“Estoy satisfecho de las reformas en la concatedral”
Hace 50 años que fue ordenado sacerdote. ¿Qué balance extrae?
Efectivamente, hace medio siglo y el otro día ya celebramos la fiesta de San Juan de Ávila, patrono del credo secular español, y nos reunimos en Sigüenza los sacerdotes que hacíamos las bodas de oro y de plata, celebramos, presidida por el señor obispo, una misa solemne de acción de gracias, en honor de San Juan de Ávila, y allí estuvimos los sacerdotes que hacíamos las bodas de oro y los que hacían las bodas de plata, que son cuatro. Esto es lo que realizamos el jueves en Sigüenza.
¿Qué recuerda de sus comienzos?
Vamos a ver, entré en el Seminario de Sigüenza cuando contaba 11 años, en 1945. Allí cursé los doce años de preparación y cumplí los 23. Luego recibí el sacramento del orden. Me ordenaron junto con mis compañeros el 21 de septiembre, día de San Mateo. Al principio iban a añadir un curso más pero al final no lo pudieron hacer porque vieron que estaban las cosas preparadas. Nos ordenaron dentro del curso que nos correspondía en el mes de septiembre. Ordenado sacerdote, a los dos o tres días, en mi pueblo natal canté el cante de misa, la primera misa, e inmediatamente me dieron nombramientos. El primero que me daban era Solanillos del Extremo y resulta que allí había un sacerdote que por las circunstancias que fuera no podía salir en ese momento y me dijeron que esperara en casa y en casa esperé hasta que después de otros tres posibles lugares, definitivamente me indicaron que fuera a Espinosa de Henares, allí estuve dos años de ministerio. En Espinosa atendí a las monjas clarisas que había, junto a otros anejos, como Copernal, Carrascosa de Henares y Valdeancheta. Yo lo serví en bicicleta primero y luego ya me hice con una moto. Allí discurrieron mis dos primeros años con mucha ilusión, entregado a los niños y los mayores.
¿Adónde le mandaron después?
En el año 1959 me mandaron a Molina de Aragón y allí estuve hasta el 62. Estuve en el colegio internado de Santo Tomás de Aquino y donde presté mis servicios, en el colegio junto a otros compañeros como Miguel Clemente. Atendí como coadjutor la parroquia de San Pedro y también Anchuela del Pedregal, un pueblo anejo. Nos dedicábamos a la atención a la gente joven porque los colegios de Molina entonces estaban abarrotados, como el de las Ursulinas y hasta el Santa Clara tenía chicas internas, y el de las Anas. Fui profesor de Filosofía en el colegio de Santa Ana y de distintas asignaturas. Después del 62 al 68, me mandaron a Guadalajara capital, al seminario menor que estaba aquí junto a Santa María, lo que llamaban antes la inclusa y ahora es la Casa Diocesana. Aquí con otros compañeros estuve cuatro años como director espiritual y profesor, sustituyendo a unos sacerdotes vascos que habían estado antes. Y en el 66, inauguramos, junto con otros muchos compañeros, el Seminario-colegio que está en Cuatro Caminos. Recuerdo el traslado allí aunque no estaba terminado. Había muchos religiosos entregados en plena juventud. Luego ya en 1968 me mandaron a Sigüenza donde estuve 16 años seguidos en el Seminario Mayor. Fue el momento en que se fueron a América un grupo de sacerdotes a Brasil, como Antonio Molina o Luis Miguel Clemente, a prestar sus servicios pastorales. Había que sustituirles y entre esos sustitutos estaba yo. Estuve en el seminario como director espiritual, delegado del clero, encargado de Barbatona para preparar las marchas que tanto han cuajado. Cuando cumplí los 50 años, me mandaron a Guadalajara donde llevo 23 años. Primero cinco años en la parroquia de Santiago, desde 1984 y 1989, con mucha ilusión con la gente joven, para sustituir a don Enrique Cabrerizo. Me acuerdo de los campamentos, las reuniones con la gente joven. Fueron unos años encantadores. El obispo de entonces, don Jesús Pla, me dijo que tenía que venir a Santa María y bueno, yo obediente, me vine a acá en 1989. Y aquí he pasado todos estos años, llevo 19 años en la parroquia de Santa María como párroco, vicario de esta zona de Guadalajara y como arcipreste varios años.
¿Qué proyectos ha llevado a cabo en la parroquia de Santa María?
Me he dedicado a la labor pastoral. Hemos realizado grandes obras de transformación del exterior de la iglesia, empezamos en 1994 y se han hecho dos fases realmente notables, de los tejados, del exterior, de la torre, del pórtico, de todo. Nos falta el empujón de las tercera fase, que algo hemos hecho, pero nos falta, que es el interior de la iglesia: el piso, las humedades, etc. A esto de las obras he dedicado muchas horas de mi vida sacerdotal. Era urgente y necesario. En el año 2000, el Ayuntamiento entregó a la diócesis la iglesia de San Francisco y que se está celebrando culto desde entonces, sobre todo en las fiestas principales, como la novena de la Antigua, la fiesta del Corpus, Semana Santa, etc. Entonces también lo tenemos encomendado la parroquia de Santa María, una iglesia impresionante, que está necesitando tanto la iglesia, como la cripta y el monasterio una gran reforma, sé que se ha hecho ya el plan director, me acuerdo que contribuí a canalizar la tarea con los arquitectos. Se necesita para recuperar un monumento impresionante. Desde la parroquia de Santa María también atendemos la ermita de San Roque, en la que se han hecho varias restauraciones, lo que se ha podido en estos años. Y esta es la realidad vivida, como me ordené tan jovencillo, voy a cumplir 73 años y doy gracias a Dios por estos 50 años de vida sacerdotal, de los que realmente me alegro. Le sigo pidiendo de corazón que si la felicidad es fruto de la fidelidad, que me ayude a seguir siendo fiel para ser de verdad feliz.
¿Por qué decidió hacerse sacerdote?
En parte, pues, el motivo fundamental es que Dios te llama, lo que pasa es que era muy niño, tenía 11 años y entonces el ambiente familiar influye muchísimo. Mis padres eran profundamente cristianos. Yo me quedé sin madre, tenía 48 años, pero seguí adelante con toda la ilusión del corazón. Aparte del ambiente de mis padres, también me animó el sacerdote del pueblo y yo me decidí entre tantos compañeros míos, que también se les invitó pero ellos no optaron. En mi ambiente familiar también había un precedente de varios sacerdotes, un tío carnal de mi madre que estaba en Cifuentes de sacerdote, un tío carnal de mi padre que murió en la guerra en Gárgoles de Arriba, otro familiar que se llamaba Antonio Mayor Bermejo, que estaba en Durón y fue el que a mí me bautizó. Mi padre me hablaba mucho después de los años de la guerra. Entré en seminario en 1945 con este clima y este ambiente que luego fue madurando poco a poco y así como hubo compañeros que se quedaron a medio camino, porque ingresamos unos 70 y nos ordenamos unos 10 o 12, porque el año anterior de ordenarme yo sacerdote es cuando surgieron los nuevos límites de las diócesis y 3 o 4 compañeros marcharon a terminar la carrera en Soria y Segovia. La motivación fundamental para ser cura es el ambiente, el entorno y luego ya Dios me llama para ser sacerdote. Lo he vivido con toda la ilusión del corazón y no he tenido problemas de crisis, aunque con los altibajos que hay en la vida siempre.
¿De qué se siente más satisfecho?
Diría que de la entrega a donde quiera que me han mandado. Nunca he pedido nada. Siempre he estado en esa actitud de disponibilidad. He dedicado 22 años de vida al seminario y eso me alegra muchísimo. He tenido trato con muchos que hoy son sacerdotes, de tal manera que los sacerdotes de los de 50 años para abajo, me he relacionado con ellos y mantengo un trato. Ayer celebrando las bodas de oro mías y de plata, entre ellos Jesús de las Heras, recordaba un encuentro que tuvimos en 1982, que fueron ellos ordenados por el Papa Juan Pablo II en Valencia, y dijimos: oiga, que cuando nosotros hagamos las de plata, usted las de oro. Y ayer reunidos en Sigüenza, decíamos: llegó, aquello que parecía tan lejano. Doy gracias a Dios porque me llamó y me ha mantenido. No me elegisteis vosotros a mí, sino que yo os he elegido a mí.
¿En qué ha cambiado la Iglesia desde hace cincuenta años?
Hombre, en el tema de las vocaciones, yo hablo con mis compañeros y vemos que ahora veníamos haciendo bodas de oro sacerdotales una media de 10, 12 o 15 sacerdotes, ya con edades superiores a 70 años. Veinticinco años después, el cupo bajaba aunque hay unas generaciones maravillosas que se ordenaban 5 o 6 sacerdotes. En los años en que estamos, hay una sequía de vocaciones impresionante. En nuestra diócesis tenemos 6 o 7 seminaristas en nuestro Seminario Mayor. Antes los había en cualquier curso. El descenso de vocaciones ha sido notable, pero esto no nos tiene que llevar al desaliento, sino a pedir al dueño de la mies que siga enviando obreros a la mies. Por otra parte, nos ha tocado vivir este tiempo y no otro, así que hay que mirarlo con esperanza, como nos invitaba el Papa Juan Pablo II, al que yo recuerdo con mucho cariño.
¿Conoció a Juan Pablo II?
Estuve en 1980 en una ordenación masiva que hubo de sacerdotes. De nuestra diócesis fueron unos ocho y se ordenaron en Roma. En 1982, cuando yo hacía las bodas de plata, se ordenaron en Valencia otros siete u ocho. Ya no digamos el actual Papa Benedicto XVI, como sabes, en estos momentos, en Brasil está estimulando a la gente joven, que no es la esperanza del mañana, sino del hoy. Hay que intentar despertar el corazón a la esperanza muy de verdad. Es lo que hemos de procurar hacer. Han cambiado muchas cosas, y a mejor. Hoy en día hay seglares comprometidos en catequesis, etc. Aunque todos sabemos la problemática que existe en el ambiente familiar, de la educación, en fin, toda esta serie de problemas. Hay personas que son sentido de la responsabilidad tratan de responder.
¿Esta crisis de vocaciones responde también a la Iglesia y su escasa adaptación a los nuevos tiempos o es un problema exclusivo de la juventud?
La vocación siempre es un don de Dios y el Evangelio, uno dice: rogad al dueño de la mies que envíe obreros a su mies. Jesús dijo: la mies es mucha y los operarios pocos. Estas crisis las ha habido siempre y las seguirá habiendo. En estos tiempos, aunque son difíciles, surgen unas vocaciones maduras realmente ejemplares. No hay que perder la esperanza y seguir rezando. La Iglesia, siendo fiel a los caminos del Señor, intenta mantenerse y no es obstáculo lo del celibato eclesiástico. Hay crisis de vocaciones en todos los lugares, también en Oriente y en otros campos donde está permitido el matrimonio. Es cuestión de generosidad, de respuesta, de decir sí y eso es un don que tenemos que seguir pidiendo al Señor.