sobre esta materia. Después de haber colaborado en un trabajo sobre un pueblo, de Valdeavero, en el límite de Guadalajara con Madrid, había unos tapices de mucho valor, pues un idea charlando nos propusimos la idea. Yo en este mundo concreto de textiles no lo había trabajado nunca. He publicado otras cosas de arte, pero es una ventaja. El meterte en un tema que conoces poco y centrarte en él y profundizar, es muy agradecido
¿Cómo han clasificado todo el material que han investigado?
Los apartados son muy claros. Victoria Ramírez se ha dedicado a tapices. Yo he llevado los apartados de alfombras, bordados y textiles. La zona ya la conocía mucho. Había publicado un libro hace años titulado “Lo mejor de Castilla-La Mancha”, lo mejor en todos los sentidos: monumental, artístico, artesanía. Tuve un rodaje bastante notable. Luego también había hecho el libro de museos, o sea, que ya había visitado bastantes conventos. El material lo tenía fresco. Se trataba de ir completando con un estudio riguroso. También buscamos en la bibliografía y hablando con especialistas en la materia, por ejemplo, la conservadora de Patrimonio Nacional y profesores universitarios. Sacamos buena información, incluso de mi propio archivo. Con mucha paciencia y horas accedimos a todas las fuentes.
¿Ha seguido unos parámetros concretos para discernir la tipología de las piezas?
La verdad es que hemos trabajado con mucho método. Primero sobre los orígenes, que llevan a los tejidos virtuales, que son los que no se conservan. El tejido es un material muy delicado y, por ejemplo, no se conservan tejidos romanos, y sin embargo sí se conservan estatuas romanas que llevan indumentaria. Hay que ir a los grandes museos que te permiten tener una idea, también analizar los cuadros, que son muy ricos y expresivos. Y luego cronológicamente, desde el punto de vista del vestuario de la nobleza, consultando las piezas que vestían los reyes y la alta aristocracia, que se conserva mucho en los cuadros y algo en la realidad, en algunos conventos, que hay donaciones de los reyes y de los príncipes a la Iglesia y una vez que se casan, los duques o la infanta lo donaban a una iglesia a cuya Virgen tenían devoción. Luego, pues hay otros elementos textiles también de la guerra, como la bandera, los escudos, las tiendas de campaña. Todo eso es un material muy rico y está, fundamentalmente, en el Museo del Ejército. Luego está el material de la liturgia, que es el más numeroso de los que figuran en el libro porque es del que más se conserva. Se trata de toda la indumentaria de los sacerdotes. Hay un apartado primero que se remite a los grandes cardenales de la antigüedad, como Cisneros o Torrijos, en la catedral de Toledo y otros sitios. También hemos visitado muchos conventos. Es cuestión de ir mandando cartas, presentando el proyecto, llamando puertas.
En el libro señala que ha encontrado reacciones de todo tipo en los conventos y catedrales.
Sí, es verdad. En general en este segmento, la gente es desconfiada. Cuando vas a un convento de clausura, claro, es difícil ahí abrir puertas. Y luego en las catedrales también es muy difícil que te dejen ver cosas y, más aún, que te dejen fotografiarlas.
¿No es un poco triste que esta clase de patrimonio, que en el fondo pertenece a toda la sociedad, se encuentre tan restringido incluso para los profesionales?
Efectivamente, pero bueno, hay un componente, que es que esos materiales se conservan por esa custodia tan estricta. Pero claro, llega un momento en que es imposible de verlo. Ha habido de todo. Hay sitios donde hemos tenido que tirar de archivo porque era imposible hacer fotos. Las mayores complicaciones las hemos encontrado en sitios grandes, es complejo movilizar a toda la gente para sacar este material, que suele estar muy escondido. Sacar eso para airearlo es complicado. Sobre todo las catedrales.
¿Cuánto le han llegado a cobrar por dejar hacer una fotografía de un tapiz o un tejido?
En el libro hablo de cantidades prohibitivas y no quisiera dar cifras ni titulares, pero en muchos casos, por ejemplo, los derechos están en unos 80 euros por foto. Evidentemente, para nosotros era prohibitivo, por mucha buena voluntad que tengas. En otros casos han sido más abiertas, nos pedían un donativo y ya quedaba al criterio del editor. En otros casos, las monjitas se asesoran con sus delegados obispales y nos cobraban por horas. Así hemos ido trabajando.
¿Está suficientemente valorada esta parte de nuestro patrimonio?
Ya es hora de que se reconozca como una parte fundamental del patrimonio de Castilla-La Mancha. En general en casi todos los sitios, el arte textil es un poco secundario. Ahora quizá ya está más considerado, pero se pueden poner ejemplos de otras comunidades, no sólo de Castilla-La Mancha. También en Madrid, por ejemplo, los tejidos que hay magníficos de Patrimonio Nacional, en San Lorenzo de El Escorial, monasterio de la Encarnación… Pues no hay nada expuesto. Todo está guardado. Y hay piezas magníficas, verdaderamente buenas. Y eso sí que no es de la Iglesia. Lo planteamos en el libro: hay que poner un poco más de consideración hacia una parte que en su época tuvo tanto mérito y tanto apoyo social como la pintura o la escultura. Exactamente igual. Los artesanos textiles tenían la misma consideración que los pintores.
¿Esta falta de reconocimiento es por falta de seguridad?
Yo creo que no. Sí hay una cuestión que son piezas delicadas, pero con una iluminación adecuada todo es posible. Donde están expuestos, como en la catedral de Toledo, no les ha pasado nada.
¿Cuántos tapices quedan en Castilla-La Mancha?
No hemos hecho un cálculo numérico, aunque yo soy de ciencias. Hay muchísimas piezas y además no tiene mucho sentido, simplemente decir que hay mucho y casi todo guardado y es una pena, creo que debería abrirse. Tal como argumentamos en el libro, para los conventos sería una ayuda incluso para su propia supervivencia. Algunos lo han entendido y otro no todavía.
¿En Guadalajara lo han entendido?
En Pastrana sí, evidentemente, y Sigüenza tiene un museo diocesano muy bien montado y atendido. Fuera de estos dos pueblos, en Guadalajara no hay más. En la capital no hay, pero como es un universo muy cerrado es difícil saber si hay o no. En casi todos los pueblos quedan piezas.
Gran parte de las mejores alfombras salidas de Castilla-La Mancha pertenecen hoy al patrimonio de museos extranjeros. ¿Por qué?
Las alfombras es el caso extremo de los textiles. Han desaparecido casi todas de la región, no queda ninguna. Bueno, quedan algunas, pero por ejemplo de las de Alcaraz, que son probablemente las más antiguas y mejores que se hicieron en España en su época, no queda ninguna en Castilla-La Mancha. En los últimos años ha salido una subasta y se ha comprado y se pondrá en el Museo de Albacete, pero ha sido por esta circunstancia. En Castilla-La Mancha, históricamente, se han producido muchas alfombras de extraordinaria calidad pero no queda ninguna en la región. Sin embargo, en grandes museos de Estados Unidos, en Londres, Berlín, hay alfombras españolas de Alcaraz.
¿Se debe a expolio o a ventas?
No, no, a ventas directamente. La falta de consideración y, por lo tanto, vienen otras personas que sí lo estiman y lo compran. Son épocas que no había los controles de hoy día para las salidas de piezas antiguas. Esto ocurrió hace muchos años, en el siglo XIX.
¿En el taller de Pastrana se hicieron alfombras?
No, hubo un taller de tapices, que fue el único que fue en España en el siglo XVII. De los tapices que se hicieron allí ninguno está en la región. Hay alguno en Madrid, en León, en Bilbao y en el extranjero, pero ninguno en Castilla-La Mancha. Aunque la verdad es que tampoco hay mucha profusión. De tapices de Pastrana hay unas quince piezas. En el libro hemos incluido alguna imagen.
O sea, que ¿los castellano-manchegos no han considerado lo suficiente a su propia producción textil?
En este caso, sí, pero tampoco quiero decir que es la única región donde haya ocurrido esto. Esto ha pasado en la mayoría de los sitios. Ha habido menos consideración hacia los textiles que hacia otras artes y, en consecuencia, los más listos se lo han llevado antes.
¿El material que han investigado y se conserva en la región está en buen estado?
Hay de todo, hay piezas que están en muy buen estado porque se han conservado y otras que han sido difíciles levantarlas para fotografiarlas porque se quebraban. Estaban en mal estado de conservación, a veces, por manchas. Pero claro, son piezas que hay que doblarlas bien y protegerlas bien. En general hay piezas magníficas en perfecto estado.
¿Qué significados tienen los dibujos y las formas de los tapices de Pastrana?
De los que se conservan hay una parte que son sobre todo blasones, luego hay otra serie inspirada en dibujos animales, por ejemplo, los de Bilbao. Son los temas de la época, los dibujos y cartones que se utilizaban en la época. Había muchas escenas mitológicas.
¿Las colecciones de tapices y textiles de Sigüenza son la más importante de la región?
De tapices tiene dos series muy buenas, que se conservan bastante bien. Están en diferentes espacios de la catedral pero en general se ven bien. Luego la parte que hay sobre los tejidos de Santa Librada, una pieza importantísima de origen árabe, que están hechas probablemente en Almería en la época medieval. Son los tallos donde estaban las reliquias de Santa Librada, que fueron traídas a España en los siglos XII-XIII. Son piezas que se han conservado durante siglos dentro de la urna de la Virgen que vino desde Francia.