Manu Leguineche

7 abril 2007

VI PREMIO FAPE

Brihuega, el reposo del reportero

Nueva Alcarria, 01.04.07
Raúl Conde

A Leguineche todo el mundo le llama Manu: los amigos y los enemigos, si es que tiene alguno; los paisanos de Guernica y de La Alcarria; los ministros con los que ha tratado o un defensa del Athletic; los que están cerca de él porque forma parte de sus lecturas favoritas o los que nunca han leído una página suya. Esto revela buena parte de su personalidad: abierto, generoso, cercano y afectivo. También es perfeccionista y un tanto maniático en su ritual de trabajo.

Nació en Arrazua (Vizcaya) hace 65 años pero en Guadalajara le consideran un hijo pródigo. Hace casi dos décadas se compró una casa en uno de los pueblos más hermosos de esta provincia, Brihuega. Reside en el mismo edificio que albergó una escuela de gramáticos en el siglo XVIII y donde vivió Margarita de Pedroso, el amor platónico de Juan Ramón Jiménez. Ahora descansa tranquilo el reposo de los que han observado a los guerreros. Leguineche, considerado el decano de los corresponsales de guerra en España, ha dado la vuelta al mundo en varias ocasiones. Siempre se ha movido por su afán profesional: “he buscado la noticia en las guerras, las revoluciones y los golpes de Estado”, confiesa. Su mejor recuerdo lo tiene cuando entrevistó en primicia a Borges y el peor en Bangladesh, en 1971: “Vi cómo arrastraban a pakistaníes colaboracionistas con una cuerda atada a un camión, y cómo los niños eran adiestrados en rematarlos: iban clavándoles a martillazos un clavo grande en la cabeza”.

Como periodista fue creciendo por su capacidad para buscar historias humanas en medio de las tragedias. Por eso no es extraño verle armado junto a los sandinistas, en Nicaragua, en 1979; degustando la carne de Siria en un viaje a Damasco en 1966; viajando en un todo terreno en el Líbano, en 1965 o tomando una taza de té junto a tres paisanos en una montaña de Afganistán. Ha sido fundador de dos agencias de noticias, Colpisa y Fax Press, pero siempre ha huido de las redacciones: “cuando voy a una, me siento como un mendigo. Te sientes como si fueras a pedir o a robar algo a alguien”. En su día rechazó las ofertas para dirigir La Vanguardia y el ABC. “No me gusta nada mandar”, argumenta. Leguineche siente pasión por su oficio y por los viajes. Piensa que no se puede ser objetivo, pero sí “honrado y jugar limpio con el lector”. Sus dos continentes preferidos para viajar siempre han sido Asia y luego América Latina, aunque ahora viaja poco. Prefiere disfrutar de la tranquilidad de Brihuega.