El enésimo verso de Castilla
Nació en un pueblecito de Soria que se llama Cuevas de Ayllón en 1953, pero está afincado en Barcelona. Silvano Andrés de la Morena es licenciado en Filología Hispánica por la Universidad de Barcelona. Combina la dedicación a la enseñanza, con su actividad investigadora, la poesía y el mundo del periodismo. Además, es compañero en las lides periodísticas. Mantiene una sección semanal, llamada “Caleidoscopio”, en el diario Heraldo de Soria, y dirige la revista de investigación etnográfica “Granzas de yeros”. De la Morena, en todo caso, se confiesa un poeta. Ya tiene publicados tres libros pero ahora lo acaba de completar con la aparición del libro “Castilla, roca y verbo”, editado por los entusiastas salmantinos de Celya, y que fue presentado a mediados del pasado mes de mayo. Celya es una editorial modesta pero dedicada en cuerpo y alma a la difusión de la cultura de Castilla y León.
No es la primera vez que Castilla es objeto de deseo de un poeta ni será la última. El territorio es mítico en la literatura y ha atraído a formidables hombres de letras. En el prólogo, Rebeca Fenoll escribe que “entre la roca y Machado, entre la realidad en estado puro y permanente a lo largo del tiempo y su poetización machadiana, cien años después, se nos ofrece otro canto de la vasta Castilla, cuya nueva geografía, física y humana, hemos de ir aprendiendo. No está claro si en los mapas o en los poemarios. Geografía poética, podríamos decir”. El libro de Andrés de la Morena es escueto, intenso e interesante. Tiene una veta literaria sencilla, pero al mismo tiempo con un lenguaje cuidado y fuertemente arraigado en la tierra a la que dedica sus versos. Su lectura es obligatoria para todos aquellos enamorados de “Campos de Castilla”, de Antonio Machado, del que se cumplen ahora cien años de su llegada a Soria, o de los poemas que en su día dedicaran los literatos del 98. La Castilla de Andrés de la Morena, en cambio, huye de tópicos y va a lo concreto.
La Castilla histórica, tal como se recoge en el prólogo del libro, “siempre ha sido difusa en sus límites y confuso su referente a la hora de procurarse una estabilidad con fronteras definidas (la Vieja, la Nueva, la de la lengua, la de la Corona del mismo nombre), ahora, en este presente en el que nos encontramos, ya metidos en el siglo XXI, Castilla es “y León”, o Castilla es “-La Mancha”, con el guión y la conjunción copulativa en cada caso”. Aunque la Castilla de Machado era la del Norte, en realidad, Guadalajara, y sobre todo sus serranías, se identifican totalmente con este paisaje. “El paisaje de mi Castilla/no necesita adjetivos/entre la perdiz roja y la paloma torcaz./Azul, grisácea, purpúrea”, escribe Silvano Andrés de la Morena.
Infancia y patria
“Castilla, roca y verbo”, su último poemario, viene precedido por los libros de poesía «Aquietando luz» (2001), «Movimiento de traslación» (2002) y «Cuchillos de mudanza» (2004). La poeta María Ángeles Maeso ha afirmado que en los dos primeros poemarios De la Morena exploraba las relaciones del ser humano con la naturaleza. Sostiene que en ambos libros ofrecía una íntima celebración del paisaje que no era sino un repertorio de delicadas recreaciones de la memoria. Se trataba, en definitiva, de volver a suscribir la famosa reflexión de Charles Baudelaire, “Mi patria es mi infancia”, que poco más tarde Rainer María Rilke convertiría en axioma poético: “La verdadera patria del hombre es su infancia”, y que García Lorca dejaría en “la infancia es mi paraíso perdido”. Silvano Andrés de la Morena, con su tercer poemario lograba un llamativo cambio. El título de ese tercer libro era, en verdad, inquietante: «Cuchillos de mudanza». El poemario proponía un alejamiento de aquellas formas del yo, de la memoria y su paisaje. “Cuchillos de mudanza” “presentaba una poesía de valor cívico, una poesía en que se plasmaba una toma de posición de índole ética en torno a un hecho de la vida diaria -antes humano que social-, la migración de hombres, mujeres, niños, familias enteras” (Heraldo de Soria, 20.06.07).
El título de su última obra muestra una identidad metafórica, según escribe Juan González Soto: “Castilla” es “roca” y es «verbo», es mineral milenario y palabra, es un sólido pétreo y una eufonía. Pareciera como si el poeta hubiera decidido definir esa tierra que ama y que, desde luego, debe reinventar para poetizar sobre ella. En el primer poema, «Todo es roca» se muestra enteramente la propuesta que venía avanzada en el mero título del libro: “roca / en la superficie sólo queda el verbo”. Así se inicia una sucesión de versos en que el lenguaje se muestra renovado mediante vinculaciones sorprendentes, mediante asociaciones en que el poeta revela imaginación desatada y delicada atención por la sonoridad: «noche luce ronca Castilla / atorada de trigales». En definitiva, según González Soto, “Silvano Andrés de la Morena hace entrega de un poemario en que el lector queda convocado a desentrañar una y otra vez la delicada convivencia entre la solidez del paisaje y la voz que de él surge. El poeta ha previsto el encuentro y el lector atento lo resolverá”. Incluso el lector, podría añadirse, de la Castilla que se otea aguas abajo del Duero, ya en Guadalajara.