Laureano Correas, un artesano de las guitarras en Bañuelos
No sólo hace guitarras, también bandolines, violines y bandurrias. “Lo hago porque me gusta”, dice. “La primera guitarra que hice, pesaba como un rayo”. Ahora se ha convertido, con el paso de los años y de la experiencia, en un consumado especialista que se distingue, no sólo por su estilo y profesionalidad, sino por la sencillez con la que trata a todos sus clientes.
Laureano Correas está jubilado de su trabajo como ebanista, pero sigue trabajando todos los días, ahora como maestro artesano.Su oficio ha sido ebanista. Ha trabajado en Madrid, Alicante y Elda, donde vive, a caballo de Bañuelos, el pueblo de su mujer, enclavado en la Sierra de Guadalajara. El taller de ebanista ahora lo lleva su hijo. “La mitad del trabajo para hacer guitarras ya lo tenía porque conozco las maderas y las máquinas”, confiesa. En Bañuelos encuentra la tranquilidad idónea para elaborar sus obras de arte. Y también para sembrar su huerto. “Este año no sé si estaremos mucho tiempo porque mi mujer sufre de los huesos”, explica.
Los instrumentos que hace Laureano los vende o por encargo. Hace guitarras flamencas y clásicas. Incluso los toca y con notable maestría, sobre todo el laúd. En Bañuelos tiene una guitarra, de madera de nogal, con un fondo de nueve siglos. Todo lo hace mano. Una máquina pule la madera, la deja al mismo grosor; luego la pone en agua y termina insertándola en un molde para que coja la forma de la guitarra. Una vez que se seca, se queda con la forma que conocemos.
Pintor de paisajes
En Elda está integrado en un grupo de artistas, del que es miembro fundador. Es un hombre polifacético y creativo, especialmente dotado para los trabajos artesanales, que borda con absoluto primor. Laureano es un virtuoso hacedor de guitarras e instrumentos musicales, pero también pinta. No dstingue entre aficiones. Lo suyo es pura pasión, y además continuada. Laureano cuenta que “cuando me gusta pintar, pinto, y cuando me apetece hacer guitarras, pues hago guitarras. Va a ratos. Depende del momento, no puedes distinguir lo que te gusta más. Pinto paisajes y retratos”.
En el taller del pueblo tiene colgados de la pared algunos cuadros, uno con el escudo antiguo de Bañuelos, otro con la casa de Antonio Salto, presidente de la asociación cultural de Bañuelos; y una vista de Sigüenza, entre otros. Su pintura es reluciente, viva, tiene destellos de Sorolla por su luminosidad y su maestría para combinar los colores. También hace cuadros que compone con piedras, alambres y cemento. Por ejemplo, un loro, el Cristo del Perdón de Atienza y la Dama de Elche, hechos con madera de pino de Suecia. “Las maderas las encuentro en un almacén, y voy a casas especiales que tienen materiales para instrumentos”, revela.
Bañuelos es el refugio de verano para Laureano Correas. Trabaja en un rincón luminoso de un segundo piso. Allí trabaja la madera para los insturmentos y maneja los pinceles y las paletas para componer paisajes y retratos. Bañuelos, además, presenta otra ventaja para su trabajo. El clima de la Sierra de Pela, mucho más frío que el de Madrid, le viene de perlas a los instrumentos. “El fresco le viene bien a la madera”, sostiene. La afición por el arte de Laureano deja sorprendidos a todos los que le conocen por vez primera. “El otro día llamamos de urgencias al médico de Atienza, que es iraní, se asustó al ver que tenía todos los cuadros colgados del salón de casa. Se quedó parado. Esto no es de un aficionado, me dijo. Esto tiene pinta de profesional. Ya le dije que yo no era profesional, empecé sin saber nada hace años y así he ido, poco a poco”.
La última guitarra que ha hecho Laureano, con madera “bengüé” roja, ha sido un encargo. “Lleva una capa de pino de abeto y lo demás diapasón de ébano. Le llamé a quien me la encargó y la estuvo probando. Se sentó y me dijo: mañana me la barnizas o me la lacas, que esta es para mí”. Antonio Salto, presidente de la Asociación Cultural San Antonio de Bañuelos, sostiene que “las guitarras de Laureano tienen una resonancia impresionante que mantienen el sonido, es como los buenos vinos, que te deja el gusto en el paladar”. “Para guitarra clásica, la mejor madera es el palosanto”, tercia Laureano.
Exposición hasta el día 15
Desde el día 9 de agosto hasta el 15, la Asociación Cultural “San Antonio” de Bañuelos organiza una muestra de los instrumentos artesanales que hace Laureano Correas. Se trata de una oportunidad única para gozar con el arte de este experto ebanista, además la entrada es gratuita y coincide con un periodo, el verano, donde Bañuelos y la zona donde se ubica, la Sierra de Pela, se llena de vida.
Laureano tiene ya todos los instrumentos y cuadros preparados para la muestra. Está terminando los últimos, pero nunca desfallece en su trabajo, que realiza cada día. “No puedo decirle el tiempo que echo para hacer una guitarra, pero le dedico muchos ratos cada día”, afirma. Los materiales para hacer una guitarra le cuestan alrededor de 400 euros, contando con el clavijero y cuerdas. La guitarra que más cara que ha vendido ha sido de 500 euros, un precio muy asequible teniendo en cuenta su altísima calidad. “El otro día mi hijo y sus amigos se compraron una de esas guitarras que traen los chinos por 40 euros, pero esas sólo sirven para el juergueo”, cuenta.
Con un humor y una sabiduría tamizada con el paso de los años, Laureano Correas sigue pintando y haciendo guitarras en su rincón de Bañuelos. Se trata de un trabajo sereno, de calidad y con la rúbrica de los que priman la calidad sobre todas las cosas. Laureano tiene el oficio de ebanista del arte.
Bañuelos es una pequeña localidad de apenas 24 habitantes censados, situada en la Sierra de Pela, al norte de Guadalajara. Es un enclave muy frío en invierno y muy caluroso en verano. Es un lugar de alta montaña. Las calles están empinadas y la iglesia parroquial de la Asunción, obra del siglo XVI, es una joya de la zona.
Florentino Álvaro es alcalde del municipio por abrumadora mayoría. Es un hombre campechano y amable. Defiende el proyecto de parque eólico que se va a instalar en Bañuelos en los próximos meses como garantía de salvación del municipio. “El futuro, la última esperanza, reside en los millones que podamos sacar de eso y en las inversiones que hagamos, de momento, ya tenemos pensado hacer varias viviendas para ofrecerlas gratis para que venga gente a vivir durante todo el año”, explica. El problema de Bañuelos, como casi todos los pueblos de la sierra, es asentar población para no perder el tren del futuro. En esta localidad, apenas tres o cuatro personas quedan en invierno, lo cual significa abocar la localidad al averno de la despoblación definitiva. Pese a todo, en Bañuelos tienen planificado el futuro, teniendo muy claro que hay que atraer población, y también el presente. La mayoría de los habitantes que están censados conviven en armonía y organizan múltiples actividades.
“Hacer piña”
La Asociación Cultural “San Antonio” de Bañuelos, además del Ayuntamiento, tiene buena culpa de que la gente se muestre activa, y no pasiva, como correspondería a un pueblo de una entidad inferior. Esta asociación organiza múltiples actividades al cabo del año, incluso en invierno, a pesar de que por estas latitudes el frío arrecia que da gusto. El alcalde es vicepresidente de la asociación y el presidente, Antonio Salto de la Fuente, subraya que “para el pueblecillo que somos, tenemos el local que nos deja el Ayuntamiento para nuestras reuniones, hacemos exposiciones, tenemos una página web…”. Salto explica que “nos gusta que si hay un grupo de personas que se mueve un poco, aunque en todos los pueblos hay gente rara, al final se hace piña y se hace grupo, que es lo importante. En verano es más difícil hacerlo, porque con la gente te relacionas una vez al año, pero entre las personas que venimos en invierno nos llevamos estupendamente y nos conocemos de siempre”.
La asociación cultural de Bañuelos organiza un Belén viviente, “y aunque el niño Jesús tiene más de 30 años, es que no tenemos otro…”, dice Antonio socarrón.Hay un dicho popular que asegura que los pueblos más pequeños son los que más unidos están. En todos los sitios cuecen habas, pero en Bañuelos su treintena de vecinos muestran un ánimo extraordinario para celebrar todo tipo de eventos: jornadas medievales, Carnaval, belenes vivientes y hasta celebrar Halloween.
“No hay ni una palabra más alta que la otra, no hay ninguna discusión. Eso no lo encuentras en ningún pueblo de la zona”, asegura Florentino. El primer edil está convencido de que esta circunstancia marca una diferencia importante con el resto de municipios del entorno. “Yo pagaría por organizar las fiestas, si encima no tengo que pagar y disfruto, doblemente mejor”, espeta Antonio Salto.
Obras de mejora
Al margen de la asociación, lo cierto es que, en los últimos años, las obras han sido una constante en la localidad, fruto de las ayudas oficiales obtenidas. Florentino Álvaro las resume así: “se ha construido un nuevo frontón, se ha habilitado una plaza en el centro del pueblo, se han cambiado las puertas de la iglesia, se ha hecho un merendero al lado de la fuente de los seis caños y un camino al lado de la ribera del río Cañamares y, en definitiva, tratamos de embellecer el pueblo lo máximo posible. Aunque ahora la prioridad es arreglar la carretera de acceso, que está fatal”.
Por otra parte, Bañuelos está este fin de semana de fiestas. Son las fiestas patronales en honor de San Antonio. El viernes se inauguró una fantástica exposición de maquetas -otra iniciativa de la asociación cultural- y durante el fin de semana hay verbenas, juegos y actos para todos los públicos. Hoy domingo, todo el que lo desee está invitado a una paella popular. Bañuelos respira un aire serrano propio de las buenas gentes. El pueblo trabaja unido y esperanzado, a pesar del déficit de habitantes. Unos emigrantes rumanos, instalados desde hace cinco años, han fijado su residencia permanente en Bañuelos. El Ayuntamiento espera que otros emigrantes sigan el mismo ejemplo.