REPORTAJE

De Tamajón al exilio republicano en Francia

Sufrió los campos de concentración tras la Guerra Civil, estuvo exiliado en Rennes y ha sido homenajeado por el Gobierno francés
Esta semana se han cumplido 71 años desde el 18 de julio de 1936, fecha en la que se produjo el alzamiento que originó la Guerra Civil. Hay muchos acontecimientos históricos que han sobrevivido al paso del tiempo. Otros no tanto. Son aquellas historias de personas anónimas que fueron los tristes protagonistas de la guerra, los que la sufrieron en sus propias carnes. Uno de estos hombres fue Valeriano Verges, soldado republicano nacido y criado en Tamajón, que luego tuvo que exiliarse en Francia y fue reconocido por el Gobierno galo. Su viuda, que reside a temporadas en Tamajón, explica la historia de su marido, una vida que refleja el padecimiento vivido por los españoles que lucharon en la resistencia y tuvieron que emigrar como aquel pasajero de Montauban del que habló Azaña.
Nueva Alcarria, 23.07.07
Raúl Conde

La casa de la familia Verges es un modesto chalet de una planta situado a la entrada de Tamajón, a la izquierda según se accede desde Guadalajara. La casa es de piedra y las rejas de las ventanas están pintadas de color rojo. Quizá el color no es ninguna casualidad. Al lado de la puerta, un cartel reza: “Casa Vale”. Todos los vecinos saben que, aunque ya no vive, esta fue la morada de Valeriano Verges, más conocido como “Vale”, un combatiente republicano que organizó la resistencia desde Francia. Al ver los periodistas en su casa, su viuda estalla: “ya era hora de que en España la prensa se acordara de Valeriano”. Luego comienza a sacar recortes de periódicos franceses reseñando los distintos homenajes en los que su difunto fue protagonista.

Ideas “avanzadas”

Valeriano Verges nació el 6 de septiembre 1915 en la posada de Tamajón, pueblo de rancia historia y calles anchas enclavado en la puerta de la sierra de Guadalajara. “Vale” estuvo en el pueblo hasta los 21 años. Cuando estalló la Guerra Civil se fue de miliciano enseguida. Michelle, que conserva la casa familiar en Tamajón, explica que su marido “estaba convencido totalmente en la defensa de los ideales de la República. Su tío, que era el guarnicionero, era el revolucionario de la zona. Tenía unas ideas muy avanzadas. Era algo extraordinario. El padre de Valeriano era republicano. Aquí no había de derechas o de izquierdas entonces, pero su padre era concejal en el Ayuntamiento de Tamajón”.

La familia Verges estaba compuesta de seis hermanos: tres varones, entre ellos Valeriano, y seis mujeres. Ahora quedan vivos cuatro. Dos de sus hermanas, Benita y María del Carmen Verges, que también nacieron en Tamajón, explican que guardan un recuerdo “buenísimo” de “Vale”: “era una persona muy buena, nos hemos llevado siempre bien, hemos estado unidos. Cuando no podía venir a Tamajón, no escribía o nos comunicábamos como podíamos”. Al comenzar la guerra, la familia de Valeriano siguió en Tamajón, que permaneció en manos de los “rojos”, hasta que el pueblo fue evacuado. Estuvieron en Mohernando y hasta que no se terminó la guerra no pudieron volver. En 1939 regresaron a Tamajón. “Nos encontramos el pueblo medio deshecho porque habían tirado bombas, la casa estaba sin puertas ni ventanas. Todas las casas estaban mal”, recuerda Benita. “Pues lo que es una guerra, que no favorece a nadie, ni a unos ni otros”, apostilla su hermana. Los padres de Valeriano eran posaderos en Tamajón, pero además su padre era agricultor y transportista: “vivimos bien hasta la dichosa guerra, pero luego ha sido el colmo, mal para todo el mundo”.

Contar lo vivido

A pesar de no combatir en la batalla de Guadalajara, que ocurrió en marzo de 1937, “Vale” se pasó toda la guerra luchando en diferentes frentes: primero en Toledo; luego cerca de Madrid, en Pino y Valdemoro; después se incorporó al 5º Regimiento de Líster y más adelante se fue a Teruel, Brunete y el Ebro. “Valeriano contaba que lo pasó muy mal, pero siempre le gustaba explicarlo, hacer pedagogía incluso de las desgracias. He conocido muchos españoles emigrados, hablo de los exiliados, que nunca han soltado nada a sus hijos. Él, al contrario: tenía que hablarlo, decirlo, era como una psicoterapia. Le gustaba expresar todo lo que vivía, sobre todo, para que toda la juventud conozca todo lo que había pasado. Leía mucho y luego iba a las universidades a contar sus historias. Era como un historiador”, relata la que fue su segunda mujer. Los mandos republicanos siempre le trataron bien. Nunca tuvo ningún problema. Y nunca notó fuerzas de flaqueza. Tampoco pensó en abandonar. Al contrario, tenía muy claro desde el principio que iba a luchar por lo que creía, al menos según su viuda y sus hermanas.

En todo caso, el esfuerzo de “Vale” y de muchos miles de soldados no dio los frutos que anhelaban. La República perdió la guerra y, desde ese momento, comenzó a consolidarse una dictadura militar que se alargó durante cuarenta años. Michelle confiesa que “él nunca pensó en una derrota tan grande. Él siempre echaba la culpa a las fuerzas democráticas de Francia, de Reino Unido y de Estados Unidos, que no ayudaron lo suficiente y se portaron muy mal. Decía siempre que si hubieran apoyado a la República, no habrían perdido la guerra. La no intervención, para él, era una cosa espantosa. Sobre todo teniendo en cuenta que el bando contrario sí tuvo una ayuda explícita de los nazis alemanes y de los fascistas italianos”.

Campos de concentración

Tras la derrota de los republicanos, “Vale” se fue a Cataluña y luego se exilió a Francia a finales de enero de 1939, como 500.000 españoles. “Es probable que coincidiera cruzando la frontera con Machado y su madre, que se fueron a Collioure. Fue una peregrinación terrible. Le metieron en seguida en los campos de concentración franceses. Los llamaban “campos de acogida”…”, evoca su viuda. Machado era aquel pasajero de Montauban que trazó Manuel Azaña. “Vale” siguió pasos muy parecidos, aunque no murió tan pronto como el poeta sevillano. Entretanto, la preocupación cundió en la familia que se había quedado en Tamajón, que desconocían el paradero de Valeriano. No había teléfono y las cartas tardaban, en el mejor de los casos, más de quince días en recibirse. “Las primeras noticias que tuvimos de Vale cuando terminó la guerra –evocan sus hermanas- fue a través de un amigo que teníamos en Tánger, que sabía la dirección y le escribió allí porque la comunicación de España a Francia estaba cortada.

En Francia, Valeriano sufrió vejaciones, humillaciones, hambre. En definitiva, la ignominia humana. Michelle están convencida de que “en los campos de concentración no aprendió nada, no les obligaban a realizar trabajos forzados, pero estaban hacinados como animales. Con una manta y poco más. Fueron momentos muy duros porque era febrero y hacía muchísimo frío. Muchos morían porque estaban enfermos o viejos”. Un tiempo después fue a parar a una localidad de la Bretaña francesa. En seguida estalló la 2ª Guerra Mundial. Los franceses fueron llamados a filas. Como faltaba mano de obra, les ofrecían a los españoles salir de los campos de concentración a cambio de enrolarse en el ejército para remplazar a los que estaban movilizados. “Vale” se fue en tren con otros españoles. Los llevaban como se transporta al ganado, exactamente igual que el retrato que hace de este calvario Primo Levi en su obra “Si esto es un hombre” o Jorge Semprún en “El largo viaje”.

En aquel momento, a pesar del sufrimiento, según Michelle, “Vale” ganaba “bastante bien de dinero, pero está claro que no eran libres. Los gendarmes franceses todos los días los llevaban al trabajo y estaban vigilados. Duró muy poco, apenas tres meses. Después cuando vinieron los alemanes no tenían más remedio que correr hacia el sur, volvieron hasta Burdeos y Tolouse. No sabían dónde ir. Querían con un barco huir a América del Sur, a México o a Rusia. Total, que tuvo que quedase aquí pero le querían meter en los campos de concentración. Él no quería, pero tampoco quería enrolarse en el ejército francés”. Al final, se fue otra vez a París y de allí a Rennes. El contacto con la familia era epistolar. Sus hermanas, que abandonaron Tamajón para irse a vivir a Madrid, recuerdan que “Vale nos decía en las cartas: pronto nos veremos, y ya ves, pronto, ¡más de veinte años en volver a vernos!”. Un día, la familia viajó hasta Hendaya para pasar diez días y poder verlo. Valeriano, en cuanto les vio llegar, se saltó una vaya de alambre de casi dos metros para darles un abrazo.

Una calle en Rennes

De nuevo en la capital francesa, se topó con la dureza del momento y acabó durmiendo en los bancos de los Campos Elíseos. Por aquel entonces tuvo un compañero que era de Arbancón, Felipe Aberturas, que vive todavía en Rennes. “Hicieron la guerra juntos y eso une mucho”. Valeriano vivió toda la vida en Rennes. Se casó allí con una francesa, de la que tiene dos hijas: Sonia y Silvia y luego se volvió a casar con Michelle, del que tienen un hijo, que hoy alcanza los 32 años y vive en Francia. “Yo era maestra de chicos con problemas. Valeriano trabajó de zapatero. Ha tenido modelos exclusivos y muy buena clientela A Valeriano le gustaba mucho la vida, era muy alegre, era abierto y muy guapo. Tuvo muchas novias”, sostiene Michelle.

En Rennes, Valeriano tiene dedicada una calle con su nombre, en homenaje a los casi 150 españoles que estuvieron en esta zona luchando en la resistencia. Incluso el Tour de Francia en 1994 les tributó un homenaje haciendo pasar por la carrera por la calle Valeriano Verges. El 8 de junio de 1944 los alemanes fusilaron a 12 españoles en la ciudad. Otros 30.000 murieron luchando contra los nazis en todo el país.

Durante los últimos años, los combatientes republicanos han recibido el reconocimiento de Francia y de las autoridades de este país. Aquí no. A pesar de los homenajes que se han producido, por ejemplo en municipios como Rivas-Vaciamadrid, los hombres de la resistencia aún esperan el tributo oficial que se merecen. Ni siquiera se ha podido aprobar todavía una ley de memoria histórica consensuada. Queda el consuelo, eso sí, de que el testimonio de personas como Valeriano sirvan para no volver a repetir jamás los errores, ni sobre todo los horrores, del pasado. “Ojalá nunca vuelva a ocurrir ninguna guerra, pero una guerra civil es lo peor”, concluye Benita, la hermana de “Vale”.

DESPIECE

Regresó a Tamajón en 1960

En el pueblo todo se ve con otros hijos porque un modesto lugar del páramo alcarreño no tiene por qué conocer, ni de lejos, al menos en aquel momento, los sufrimientos que estaban sucediendo más allá de sus fronteras naturales. La represión era dura y sin contemplaciones. Al tío de Valeriano, por tener los hijos en el bando republicano, le mandaron un año a la cárcel de Guadalajara. “A toda su familia le hicieron la vida imposible. Estaban significados”, opina Michelle, la viuda de Valeriano. Sus hermanas piensan que en el pueblo “no había ni derechas ni izquierdas, nos hemos enterado después”. El padre de Valeriano no era republicano declarado: “era un trabajador neto, pero de política no decía nada, aunque mis hermanos siempre han sido de izquierdas”, explica una de las hermanas.

“Vale” tardó mucho en volver a Tamajón. Sus hijas y su mujer venían todos los años, en verano, durante las vacaciones escolares. Él no podía y las dejaba en la frontera. Estaba señalado. Cuando las condiciones de entrada se ablandaron, regresó a Tamajón en 1960. Pero estaba muy vigilado. Él tenía muchas ganas de venir, ni siquiera pudo venir al entierro de su padre en 1955. “Tenía nostalgia de Tamajón, siempre estaba soñando con el pueblo, era el centro del mundo”, recuerda su viuda. “Es normal, idealizó el pueblo, no es lo mismo una emigración política que por gusto, luchas por tu país para que vaya mejor. Nunca renunció a sus ideas porque para él eran sinónimo de paz, y a la paz nunca se renuncia”. Valeriano Verges consideraba que valía la pena luchar por las ideas, “hasta el final, luchar hasta el final”, enfatiza. Cuando España recuperó las libertades, Valeriano empezó a ir más a menudo a Tamajón. “Siempre veníamos aquí en verano y luego acabamos viviendo aquí y pasando más tiempo que en Francia. Trataba de compensar todo el tiempo que no había estado antes, pero necesitaba también Francia porque tenía su vida allí”. Paradójicamente, en Tamajón no le han dado ningún homenaje, ni han puesto una calle con su nombre ni le han dado una placa a su familia. Nada. Ningún reconocimiento, ni siquiera un gesto en su entierro civil. “Los que eran de izquierdas aquí se fueron y quedaban los otros y su mentalidad no está muy abierta, hay un poco de caciquismo, es difícil”.