El ‘botellón’ enfrenta al Ayuntamiento con un sector de los jóvenes de la ciudad
Hubo un tiempo en que los jóvenes de Guadalajara hacían ‘botellón’ en los alrededores de las instalaciones de la Fuente de la Niña. Luego volvieron al lugar donde empezaron, al lado de la concatedral de Santa María. Nadie en el Ayuntamiento, ni con el anterior equipo de Gobierno ni hasta el momento con el actual, ha tomado cartas en el asunto para buscar una solución al problema. Ni siquiera un equilibrio de posturas entre los jóvenes y los vecinos quejosos. Es más, algunos concejales negaban el problema. “No existe tal conflicto con el botellón, los jóvenes tienen derecho a beber y además garantizamos la limpieza de las calles al día siguiente”. Esta fue la contestación que recibió un vecino afectado por boca de un antiguo responsable del Ayuntamiento hace unos meses. El problema, por tanto, se ha sorteado sin arreglo.
Esta semana ha vuelto a resurgir el tema fruto del debate en el pleno del consistorio celebrado el lunes pasado. La discusión acabó en bronca política. El Grupo Socialista presentó una moción en la que instaba al equipo de Gobierno a que se limite y regule el ‘botellón’ e incremente la limpieza en los alrededores de la concatedral de Santa María para que no cause molestias a los vecinos, evitar el deterioro del templo y el aumento de la suciedad en toda la zona. Los socialistas advierten que durante las últimas semanas han sido muchas las quejas de los vecinos cercanos a la concatedral de Santa María por la suciedad que, cada día con mayor intensidad, se acumula por la zona. Por otra parte, apuntaron que la concatedral de Santa María es un monumento de “alto interés religioso, cultural e histórico por cuyo cuidado y mantenimiento debería velar el Ayuntamiento de Guadalajara”. La realización del ‘botellón’ en las mismas puertas de este edificio podría contribuir a su deterioro, por lo que, según el PSOE, “se deberían adoptar medidas para limitar el botellón y para eliminar de forma inmediata sus secuelas”.
Las palabras de José María Alonso, ex concejal de Seguridad, soliviantaron a su sucesora en el cargo, María José Agudo, que desenfundó su dialéctica: el equipo de Gobierno del Ayuntamiento, avisó, quiere “poner orden al botellón”. “Ustedes consiguieron que el ‘botellón’ pasara de gamberrismo a vandalismo”, sentenció. “¿Sabe usted lo que yo me encontré cuando llegué a esta concejalía? Que no había ninguna norma que regule el ‘botellón’ y una plantilla de policía diezmada”. La edil se ha propuesto elaborar a lo largo de los próximos meses una ordenanza municipal que regule el consumo de bebidas alcohólicas en la calle. Aún así, ha precisado que su intención “no es prohibir” el ‘botellón’ sino ordenarlo de manera que el resto de vecinos de la ciudad no tengan que sufrir sus molestos efectos mediante las convenientes sanciones. La concejala popular ha manifestado que su deseo es conseguir una norma “consensuada” en cuya elaboración participen y se tenga en cuenta la opinión de los agentes implicados tales como asociaciones de padres y colectivos juveniles. Asimismo, se trabajará en el refuerzo de la prevención, algo que en su opinión es “fundamental”. “No se trata de imponer sino de convencer”, concluyó Agudo.
Viejo problema
La polémica no es nueva. En Madrid el ‘botellón’ se convirtió en un problema muy grave de orden público, o al menos esa era la versión esgrimida por su alcalde, Alberto Ruiz-Gallardón. En Guadalajara no se ha llegado a tanto, pero va camino, según los más agoreros. Beber en la calle se ha convertido en algo frecuente en zonas como la Fuente de la Niña o el entorno de la concatedral de Santa María, donde la vigilancia policial se ha tenido que intensificar para minimizar las consecuencias de este insalubre hábito. Los socialistas aseguran que “este problema había desaparecido casi por completo durante la pasada legislatura, gracias a las medidas preventivas puestas en marcha por el anterior equipo de Gobierno. Sin embargo, la dejadez y la pasividad del actual Gobierno municipal han provocado que el problema reaparezca”. El equipo de Román lo niega.
La polémica va a enfrentar, a no ser que se alcance un acuerdo casi imposible, a un sector de los jóvenes de la ciudad con el Ayuntamiento, al margen de que éste decida no prohibir el “botellón”. El asunto genera debate. Un invitado al foro digital de “El Decano” se preguntaba qué tendrían que hacer los dueños o gerentes de los bares que dejaseis el botellón y fueseis a beber a los bares y no sólo a mear. Y él mismo contesta: moderar los precios, bajar el volumen de la música para poder hablar, prohibir fumar o tener y utilizar una correcta extracción de humos, limitar el aforo para no andar como sardinas en lata, mejorar la seguridad, eliminar el garrafón, variar la oferta de ocio en el local (juegos tipo billar o diana, actuaciones, noches temáticas, etc.), cuidar la limpieza, permitir la entrada a menor edad, ampliar los horarios (abrir antes y cerrar más tarde), tener lugares donde sentarse y tener una climatización correcta. La juventud sabe cuál es su situación. Agudo reveló en el último Pleno que en un parte de incidencias de la Policía Local constaba la siguiente respuesta de un joven, tras ser requerido a abandonar el ‘botellón’ cerca de la capilla de Luis de Lucena: “no hay ninguna norma que me impida beber en la calle”.
Despiece
El ejemplo de Madrid
Ante el botellón, un Ayuntamiento puede hacer tres cosas. La primera, permitirlo con normalidad, con lo que consigue satisfacer a los jóvenes consumidores e irritar a los vecinos que soportan sus ruidos, orines y bazofias esparcidas cada fin de semana en las puertas de sus casas. La segunda opción es permitirlo en lugares acotados y lejos de las viviendas, por ejemplo, cerca de la Fuente de la Niña, pero esta solución no convence demasiado al personal. La tercera posibilidad consiste en coger la tangente y prohibir el botellón bajo amenaza de fuertes sanciones económicas que, en ningún caso, podría resistir el bolsillo de un adolescente. O bien se les envía a unas charlas terapéuticas en las que se equipara a un joven ‘botellonero’ con un alcohólico enfermo, o bien se les hace pasar por caja. Esta es, justamente, la decisión que adoptó el Ayuntamiento de Madrid hace un par de años cuando prohibió el botellón de forma drástica. La medida, auspiciada por el propio alcalde, Alberto Ruiz-Gallardón, también del PP como Antonio Román, no ha conseguido eliminar totalmente de las calles de Madrid el problema del botellón. En todo caso, cualquiera que lo haya conocido en sus “mejores tiempos” puede comprobar ahora como sus efectos se han reducido notablemente. Algunos jóvenes siguen haciendo botellón, pero a hurtadillas y sin arrastrar a masas enteras de jóvenes dispuestos a emborracharse por cuatro duros. A estas alturas, no se sabe muy bien si el Ayuntamiento de la capital del Estado prohibió el botellón como medida preventiva de garantía de salud pública o por las quejas de los vecinos debido a la suciedad y los malos olores que provocaba su celebración. En todo caso, el chaval que descubre la policía bebiendo en la calle tiene dos salidas: o paga 300 euros o acude a varias charlas psicológicas. Lo segundo es más barato que lo primero, desde luego, pero no menos mortificante.