Sierra de Pela: hay vida más allá de Atienza
Cuatro de la tarde de un jueves de verano. Un calor sofocante aliviado por el aire de las montañas que rayan la linde entre Guadalajara y Soria. Sentada en el poyo de su casa, Andrea, una vecina de Bañuelos de 86 años, contempla solitaria y en bata el escaso tránsito de la carretera que bordea su vivienda. El sol fustiga la hora de la siesta. No se oye un alma en las empinadas calles de este pueblo serrano. Según Andrea, “aquí no se vive ni bien ni mal, aquí se vive tranquilo”.
La Sierra de Pela es un territorio escarpado dónde se ubican algunos de los pueblos más pequeños de Guadalajara. Pequeños en número de habitantes, pero no en belleza, en historia y tampoco en penurias. Florentino Álvaro, 59 años y prejubilado de Telefónica, es alcalde de Bañuelos desde hace ocho años en representación del PSOE. En el pueblo están censadas 24 personas. En sus mejores épocas llegó a tener 250 habitantes. La historia ha cambiado. Ahora en invierno apenas queda una docena de valientes. Primera pregunta: ¿cuál es el principal problema que tiene el pueblo? Respuesta inmediata del alcalde: “que le falta gente, la que queda es muy mayor, los jóvenes se largaron en su momento y la gente mayor se va muriendo, como es lógico, este es un sitio que tiene pocas posibilidades”. La despoblación ha golpeado de tal forma a los pueblos de la Sierra de Pela que la actividad económica ha desaparecido por completo en alguno de estos lugares. Ya no hay huertos en la ribera, que están llenos de zarzas y maleza. Ya no hay pastos para la ganadería. Tampoco agricultores jóvenes que puedan servir de autoabastecimiento. Queda, eso sí, el goteo constante, por las noches, de la fuente de la plaza.
Eólicos, la salvación
El presupuesto del Ayuntamiento de Bañuelos alcanza los 9 millones de las antiguas pesetas, contando las subvenciones de la Junta y la Diputación. Los plenos se celebran mediante concejos abiertos en los que tienen voz y voto todos los habitantes censados. “La mayoría participa”, afirma Florentino. “Muchos me dan su opinión por la calle”, revela Ángela de la Iglesia, alcaldesa de Romanillos de Atienza. Los ingresos reales del consistorio de Bañuelos son 12.000 euros, con todos los impuestos que pueden cobrar, que son miseria y compañía: “aquí hay escasos vecinos, no tenemos IAE porque no hay actividades económicas, apenas tenemos el coto de caza, que nos da 350.000 pesetas, y la dehesa de pastos”, se lamenta Florentino. A veces, lo poco que recaudan, como la basura, la tienen que reinvertir pagando el servicio que les presta una empresa. O el agua, cuyo importe tienen que gastarlo en arreglar los motores que bombean el suministro.
La comarca se ha visto sacudida por un proyecto de culminación inminente. El parque eólico de Miedes de Atienza, impulsado por Iberdrola, agrupa cinco aerogeneradores en este pueblo y otros cinco en Bañuelos. Ambos ayuntamientos se quedan con el 2% de las obras a través de las licencias. Recibirán entre 30 y 40 millones de pesetas como compensación. El parque, que se terminará de construir el próximo mes de septiembre, recibió múltiples alegaciones de los ecologistas por ubicarse en un terreno, los cerros cercanos a los dos municipios, por donde transita la alondra Dupont. Florentino Álvaro lo tiene claro: “yo soy muy partidario del entorno y de la naturaleza, pero antes están las personas. Es muy fácil hacer ecologismo de salón, pero aquí sólo hay aliagas y alguna encina pegando con la provincia de Soria. Los eólicos van a ser, en parte, nuestra salvación, aunque seguiremos con la falta de gente”. La primera inversión que tiene en mente el alcalde de Bañuelos, en cuanto empiece a recibir dinero de los eólicos, se materializará en varias viviendas para ofrecerlas, si es necesario gratis, para que venga gente a vivir: “quiero fomentar neorrurales, gente que esté aquí durante todo el año porque si no, dentro de poco tiempo, nos quedamos con tres personas en invierno”.
Carreteras
En Romanillos hay censados 53 habitantes. En sus años de gloria alcanzó los 350. El presupuesto municipal asciende a 24.000 euros. La mayoría de los empadronados viven en invierno, así que es un pueblo con las constantes vitales en regla y donde más bombonas reparte el butanero, un síntoma inequívoco. “Es el municipio de la zona que se mantiene una población relativamente estable, tenemos una familia muy grande que son diez o doce”, cuenta Ángela de la Iglesia, alcaldesa por el PP desde la legislatura anterior. Ángela se vino al pueblo hace diez años después de estar casi cuatro décadas en Barcelona. “Los alcaldes nos pasamos la vida pidiendo, da un poco de vergüenza pero hay que hacerlo así”, confiesa.
Los pocos niños que quedan en Romanillos, al no disponer de colegio, recorren 12 kilómetros hasta Atienza cada día en transporte escolar. Durante el curso tienen que soportar lo baches y las curvas de la carreterucha que conecta ambas localidades. “Según los planes de las carreteras –subraya Ángela- estaba previsto aumentar el ancho de 4 metros a 5,5, se comprometieron a arreglar 18 kilómetros, desde Atienza hasta Hijes pero aún estamos así”. El principal déficit de los pueblos de la Sierra de Pela, por tanto, es el estado lamentable, bochornoso y peligroso de la carretera que les une, la GU-145. Se trata de una vía, incluida en el famoso Plan de Carreteras, cuyo titular es la Diputación Provincial. El nuevo equipo de Gobierno asegura que aprovechará el mes de agosto para informar, uno a uno, a todos los ayuntamientos de la provincia de las modificaciones que ha sufrido el proyecto. Buena falta hace porque los responsables municipales desconocen cómo está el asunto. Florentino Álvaro, alcalde de Bañuelos: “la carretera crea peligro porque tiene unos socavones tremendos, es competencia de Diputación y veremos a ver qué pasa ahora”. En invierno, el problema se agudiza con la nieve y los hielos, que además levantaron la ultima chapuza de parcheado que se hizo el año pasado. “Esos parches de asfalto la han hecho más peligrosa porque han recrecido el firme”, sostiene Eugenio Sánchez, un vecino de Bochones de 81 años. Ángela de la Iglesia reclama “una solución urgente, antes creíamos que se iba a hacer en 2010, teníamos una esperanza, ahora no sabemos cuando”.
En Bochones, apenas alrededor de 20 personas permanecen censadas. Reunidos casi todos alrededor de una tertulia, levantan la voz amargamente sobre las trabas que las administraciones les han puesto en diversas obras públicas. “No nos arreglan la carretera y encima no nos dejan hacer nada”, se queja Eugenio Andrés, ex alcalde y ahora teniente de alcalde. “Pocas carretera habrá en la provincia en tan mal estado y tan peligrosa como esta. En Soria y en Castilla y León tienen mucho mejor las carreteras, basta ir por esta misma para saber si pasas de provincia sólo palpando el firme”. Otro vecino, Jesús Varas de la Fuente, de 77 años, añade: “estamos dejados de la mano de Dios, aquí no se ha invertido nada, nunca nos tienen en cuenta y ya es hora de que atiendan nuestras reclamaciones porque, aunque somos pocos vecinos entre todos los pueblos, tenemos los mismos derechos que en otras zonas de la provincia”. Sentado a su lado, Demetrio Romanillos, de 75 años, exclama: “si no fuera por la prestación y la colaboración de los vecinos, la mayoría de cosas que se han hecho en el pueblo no hubieran sido posible”.
Más autobuses
Además de la carretera, los pueblos de este ramal serrano tienen otro problema añadido: la falta de un transporte público eficaz. La empresa Samar se encarga de pilotar el coche de línea de toda la vida, pero resulta insuficiente. Es la pescadilla que se muerde la cola: como hay pocos vecinos, el servicio no sale rentable, y como no sale rentable, el servicio no mejora. El autobús de línea acude dos días a la semana. Antes salía de Guadalajara a las 3 de la tarde. Ahora lo hace a la 1. “La gente, por ejemplo, que tiene que ir al médico y lo tiene después de la una, pues ya me dirá como regresa al pueblo”, advierte el alcalde de Bañuelos. En el caso de Romanillos hay que agregar otro problema. Su alcaldesa explica que la carretera que atraviesa el pueblo incluye una curva muy peligrosa. El ancho de la vía se estrecha y el autobús no puede pasar con seguridad. “Algunos perros ya se han matado, pero cualquier día es un niño”, advierte. Los alcaldes de la zona, desde Miedes hasta Romanillos, se han reunido con el delegado de la Junta para tratar el asunto del transporte público. Según los responsables municipales, esta deficiencia “crea un malestar profundo en los vecinos”.
Los pueblos rayanos con Soria, que comparten con esta provincia castellana la Sierra de Pela, sobreviven agazapados más allá de Atienza. La mayoría de servicios, por no decir todos, los copa la villa atencina, así que muchas veces da la impresión de que fuera de su término municipal no hay vida. Nada más lejos de la realidad. Pueblos como Romanillos y Miedes de Atienza, Bochones, Bañuelos o Casillas, que pertenece administrativamente al Ayuntamiento de Atienza, no suelen salir en los periódicos. Apenas existen noticias de sus inquietudes, de sus necesidades. Y, sin embargo, las tienen como cualquier otro lugar, o quizá más por estar apartados en el mapa, que la mayoría de las poblaciones de la provincia. En cada pueblo existe una sensación parecida, pero con matices. Florentino Álvaro, alcalde de Bañuelos, confiesa que “a nivel general, es verdad que la zona está un poco dejada, pero a nivel particular a mí siempre me han escuchado, en ocho años que llevo de alcalde hemos invertido unos 70 millones de pesetas, el ratio inversión por habitantes sale superior a Madrid”. En Romanillos, Ángela de la Iglesia, opina que “como estamos tan apartados de todo, tan lejos, pues somos los últimos a los que nos hacen caso, estamos en un extremo de Guadalajara pero también de Castilla-La Mancha”.
A pesar de todo, la Sierra de Pela resiste. Incluso a su propio nombre. Aunque se apellide “pela”, esta sierra tiene monte, encinas, robles y muchos hongos en otoño. También agua. “La verdad es que no pedimos que nos hagan una autovía ni nada fuera de lo normal, nos conformamos con que nos den lo que necesitamos”, resume Ángela.
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Despiece
Un día de médico y mucha agua
La asistencia médica, aunque precaria, ha mejorado con respecto a épocas pasadas. Antes no había ni consultorios. “Ahora en verano no hay problema –indica Florentino, de Bañuelos-, cualquier persona se pone enferma y tenemos coches, pero en invierno, que no queda nadie, es un problema tremendo”. El médico acude una vez por semana a todos los pueblos de la Sierra de Pela, igual que el pescadero, el de los congelados y algo menos que el panadero, que viene tres días a la semana: lunes, jueves y sábado. Para cualquier urgencia o acudir a la farmacia, los vecinos tienen que desplazarse hasta Atienza. En Bochones se quejan que en invierno, el médico sólo pasa consulta si le llamas. En caso contrario, no va. “Cuando hace frío, que se muera el que quiera”, protesta con ironía la hermana de Demetrio Romanillos, vecino del pueblo.
Quizá para compensar estos agravios, los pueblos de esta comarca tienen una ventaja enorme: el abastecimiento de agua. “Este es el pueblo con más agua de toda la provincia”, sentencia Florentino, de Bañuelos, cuyo nombre hace referencia a los baños que se encontraron en tiempos pretéritos. El río Cañamares nace a pocos metros. Bañuelos tiene una fuente con ocho caños de la que mana un agua limpia y fresca. “Podía tener dos caños de agua, dos de vino y otros dos de cerveza”, espeta socarrón Florentino. El caso es que ninguna de las localidades del entorno ha tenido escasez de abastecimiento. Algo es algo.